Yo soy muy de acudir a la sabiduría popular cuando la mía propia no me alcanza, que es la mayoría de las veces. Haber pasado mi infancia al lado de mi nana Carmela sin duda fue un gran inicio para llenar mi cabecita de infante de dichos, refranes y proverbios. Los uso con toda frecuencia porque no hay que pensarle mucho cuando los siglos han decantado la experiencia humana en cortas cápsulas lingüísticas.
En este momento, por ejemplo, mi mente no se cansa de repetir un dicho que mi nana decía con frecuencia citando a la autora - cuya identidad desconozco pero que seguramente era alguna señora muy sabia de Huásabas. Decía esta aguda pensadora que vale más parir que esperar. Vale más parir que esperar. Es cierto.
Eso de estar esperando, creo yo, puede matar a cualquiera. Y si se trata de mí, me puede matar muy rápidamente (a diferencia de parir que, a Dios gracias, no es una posibilidad para mí). Porque los hay quienes vienen con paciencia de nacimiento, pero otros como yo tenemos que conformarnos con aguantar el estómago retorcerse con la idea de esperar. Además, la mayoría de las veces, cuando nos toca esperar es porque no nos queda otro remedio. Y a falta de otro remedio no queda más que esperar. Y ahí es donde la marrana tuerce el rabo.
Así que yo, mientras espero, le doy fin a esta desesperante entrada de mi blog.
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2 comentarios:
hola hermano,cómo te va por alla? De verdad me da un gusto enorme comunicarme contigo y no te desesperes...eii ti!o espero que te la estes pasando de lo mejor trabajando pero bueno espero que podramos ir pronto! cuidate*
Me decía cierto embajador español cuya casa frecuenté algún tiempo por temas de trabajo, que la impaciencia es mala cosa en un diplomático. Yo entendí que se refería a que hay que saber esperar pacientemente y aprovechar la ocasión en el momento que se presente.
Un saludo, Rafa.
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