He dejado de buscar la felicidad en la realización plena de mis grandes proyectos de vida. Ahora la busco fragmentada, paulatina, intermitente. La he encontrado caprichosa y normalmente gratuita. Bastante básica, poco sofisticada, muy arbitraria. Ha aparecido en la amargura casi dulce de la espuma de un café con leche, en la tosca idea reveladora de un párrafo perdido escrito por autor desconocido o en la calidez de un momento aleatorio, el cuerpo tirado al sol y la mente tirada al blanco. Más cursi de lo que hubiera querido pensar, tan cliché que es placer culposo.
Pero, a veces, ha sido revolucionaria y en contravención a mis prejuicios: una felicidad de izquierda. Mientras que en otras ocasiones se ha lucido llegando puntualita a la cita de mis objetivos cumplidos; es patria, trabajo y familia: una felicidad de derecha.
En etapas previas de mi vida la felicidad la concebí, insisto, como el resultado previsible, calculable, de mis acciones, de mis logros. Pero ha sido más esquiva, más cuántica, menos euclidiana. Los proyectos de vida siguen ahí - algunos en construcción, algunos ya resueltos, otros desechados - como poderosos motivos que guían mi conducta. Me son indispensables para saber lo que quiero, o para pensar que sé lo que quiero - que aunque no es igual me produce la misma calma -. Pero la felicidad, como la vida, ha resultado ser más bien el trayecto y sus escollos que la propia meta.
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3 comentarios:
Es un texto con demasiadas contradicciones pese a lo corto que es.
Eso me pasa por escoger de mentor a Arjona ;).
totalmente de acuerdo!! para mi la felicidad es un estado mental, no un sentimiento ... he aprendido a que "estar" feliz es mucho mas gratificante y realista que "ser" feliz! Genial como siempre!!
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