Pues nada... que voy llegando del sinuoso camino que a novatos y experimentados "promete devoluciones estomacales seguras" que conduce del nunca más honorable Huásabas hasta Hermosillo. Y han de saber que tal situación me trae filoso, lleno de historias que quisiera compartir, tantas que se me agolpan en la cabeza y me dejan más atarantado que burro en táhona y sin tapojos (aunque no aparece en el Diccionario de la Real Academia Española, la real epidemia de la lengua huasabeña sí tiene registrado este término que se aplica para designar un artefacto cuya principal función es impedir que un burro en táhona pueda ver por el rabillo del ojo y así siga para enfrente con nula consciencia de que camina en círculos sin término para moler el maíz reventado, o sea, esquite o palomitas de maiz que da lugar al pinole que con leche y un pedazo de piloncillo es un desayuno típico del pueblo).
Bueno, después de la digresión de la cápsula cultural de vocabulario de la sierra de Sonora me dispongo a realizar una tarea que mientras esto escribo me parece imposible, platónica: describir las fiestas de agosto. ¡Wow! de sólo pensarlo me quedo sin aire y me suena en la cabeza la canción Fiesta de Joan Manuel Serrat: "Gloria a Dios en las alturas, recogieron las basuras, de mi calle ayer a oscuras y hoy sembrada de bombillas (focos)..." Pues así en Huásabas la gente encalaba las fachadas de las casas en sendos preparativos para "el quince" (o sea, el 15 de agosto, día de la patrona del pueblo: la virgen de la Asunción). Porque han de saber que "el quince" cobró a lo largo de los años vida propia: y el verbo se hizo carne y el número se hizo sustantivo... y el quince se convirtió en un símbolo de unidad para que los huasabeños del pueblo y de la diáspora se dispongan a festejar y celebrar con devoción, cerveza Tecate y música de banda las fiestas patronales. Y ahora que menciono lo de la diáspora comparto con ustedes la nada honrosa nota que hace unos días salió en el periódico que puso a Huásabas en el ignominioso quinto lugar entre los pueblos de Sonora que no están tan lejos de convertirse en pueblos fantasmas. Debo decir en su defensa que es exagerar un poco porque el pueblo aun con poca gente tiene mucha vida y lo que los jesuitas iniciaron en 1645 con la Misión de San Francisco de Huasaca va para largo, por vida de Dios. Pero seguro el periodista no tenía nota para ese día y decidió amenazar a los tranquilos pueblos sonorenses con la sombra de su desaparición. Sí se puede decir con objetividad que el pueblo tiene menos población que antaño, disminución motivada principalmente por dos factores: la migración que ha hecho a las comunidades de huasabeños de Hermosillo y Tucson cada vez más extensas y la disminución de número promedio de hijo de cada familia, que ahora con trabajos y será de dos, cuando hace unas décadas las huasabeñas pasaban con la misma facilidad del embarazo a la lactancia que de la lactancia a un nuevo embarazo. Con muchos trabajos y llegaban a completar la "dieta" de cuarenta días y parece que recuperaban con harto entusiasmo la labor de la reproducción, tomándose literal la expresión del Génesis de "creced y multipicaos", tanto que algunas familias mejor la transformaron en "creced y elevaos a la potencia". Y así llenaron de chamacos que pululaban por la calle ancha todas las noches.
Y pasando de nueva cuenta a la titánica tarea que nos hemos propuesto para este capítulo del blog, volveremos a describir brevemente las fiestas de agosto después de algunas someras referencias que en este mismo blog he hecho con anterioridad. Ya dijimos que la gente arregla bien sus casas en esos días, pero falta decir que las mujeres llenan de sustanciosa comida típica las cocinas para esperar a los 'forasteros'. Este término sí me consta que está reconocido por la Real Academia pero seguro nadie lo pronuncia con el fervor de los oriundos de mi pueblo que inhalan mientras pronuncian el término. Los forasteros somos la gente que como yo habitamos fuera, somos los hijos, los hermanos, los nietos, los tíos y los sobrinos de gente que todo el año tiene la no asimilada dicha de recorrer sus calles y callejones y de sacar la poltrona y sentarse en sus banquetas recién regadas todas las tardes y porqué no de mandar a los chamacos por unos "nenes" de "que la Gerarda", porque nadie los hace más buenos, por lo menos así los recuerdo yo (los nenes son hielitos de sabores dentro de bolsas de plástico que en el verano son comparables con la misma gloria, no la Gloria de Pancho, aclaro, la otra gloria, la que lleva minúsculas). Pues les decía que el quince de agosto la vida del pueblo se desquicia: se llena de carros, los juegos mecánicos tapan las calles aledañas a la plaza, los puestos con chucherías "made in China" son el paraíso perdido y vuelto a encontrar de todos los niños que desesperados quieren gastarse el dinero en alguna pistolita de agua, o una Barbie que por ser pirata se llama Bárbara. Y, por supuesto, en la noche el baile. Las muchachas salen muy arregladas a esperar a que un perfumado huasabeño con las botas y el sombrero bien puestos se decida a sacarlas a bailar, con la esperanza de que no esté muy patizambo para que no les vaya a pisar mucho los dedos del pie con las botas tan puntiagudas que han sido siempre la usanza, pero sobre todo que el ritmo le alcance al muchacho para poderle agarrar el paso con facilidad y no verse en la pista muy sin armonía. Espero no pecar de regionalista si digo que las mujeres de Huásabas son cosa especial, pero cada año que vuelvo se me hacen más bonitas y ninguna agencia de modelos se quejaría de la estatura, que vive Dios que es de lo más normal ver muchachas de 1.80 m. o hasta más altas. Supongo que las tortillas de harina, la leche de vaca, la carne y los frijoles son muy buenos ingredientes para criar hijos de muy buen tamaño. Pues el baile es una cosa que si lo ves desde fuera se antoja bastante especial. Obviamente que es un craso error hacer un análisis de outsider, particularmente porque son mucho más divertidos cuando formas parte integral de ellos y bailas en las pocas noches frescas que nos regala agosto, después de un buen chubasco, con muchos truenos y relámpagos. Las parejas bailan abrazados y bien pegaditos piezas con nombres como El cerezo rosa, Los palillos chinos, El niño perdido, La pilareña o zapatean con La loba o con El pábido nábido. Particularmente las canciones para zapatear tienen letras singulares: "Ahí va la loba del mar, le dicen los que la vieron... Una vieja chismolera al salir de su jacal le dijo a su compañera ahí va la loba del mar..." Yo nunca he descifrado qué es eso de la loba del mar y me la imagino como una especie de foca, pero no le encuentro la relación, pero no importa, cualquier sonorense que haya ido a un baila ha sacado polvo a la pista al son de sus notas. Y pues con la del Pábido Nábido ni me meto, que ahí sí ni al nombre le encuentro sentido.
La duración de las fiestas es de cuatro días, normalmente del 15 al 18 de agosto, aunque últimamente las ponen en el fin de semana previo para asegurar la concurrencia de más forasteros, que no todos pueden faltar a sus trabajos. Si bien la parte central es la nocturna, durante todo el día anda la muchachada dando la vuelta en sus carros, normalmente unos pick ups de muy desvergonzadas proporciones, y pasan con la música (los Tigres del Norte, la banda el Recodo o los Cadetes de Linares pareciera que se desgargantan de tanto que se les escucha en los escandalosos aparatos de sonido que ostentan en su sentido más 'ostentoso' los jóvenes y los no tanto). También es común que paseen arriba de los carro los "taka-takas" que son bandas sonorenses de cuatro o cinco integrantes con trompeta, tololoche, tambor y guitarra, si mal no recuerdo, y un vocalista normalmente con la voz muy gastada de tanto luchar. Ese sonido en particular es la principal señal de que las fiestas están en su apogeo y si hay varias bandas paséandose por las pocas calles y aún menos avenidas que tiene el pueblo quiere decir que las fiestas estuvieron "muy buenas", que es la expresión mayúscula de éxito del evento, ya que los huasabeños no nos caracterizamos por nuestra expresividad, es decir, somos muy "rancheros" y de pocas palabras (bueno, creo que yo no encajo en lo de pocas palabras... pero poco importa). Muchas cosas más hay que decir de las fiestas, porque no hice referencia a las fiestas religiosas, que necesitan un apartado especial con su novena de las cuatro y media de la mañana y su correspondiente Floresón (dícese del canto que se entona antes de cada Ave María en los rezos de la novena y cuya letra comienza con "Flores son de devoción..., pero que ya cantando nada más se entiende Floresón).
Y ya para terminar, les comento que el mismo cerro monumental que se yergue al este de Huásabas y que en otro capítulo comenté que me recibió con sus soberbios brazos hoy me dio un mensaje diferente cuando al salir del pueblo volteé a verlo. Y me dejó claro que él siempre estará ahí y la decisión de volver a visitarlo tan seguido como se pueda será eternamente mía, al igual que la de todos los que un día emprendimos el éxodo doloroso e ilusionado a otras tierras porque aun con toda su generosidad el pueblo no pudo satisfacer todas nuestras necesidades y expectativas.
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6 comentarios:
Que pena no entrar en la definicion de forastero (inhalando)
Me encanto tu post, tu orgullo Huasabeño, la manera de describir tu tierra, se pueden sentir hasta los sabores de los nenes en el paladar, se puede escuchar la musica y sentir el polvo que levantan las botas de los bailadores
Genial!, como los anteriores. Yo también soy "forastero" en mi pueblo, que sigue haciendo limpieza general para las fiestas patronales. Y la familia llena la despensa de dulces caseros y el corral de orondos pollos y patos para las paellas de esos días. Yo también me compraba de niño una pistolita de agua...
Ah, cuántos recuerdos y evocaciones en tus capítulos huasabeños! Y aquellos primeros bailes en plaza...
Un abrazo, amigo.
Ya escribe de Nueva Yoooooork Rafaaa... te estamos esperando!
Un abrazo.. Haz.
jaja kiero ir a pistear!!! jajjaj
Rafa, me da un gusto el haber encontrado tus escritos en la internet y haber leído tus fabulosos capítulos sobre Huásabas, su gente, sus olores y colores. Me han hecho reír a carcajadas y también se me ha salido una que otra lágrima.
Es curiosa la nostalgia que da cuando uno vive fuera del pueblo y a la vez, es confortante saber que hay quien comparte ese sentir, ese arraigo por el terruño aunque se esté lejos.
Voy a enviarle a la Jessy(la Santa como le llamabas)esta dirección, para que disfrute como yo tus memorias.
Un abrazo, María del Carmen Ramírez Siqueiros(Huasabeña).
hola me gusto muncho el relato sobre huasabas yo soy de la capital pero tengo mai raises son de por ai me apeido durazo boy acer todo lo posible por irr a las fiestas el 15 de agosto auque no te conosco rafa te felicito por tus relatos un abrazo
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