(Esta entrada es la continuación de la anterior y es altamente recomendable leer primero la siguiente y después - si le han quedado ganas - ésta)
Después de tanto esperar, mi compacta maletita roja - que tanto me facilita la visibilidad en la banda - hacía su aparición con más de tres horas de retraso. Así que a media noche había que ponerse a buscar hotel o alguna banca de parque. Afortunadamente con tarjeta de crédito mediante no me fue tan difícil conseguir hotel, aunque me advirtió el agente hotelero que ya no le quedaban hoteles de 5 estrellas. "Chin" - pensé yo - y ahora ¿cómo haré para dormir en una pocilga de 4 estrellas, tan acostumbrado que estoy a viajar en categoría Gran Turismo? Pero luego recordé que no, que soy un modesto viajero humilde y de familia numerosa con la capacidad de dormir hasta en las condiciones más adversas. Hice la reserva y el pago del hotel desde el aeropuerto sin saber bien a bien en qué área de la ciudad me estaría yo metiendo, confiado en que no debía de ser más peligrosa que aquella zona de París en las que en una madrugada nos correteó un negro como de dos metros de alto. Durante el trayecto al hotel yo trataba de fijarme por qué calle iba, just in case, pero me pareció muy extraño que siempre que volteaba a ver el nombre de la calle leía "Personal", a pesar de que tenía la noción de haber dado vueltas en más de una ocasión. Una opción - bastante irracional - es que todas las calles se llamaran "Personal", lo cual sonaba ridículo, al menos tendría que haber alguna que se llamara "Recursos Humanos" - pensé yo -. Sin resolver esa duda que me carcomía llegamos al hotel, me bajé, me instalé, me dormí, me desperté, me bañé - todo lo anterior sin tomar agua - y salí a disfrutar de mi primer día en Buenos Aires. Lo primero que descubrí - y que me dio mucho gusto - es que no es que las calles se llamaran Personal, sino que encima del nombre de la calle en colores más claros y vistosos estaba siempre la publicidad de una compañía de teléfonos llamada Personal. Bueno, son estupideces que se hacen posibles porque el choque cultural nos hace pensar que todo es posible, todo agravado por el cansancio de un viaje largo.
Estaba a sólo un par de cuadras de la Avenida 9 de Julio - la más ancha del mundo -. (Tienen una especie de fijación los argentinos con ser o tener lo más - coloque algo aquí - del mundo). Atravecé la avenida para sentirme yo también parte de un récord mundial y ahí estaba él, uno de los símbolos más importantes de la ciudad: el Obelisco. Durante algunos minutos estuve llamándolo mentalmente "el Asterisco" por una especie de dislexia que me da con algunas cosas y que esta ocasión sé que fue culpa del cómic francés Asterix y Obelix. Pues el obelisco no tiene mucha gracia pero verlo una y otra vez era una linda manera de constatar para mis adentros que estaba en Buenos Aires, después de tanto tiempo queriendo ir. Finalmente estaba ahí, respiraba el aire tibio del paradójico verano decembrino del hemisferio sur. Unos pasos más adelante estaba el Teatro Colón, otro de los edificios clave de la ciudad, de una arquitectura y ornamentación muy elegante. Y así fui caminando más y más para seguir descubriendo los puntos infaltables del "microcentro" (como llaman a la parte más centrica y antigua de la ciudad, término que, a mi juicio, no se lleva bien con la arrogancia que frecuentemente se les imputa a los "porteños" - gentilicio de la gente de Bs. As. -): el Congreso, la Plaza de Mayo con su Casa Rosada (muuuuy pinky), la Catedral (que, en realidad, parece teatro), y todos los etcéteras que me aguantaron las piernas.
Buenos Aires es una ciudad fenomenal. Más allá de la arquitectura afrancesada de sus muchísimos edificios cuya ornamentación es hermosa pero no la distingue nada en particular, su encanto es ese ritmo de vida gestado con base en costumbres europeas: como los cafés y las heladerías artesanales, pero acondicionado a una realidad bastante especial: ser un país latinoamericano - el nuevo mundo, al fin - pero lejos de todo, lejísimos de todo. Con todo evidentemente me refiero al centro de la civilización occidental: Europa y Estados Unidos. Una realidad particular también porque el mayor porcentaje de su población es descendiente directa o casi directa de una migración muy reciente y diversificada en sus orígenes (varios países de Europa, principalmente Italia, y también Medio Oriente: Siria, Líbano, Israel; e inclusive China y otros países de Oriente), que se integra a un país con una estructura proveniente de la colonia española que había sido el Virreinato del Río de la Plata, del cual Buenos Aires era la sede.
Por su fisonomía urbana se puede colegir que el florecimiento de la ciudad se dio a finales del siglo XIX y principios del XX. Pero es, a la vez, un punto de referencia para las letras hispanas pues ahí han nacido o vivido escritores de la importancia de Borges, Cortázar, Bioy Casares. Y argentino es también Quino con su espectacular e ingualable Mafalda - mi cómic favorito, de leeejos - y la histioretista contemporánea Maitena, que si no han leído/visto sus tiras, se las recomiendo ampliamente porque son buenísimas, ácidas y muy actuales. En fin, el punto que yo quería ilustrar es que culturalmente Buenos Aires tiene muchísimo que ofrecer.
Turísticamente también es una lindura porque es de esas ciudades que se va armando con sus diferentes barrios. Cada uno tiene su encanto y su ambiente especial: San Telmo, La Boca, Palermo, Recoleta, Puerto Madero, Barrio Norte, en fin... Todos, excepto La Boca, me encantaron y este último no fue tan de mi agrado por ser una especie de Disneyland versión argentina, es decir, todo se ve muy armado para el turista y carente de la autenticidad que seguramente tuvo en su origen. La Boca está junto al puerto y fue lugar de llegada de muchos migrantes, lo cual llevó a la "gente bien" a salirse de ahí y abandonar sus casonas, porque obvio ¡qué asco los migrantes! Pues mejor les fue a éstos porque así se fueron apoderando de las casas e hicieron como vecindades y hasta hablaban y algunos siguen hablando en un dialecto o argot - llamado lunfardo - para reafirmar lo marginal de su posición social.
Fue súper agradable para mí que soy un obsesivo de caminar (y tomar coca-cola), recorrer sin-ton-ni-son, sin guía, sin mucha idea, cada uno de estos barrios (excepto la Boca que es un barrio muy pobre y, obvio, ¡qué asco los pobres! y te recomiendan que te cuides no yendo).
El primer día era como mi luna de miel con la ciudad, encantado caminaba como sobre nubes cuando un maldito malandrín me despertó de mis dulces sueños al robarme la cámara con la velocidad del rayo y la técnica depurada de los gitanos, con una mano seguro me distrajo mientras que con la otra sustrajo mi recién estrenado aparatejo digital. Ya ni llorar es bueno - pensé - sobre todo porque debía la lamentable perdida a mi descuido y a mi pueblerina inocencia y supuesto fortísimo de que todos son respetuosos del patrimonio ajeno.
Lo demás fue pasear, oír y ver tango (me encantan los clichés!!! ¿a ustedes no? Son tan lindos, tan fáciles...), comer pasta, carne, vinos, alfajores, dulces de leche, coca-cola (ooots, me salí del libreto con esto). Y pasado un par de días se llegó la fecha del recuentro en Mar del Plata con mis amigos que hacía cuatro años no veía. Pero esa historia la dejo para la siguiente entrega...
viernes, enero 04, 2008
¿Qué hay debajo del Ecuador? (parte 2)
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5 comentarios:
¿Verdad que es una ciudad maravillosa?
Yo iré en julio, pero para mi mala suerte será invierno allá, y eso de caminar y tomar helados pues se hace pero con precaución, bufanda y varias capas de ropa.
La Boca no es tan feo. A mi me gusta, es peligrosón pero tiene su chiste.
Besos
¡¡¡Quiero ir!!!
buahhhhhhhhhhhh, quiero hacer el viaje que ha hecho Cuquita y el que has hecho tú
¡¡¡quiero irrrrr!!!
Me encanta viajar. Lo hago todo lo que puedo. Pero hay países que quedan tan lejos de España!!!
Claro, el problema no es que estén lejos, el problema es que se necesita tiempo y dinero para ir allí desde aquí (allá desde acá, supongo...) y no es posible "cruzar el charco" a todas horas.
En fin...Me alegro de que tú hayas disfrutado.
Espero la próxima entrega
Que interesantes son las ciudades en tus ojos, y yo aquí encerrada en este pueblo del Pfalz alemán, que es muy simpático y el el que mi familia política me trata fenomenal pero que es un entorno muy limitado en el que hace un frio que pela, me paso el día jugando a las cartas y viendo los mismos coches, las mismas casas y me conozco ya hasta la hoja de árbol y la última hormiga del pueblo. Me uno a Cris, yo también quiero hacer un viaje de esos de libro de viajes y dirigir mis patitas a lugares nuevos. Tú mientras prepara más anécdotas.
Un abrazo
La continuación no me ha defraudado. Ha sido como estar allí. Como soy maniático de las palabras (casi tanto como tú de la cocacola) me ha encantando leer "paradójico verano decembrino" , y "colegir" también. Ver que las palabras siguen en uso siempre es un placer.
En cuanto a lo de la cámara...En fin: son cosas que pasan. No sé cómo es donde tú vives (muy seguro, por lo que se ve, ya que no tomas precauciones) pero en Madrid, sobre todo si vas por el centro, aprendes a ir por la calle con cien ojos.
Para Dalia: lo importante no es dónde va uno, ni donde está, sino cómo mira uno el lugar a donde va. De todas maneras, abrígate porque si aquí en Viena nos pelamos, por allí...No te cuento. Y escribe en tu blog sobre Alemania, por favor. Será muy interesante leerlo si lo haces. Yo, de momento, sólo conozco München.
En fin, un abrazo desde Austria, a la espera de la culminación del viaje austral.
Paco
Cuquita,
Sí, maravillosa, y qué envidia -de la mala porque no hay de la buena- que irás en julio!!!
No, La Boca no es feo, es sólo que el Caminito me pareció demasiado armado y el resto del barrio no lo recorrí porque estaba muy sensible con los temas de seguridad, tan reciente mi pérdida camarística.
Cristina,
Que la distancia no te inhiba, el tiempo y el dinero siempre son recursos escasos, pero es cuestión de proponérselo y apretar el cinturón un poco más. Además, aprovecha que ganas euros que rinden mucho más fuera de Europa.
Dalia,
No suena nada mal un pueblito alemán, aunque el frío extremo sí llega a ser un problema (por lo menos para mí). Planéate el viaje a México con Cristina y yo me ofrezco de guía turístico - no charge -.
Paco,
No, qué va a ser segura la ciudad de Mëxico, lo que pasa es que me crié en un pueblo donde dejas todo el tiempo la puerta abierta y las bicicletas en la banqueta (acera) y es rarísimo oír de un robo. Y esa herencia cultural se vuelve maldición cuando te mudas a otros lares en los que hay que ser más precavido.
Muchos saludos a todos y gracias por comentar. La continuación de la reseña no se hará esperar.
Rafael Barceló Durazo
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