Ayer fue un día terrible para mi ego narcisista. Bueno, nada más la tarde, porque por la mañana me había gustado la nueva combinación zapatos-traje-camisa-corbata que intenté y que parecía harto inverosímil pero que terminó viéndose bien (para mí mismo, debo aclarar, que soy un individualista consumado en cuanto a gusto para vestir se refiere). Cuando salí del trabajo me dirijo a recoger las fotos que aparecerán en mi título de maestría y en la cédula del mismo título, documentos ambos que sin duda estaré viendo y enseñando, en repetidas ocasiones, durante el resto de mi vida. Por lo anterior, era importante para el que esto escribe verse bien, digo... dentro de los márgenes en los que uno se puede ver bien, había que estar muy cerca del extremo más positivo. No se trata de pasar a la posteridad postrado en la ignominia de una estética abominable. Había ido a retratarme un día antes y fue una linda experiencia subir al estudio fotográfico de un tipo que se notaba amaba su oficio y había conservado esas cámaras antiquísimas de pedestal que tienen una especie de caja-acordeón y disparan no con un botoncito, sino con uno de esos cables como los del aparato que sirve para medir la presión sanguínea. Todo olía a viejo, tanto el fotógrafo, como sus muebles, sus lámparas, los marcos de sus fotos, los retratos de chicas ochenteras luciendo los terribles looks de los que fue presa la década de los ochenta, y también retratos de políticos, de ministros, de artistas, rodeados de revistas de chismes de la terriblemente naca farándula mexicana, también con olor a viejo. Me había caído tan bien el ambiente retro del estudio y la simpatía del fotógrafo que albergué en mi interior la esperanza de salir bien librado de aquel trance fotográfico, a sabiendas que en esas fotos siempre sale uno con cara de "Se busca" y una leyenda de "se ofrece recompensa a quien contribuya a encontrar a este tipo con cara de sociópata, tres veces prófugo de la justicia y violador de cabras silvestres". Pues, efectivamente, llegué ayer por mis fotos con la escasa dignidad que todavía me quedaba y me veo en la foto y no me entraron ganas de llorar sólo porque me ganó el coraje de salir peor de lo que había planeado en el escenario más pesimista. Yo, como todo lo que me rodeaba en lo que me había parecido un romántico refugio del pasado fotográfico, también parecía un recuerdo del pasado. De tres décadas atrás, por lo menos, tanto que me hizo dudar si había participado en los movimientos estudiantiles del 68 y me había titulado en 1970, después de haber comprometido mis ideales y vendido mi alma al sistema. De pronto quise decirle al fotógrafo que probablemente se había equivocado y me había dado la foto de algún tío materno, porque efectivamente se parecía algo a mí, pero no me resignaba a creer que era yo, pero seguí la lógica de lo apropiado y creí conveniente empezar a resignarme, porque no iba a pagar otros 350 pesos por una corrección de estilo que no garantizaba nada. Ese fue el primer golpe a mi ego.
Después de meditar un rato sobre las causas de tan terrible apariencia, le atribuí a mi corte de pelo una buena parte de la responsabilidad. Actuando en consecuencia, corrí con mi peluquero de confianza (por así decirlo, porque ni a los peluqueros ni a los fotógrafos podré nunca tenerles confianza) a ver si podría arreglar aquella mata de pelo indisciplinada que me cubre la cabeza. Me cortó un viejito bastante simpático que ya en otra ocasión me había recortado. Así que cerré los ojos y no los abrí hasta que fue tiempo de verme en el espejo para, otra vez, ¡oh decepción! Entré en estado de negación y comencé a pensar que, a guisa de broma, me había puesto el simpático viejito la película de John Travolta en Fiebre de sábado por la noche. Aquello estaba tan esponjado como perro de rica y lo menos que recordaba era el año 2007. Again, vuelta al pasado... y no a un pasado glorioso y bonito, sino a ese pasado que huele a bolitas de alcanfor, a nostalgia fuera de lugar, en fin, a un pasado del que ni siquiera fui parte porque nací en 1980. ¡Terrible! en cuanto salí de la estética me despeiné, fingí demencia y caminé rumbo a la casa tratando de no pensar nunca más en mí, ni en mi imagen (que tan mal paga los esfuerzos que uno hace para no espantar al gran público) y me fui a ver una película en la oscuridad de mi cuarto donde nadie más tuviera que soportar la fealdad reificada que se había apoderado de mí.
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5 comentarios:
Me has hecho soltar una carcajada con tu escrito. Deberías postear la foto que te tomaron para ver aquí si efectivamente saliste tan mal.
Y bueno, parecería coincidencia, pero estás acudiendo a lugares atendidos por viejitos, que huelen a humedad y que parecen de hace cincuenta años.
Hay buenas estéticas para hombres donde seguro te podrán hacer un corte de pelo más moderno. Eso sí, tendrás que dejar que un peluquero con pelo anaranjado te diga "mi amor, mi vida, qué vamos a hacer contigo"
Saludos!!!
jajajaja! Hermano... cómo se te ocurre describirte de esa manera...ahora no sólo espantaste al gran publico que te vio y te seguirá viendo sino a todos aquellos que no te conocen y te leen por tu blog!!... de vdd te dejaron tan mal?... yo creo que es más tu exageración, cuquita tiene razon deberías de ir a lugares nuevos y opciones tienes muchos así que echale ganitas y haste amigo del espejo!! que feo no eress! ... un beso
Rafael, por favor muestra esa foto. Podria perder bastantes noches de sue;o pensando en la foto, imiginando tu cara como imagino la cara de las heroinas de Garcia Marquez. Muy buena descripcion, me hiciste reir a pierna suelta.
La víspera de hacernos la foto para la orla oficial, unos cuantos compañeros fuimos a una fiesta de cumpleaños que se complicó con alcohol y mucha juerga y ni te cuento a qué horas ni cómo acabamos.
Al día siguiente por la mañana teníamos un curso sobre "automatismos" de asistencia obligatoria y allá que fuimos. Para nuestra sorpresa, la foto en cuestión no era por la tarde sino esa misma mañana después del curso. Te puedes imaginar: unos con su buen corte de pelo, las chicas de peluquería y maquillaje, bien vestidos...y nosotros que habíamos dormido escasamente dos horas, con resaca, ojerosos, despeinados, con la primera camiseta que encontramos en el armario, pálidos...
Besossss
¿No pudimos convencerte de que "postees" la foto?
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