Me une a Francia un gran cariño. Fue el primer país, descontando el mío propio, en el que viví. Desde muy joven me atrajo su lengua (le pupú le mató le gua-guau), su cultura y, ahora de manera muy especial (e inexplicable), sus quesos y jabones. Una de mis grandes sorpresas cuando pasé lo que dura un ciclo escolar de ese lado del charco, fueron más que las diferencias (que las llevaba muy presentes) las similitudes entre nuestros pueblos que se materializaron en una gran facilidad para hacerme amigo de franceses y estrechar mis relaciones con ellos. Para quienes lean los diarios, no les será difícil adivinar porqué traje el tema a colación, pero para los que tienen la suerte de estar sustraídos de los medios mexicanos y, en menor medida, de los franceses haré un breve recuento de la situación sobre la que aventuraré mis disipadas opiniones.
He de aclarar antes de comenzar que en este blog la sobre simplificación de la realidad es moneda corriente, como también lo es, paradójicamente, la sobre complejización de la simplicidad. Mi explicación con fines informativos sobre el caso de Florence Cassez es la siguiente: una ciudadana francesa (con apariencia celta-nórdica incluida) fue detenida por la Policía mexicana por estar involucrada con una banda dedicada al secuestro y que era dirigida por el novio de la susodicha (cuya culpabilidad, hasta donde yo sé, está un poquito más que acreditada). La detención tuvo la particularidad de que se volvió a realizar una vez completada para que las cámaras de televisión pudieran ver en vivo y en directo la detención de esta terrible banda dedicada a la comisión de tan terrible delito. Cassez fue condenada por un juez a 60 años de prisión, apeló la sentencia porque ella alega su inocencia, pero aquélla fue confirmada. Posteriormente, presentó junto a sus abogados y el acompañamiento consular de la Embajada de Francia en México un juicio de amparo (el que protege las garantías constitucionales). En este último se acaba de confirmar la sentencia, o más bien dicho, se negó que se deba reponer el juicio por considerarse que no hubo garantías violadas.
El caso de Florence Cassez se volvió para la relación Francia-México (que no es lo mismo que la relación México-Francia) el tema central, por lo que la decisión judicial en el juicio de amparo de hace unos días ocasionó en el Gobierno francés una serie de declaraciones que han recibido muchos adjetivos calificativos. Por ejemplo, la canciller francesa declaró que la decisión (judicial) en el caso Cassez afectaría indudablemente la relación entre los dos países. A ese nivel estamos, lo que digan tus tribunales afectará nuestras relaciones. Por su lado, el presidente francés, conocido por su personal estilo de gobernar, decidió en venganza que se dedicara a la señorita Florence cada evento de lo que iba a ser un hito en intercambio cultural y exhibición de la cultura mexicana en ese país, que había recibido el nombre de Año de México en Francia. Como su nombre lo indica, el 2011 iba a estar consagrado a una importante serie de eventos en los que se difundiría la cultura mexicana en Francia, ante la invitación de este país al nuestro. Pero bajo la amenaza del presidente Sarkozy (descortés dirían algunos) de criticar por el asunto en cuestión a México, en todos y cada uno de los eventos (en los que inicialmente se planeaba que el tema fuera la difusión de su cultura antigua, moderna y posmoderna), fue el Gobierno mexicano el que decidió cancelar las actividades en las que participaría como Estado hasta que se retirara el detallito de la dedicación a Cassez en cada evento del Año de México en Francia.
Hay varios puntos en este asunto que me dejan mal sabor de boca. El primero es por qué tiene que afectarse un evento cultural de esas dimensiones por un asunto que es eminentemente jurídico (y algo diplomático). La idea era llevar a un país europeo importante el mensaje, breve pero complicado, de que México es más que las cotidianas apariciones mediáticas sobre la violencia generada por el narcotráfico. La cultura ha sido para nuestro país el vehículo ideal para mostrar la riqueza y la diversidad que ha estado casi siempre escondida detrás de estereotipos y, nuevamente, sobresimplificaciones con acentos xenofóbicos. A menos que haya control de daños este año la cultura como instrumento para ese propósito tampoco logrará hacerlo. No este año, no en Francia.
El segundo es porqué una relación bilateral entre dos países con economías, poblaciones y vínculos histórico-culturales tan importantes, como los que tienen México y Francia, puede estar determinada por coyunturas sacadas de proporción. Cada asunto tiene su tamaño y sus propios mecanismos para procesarlos dentro de su propia naturaleza. Se entiende que dos hermanos se peleen porque uno le manchó una prenda de vestir al otro, pero ese detalle no debería bastar para que uno dejara de acudir a la boda del otro, con unos grititos sería suficiente, si me permiten la analogía. Cuesta entender porqué un asunto que es judicial termina siendo la piedra angular de toda la relación.
Otro asunto que deja dudas es cómo las autoridades francesas se enteraron y convencieron a prueba de todo de la inocencia de Cassez, cuando los tribunales judiciales de otro país en tres instancias encontraron que estaba acreditada su culpabilidad. Cierto que el sistema de procuración de justicia en México es fuertemente cuestionado por la impunidad y la inequidad, pero el acceso de la ciudadana francesa a todos los recursos legales de defensa fue total. Yo no sé si es inocente o culpable, no soy quien puedo decidirlo, pero sé que en terminos legales su asunto fue juzgado y revisado tres veces con los mismos resultados.
Que un país haga un berrinche por defender a su ciudadana también se entiende, pero cuesta seguir creyendo que los gobernantes, en general, se entreguen a tomar sus decisiones con las vísceras. Que usen los diversos aspectos de la vida de las sociedades a las que gobiernan como si fueran fichas de negociación de un juego de mesa en el que se pueden divertir intercambiando billetitos de papel. No son Napoleones de manicomio (aunque algunos lo parezcan). Lo que hacen afecta para bien y para mal la vida de las personas, por lo que el mínimo requerimiento es que tengan la suficiente capacidad analítica para distinguir entre temas y asuntos diversos. Sí, gobernar es complejo, pero se supone que ya lo sabían cuando aceptaron su cargo. La cosa pública implica que la racionalidad se imponga y que el objetivo último nunca deje de ser el bien común. En el caso que nos ocupa es difícil identificar qué bien común se protegió, o mejor dicho, qué salimos ganando los mexicanos y los franceses.
En lo personal, critico la reacción del presidente francés y, en términos matizados, justifico la posición del Gobierno mexicano en condicionar el apoyo al programa cultural si en cada evento un monito sarkozyano iba a estar criticando el sistema de justicia mexicano. No sólo por dignidad o ataques aterioesclerosos de nacionalismo, sino por no darnos el lujo de pagar más publicidad negativa, como si no tuviéramos suficiente. Claro, mis patrones son los que hicieron esto último, quién sabe qué pensaría si mi mente tuviera menos sesgo en el asunto. Pero en lo que son peras o son manzanas, sigo creyendo que las decisiones públicas deben poderse justificar sobre la base del bien común. Ah, eso y que si Sarkozy se quiere llevar a Cassez nos deje en prenda a Carla Bruni. Así tal vez nos la íbamos pensando.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
6 comentarios:
De nueva cuenta una lección cabal, masticada y digerida del derecho de gentes.
Gracias y felicitaciones.
El copretérito y el pospretérito son tiempos verbales tan ingratos y trágicos...
"el 2011 IBA a estar consagrado a una importante serie de eventos en los que se DIFUNDIRÍA la cultura mexicana en Francia"
Jajaja, en efecto, mi estimado Enrique. Ingratos... trágicos... contrafácticos... terribles...
:S
Mauro, muchas gracias, pero yo soy el que necesito las lecciones del derecho de gentes, jejeje.
Rafa
Hola Rafa:
Este caso, que seguí desde lejos, creo que tiene toda la pinta de ser el típico incidente que muestra las relaciones que muchos estados europeos (incluyendo al mío) tienen con los países americanos que están más al sur del Río Grande.
La de Mme. Cassez es esa actitud de los personajes de las películas americanas que, cuando la cosa se pone fea, gritan "!Sáqueme de aquí, que soy ciudadano americano!" (sustitúyase americano por francés).
Muchos europeos piensan que, por serlo, pueden hacer lo que quieran. Et pas du tout.
Meilleures salutations :-)
A Sarkozy lo único que le interesa ahora es mejorar el grado de popularidad y la Canciller francesa sólo quieren que desviar los reflectores del escanándalo tunecino. Lamentameblemente para Sarkozy este caso no será como el de Betancourt, al cual arroparse y salir como defensor del los ciudadanos franceses. La caída de la Canciller es cuestión de tiempo, ella misma ha dicho que lo suyo no es la comunicación y, por lo visto, tampoco la diplomacia. Lo suyo son los viajes y las diversiones pagadas con el erario de otros países.
Ha quedado claro cuál es la ponderación que tiene de México y los mexicanos el gobierno francés. El país de la elegancia y el estilo esmerado y pulido ha perdido toda la compostura. Reino Unido y después Francia. Que no se haga costumbre, por favor.
Publicar un comentario