Aunque no tengo qué reportar, excepto que me falta ingenio para no aburrirme ante tal falta de opciones de entretenimiento. Y además tendremos un puente (fin de semana largo) que normalmente sería una excelente vacación, pero la paranoia colectiva está haciendo de las suyas para deshacer planes que, de otra manera, hubieran sido muy divertidos.
Estoy completamente saturado de información mal dosificada, por la estrategia de los medios de mantener a sus receptores perpetuamente cautivos, por lo que le dan vueltas y vueltas al mismo tema, o agregan notas repitiendo lo mismo, sin aportar datos interesantes más que un par de veces al día (en los días buenos).
Y luego el desastre de las cifras, que en ocasiones es 7 muertos y en ocasiones 150. Alguien debe estar haciendo muy mal su trabajo como para que después de tantos días no sepamos con precisión cuántas personas han perdido la vida por esa enfermedad y cuantos contagios confirmados hay, para dejar de pensar que el virus ha atacado a más de 2 mil personas, cuando tal vez están enfermos de una gripa más común que corriente.
En particular, creo que los periodistas están haciendo un terrible trabajo desinformativo y me parece que es deliberado para mantener la atención en un tema que la capta porque la capta, ya que el narcotráfico la verdad es que nos tenía muy aburriditos, también a base de repeticiones noticiosas que terminaron privándolo de relevancia. Una incompetencia que todos ya de sobra conocemos, pero que da congoja cuando se hace tan expresa: en la misma nota aseguran que hay mil contagios de influenza porcina, y luego dicen que hay 29 contagios confirmados de esta enfermedad. Y si los otros no son confirmados, ¿no es acaso relevante que se aclare que son sospechosos, especialmete sí se trata de una enfermedad que comparte síntomas con casi todas las dolencias de la humanidad?
Pero claro, si sólo son 29 casos confirmados (o 30, o 90, o 1000, porque abundan diferentes datos) pues ya la gente se podría poner a pensar en otra cosa, lo cual sería seguramente considerado un desperdicio para la prensa y los noticieros.
Y luego la facilidad con la que las personas generan y repiten rumores, o los que elaboran "sofisticadas" teorías de la conspiración: que si Calderón se inventó todo el numerito para que se nos olvide que "ganó López Obrador", o para que se nos olvide que ganó el Chapo Guzmán, o para que los intereses extranjeros se apropien de nuestra Nación. ¡Ay Diosito! Hace falta tener muy poca voluntad para no echarle al menos algo de sentido común a las cosas y cuestionarse más bien si se están exagerando las cosas de manera deliberada para que la agenda pública se despeje de los temas incómodos (lo cual sí está dentro de las posibilidades de lo sensato, sin necesidad de llegar al Chupacabras porcino) o si, por el contrario, el número de contagios sea mayor al que anuncian las autoridades y se están tratando de minimizar las cosas para evitar la ya de por sí inflamada histeria colectiva, o peor aún, si ni siquiera las autoridades saben si es lo uno o lo otro.
Pero de ahí a que si fueron los OVNIs los que causaron esto, para apoderarse del planeta, o si fue por los flujos de energía del new age, o el castigo divino que nos ganamos porque la Suprema Corte declaró que una ley local que despenalice el aborto no es inconstitucional.
En fin, que ya es de todos sabido que la inteligencia no abunda y en casos de emergencias sanitarias se hace todavía más escasa y se esconde detrás de cubrebocas llenos de saliva escupida para hablar sandeces.
A mí lo único que me queda más claro (y vaya que ya lo sabía) es que los medios de comunicación masiva están desempeñando de manera muy deficiente su altísima responsabilidad social, atarantados por el perenne deseo de tener una audiencia cautiva, pero dejando de lado su compromiso ético de informar a la sociedad de manera oportuna, clara, con transparencia sobre la fuente de la información, pero qué podría esperarse de esos pseudoinformadores que ni siquiera tienen la capacidad de enunciarla de manera precisa, por vida de Dios.
jueves, abril 30, 2009
martes, abril 28, 2009
De virulencias y cosas por el estilo...
Y claro, de qué más podía yo hablar si todo lo que escucho tiene que ver con la influenza (gripe porcina, en medios internacionales).
Es jueves en la noche y yo tranquilamente veo una película en mi DVD. Como de costumbre no prendo la televisión para otra cosa. Ya bastante mal de la cabeza estoy, como para todavía agregarle caóticos noticieros alarmistas o telenovelas cuyos guiones y desenlaces, a falta de innovación, conozco desde que tengo 10 años. Así, el jueves en la noche que fue el momento de la alarma nacional me tomó a mí incomunicado en mi casa sin darme cuenta del riesgo de una pandemia, cuyo principal brote se daba ni más ni menos que en mi país. Qué digo mi país, en la misma ciudad donde vivo, porque la verdad poco me asusta cuando anuncian brotes de dengue en Tabasco o en Chiapas.
Yo amanecí el viernes tan tranquilo como siempre. Me despierto más tarde de lo que debería, así que cuando voy en el taxi rumbo al metro (al metro por vida de Dios!!!) llamo a mi oficina para saber si se ofrecía a algo y les comento que me sentía un poco mal del estómago. Mi interlocutora pregunta ¿y no tienes también escurrimientos nasales? La broma me pareció un poco pesada para esa hora de la mañana, pero fingí que me causaba algo de gracia. El taxista -pendiente de mi conversación al parecer- me dice "claro, su secretaria habrá pensado: si tiene usted influenza mejor ni se presente". Yo, por segunda vez, no entendía absolutamente nada, así que nuevamente fingí que me reía, mientras pensaba "qué le pasa a esta gente, no comprendo su humor".
Al llegar a la estación del metro veo que los vendedores ambulantes venden mascarillas (cubrebocas) a 2 por 10. Me parece un poco absurdo todo, pero es que yo por no ver la tele no entendía nada. Llego a la oficina y no escucho hablar más que de la influenza y es ahí que me doy cuenta de la noticia que se viene repitiendo (con un aumento en la intensidad de la preocupación) desde el viernes hasta hoy martes.
El guión de película mala de catástrofe sanitaria parece que se ha hecho realidad y no fue ahora en Hong Kong o en China (que son literal y metafóricamente nuestro "otro lado del mundo"), sino en la misma ciudad que habito. Al principio, mi lado escéptico no da mucho crédito de lo que oye, pero luego empiezan a sonar alarmas oficinas que me hacen pensar que sí se trata de algo serio.
Recomiendan no asistir a cines, ni centros comerciales o lugares de reunión de personas. Se suspenden las clases en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México. Aparecen casos en otro estado del centro de la República, San Luis Potosí. Después se escucha que también hay casos confirmados en California, Texas y Nueva York (los tres estados más poblados de la Unión Americana). Y unos días más tarde se confirman casos en España, en Escocia, en Israel, en Nueva Zelanda. La Organización Mundial de la Salud aumenta la alerta a nivel 4 por primera vez en la historia. Y todo mundo habla de la epidemia -dato confirmado por autoridades- y de la posibilidad alta de que se convierta en pandemia. Normalmente estos brotes infecciosos súper-mediatizados me daban algo de nerviosismo, pero no dejaban de ser algo lejano a mi persona. En esta ocasión es muy diferente, soy yo el que no puede ir al cine, al gimnasio, a centros nocturnos, porque están cerrados. Ayer se suspendieron las clases no sólo en la ciudad de México sino en toda la República. Todas esas cosas se convierten en razones -injustificadas la mayor parte de las veces- para el pánico colectivo.
En la calle hay pocos carros y las banquetas van pobladas por gente cubierta con cubrebocas. Para hoy martes, se ordenó a los restaurantes que sólo sirvieran comida para llevar y la mayoría de los negocios fueron invitados a cerrar para evitar que la gente pueda contagiarse. Los tribunales suspenden los plazos judiciales para evitar que los litigantes se presenten en las oficinas. La Secretaría del Trabajo recomienda que los empleados acudan en turnos diferidos, para que haya menos contacto entre las personas.
Yo, con lo que odio manejar en esta ciudad, me estoy viniendo al trabajo en mi carro, para evitar estar en contacto con mucha gente. En fin, lo raro de toda la situación es la ambigüedad entre sentir que estás en medio de una catástrofe, pero a la vez que no está pasando nada. Han muerto más personas de influenza, pero no está confirmado que se deba al nuevo virus más que en 20 casos (en EE.UU. mueren 40,000 personas al año por las influenzas normales, así que el número tampoco parece escandaloso juzgado a la luz de ese dato). Pero a la vez las medidas de prevención se supone que contendrían el ritmo de contagios, ya que la principal amenaza de este virus (más que su fatalidad) es la facilidad ocn la que se contagia de persona a persona. Hay más de mil contagios de los que se sospecha sea ese virus, pero tampoco se ha confirmado que sean de la nueva cepa del virus. Y si sigues recapitulando información, no sabes si sentirte seguro o no, si irte a pasear al parque que estará cómodamente solitario, aprovechando que no compartes la paranoia colectiva, o mejor irte a tu casa y prepararte un té, rezar el Rosario e ir arreglando tu testamento, por aquello de que los números te hagan la mala pasada de que tú seas el 21 confirmado.
Aunque yo soy un hipocondriaco que no conoce de límites, ni de racionalidad, esta vez la epidemia me ha agarrado tranquilo, aunque -he de confesar- con ciertas ganas de que susprendan labores en la oficina, más con ánimo vacacional que sanitario. Por si acaso, me lavo las manos seguido y dejé de usar el metro. No puedo ir al cine o a algún cafecito en una terraza agradable, ni reintegrarme al gimnasio, así que no sé bien cómo administrar mi ocio. Pero lo peor de todo, es la incertidumbre de no poder saber si pasará algo verdaderamente trágico, o todo quedará en una excelente campaña preventiva que logrará contener exitosamente el virus, y toda el nerviosismo habrá sido injustificado.
Y ya para terminar, les cuento un chiste que da constancia del típico humor mexicano (reír frente a la desgracia) que es una excelente válvula de escape para el estrés que todo esto causa:
¿Qué le dijo el Distrito Federal a la influenza?...
...
Respuesta: "Mira cómo tiemblo, mira cómo tiemblo".
(jajaja, sí me hizo reír mucho!!!)
Es jueves en la noche y yo tranquilamente veo una película en mi DVD. Como de costumbre no prendo la televisión para otra cosa. Ya bastante mal de la cabeza estoy, como para todavía agregarle caóticos noticieros alarmistas o telenovelas cuyos guiones y desenlaces, a falta de innovación, conozco desde que tengo 10 años. Así, el jueves en la noche que fue el momento de la alarma nacional me tomó a mí incomunicado en mi casa sin darme cuenta del riesgo de una pandemia, cuyo principal brote se daba ni más ni menos que en mi país. Qué digo mi país, en la misma ciudad donde vivo, porque la verdad poco me asusta cuando anuncian brotes de dengue en Tabasco o en Chiapas.
Yo amanecí el viernes tan tranquilo como siempre. Me despierto más tarde de lo que debería, así que cuando voy en el taxi rumbo al metro (al metro por vida de Dios!!!) llamo a mi oficina para saber si se ofrecía a algo y les comento que me sentía un poco mal del estómago. Mi interlocutora pregunta ¿y no tienes también escurrimientos nasales? La broma me pareció un poco pesada para esa hora de la mañana, pero fingí que me causaba algo de gracia. El taxista -pendiente de mi conversación al parecer- me dice "claro, su secretaria habrá pensado: si tiene usted influenza mejor ni se presente". Yo, por segunda vez, no entendía absolutamente nada, así que nuevamente fingí que me reía, mientras pensaba "qué le pasa a esta gente, no comprendo su humor".
Al llegar a la estación del metro veo que los vendedores ambulantes venden mascarillas (cubrebocas) a 2 por 10. Me parece un poco absurdo todo, pero es que yo por no ver la tele no entendía nada. Llego a la oficina y no escucho hablar más que de la influenza y es ahí que me doy cuenta de la noticia que se viene repitiendo (con un aumento en la intensidad de la preocupación) desde el viernes hasta hoy martes.
El guión de película mala de catástrofe sanitaria parece que se ha hecho realidad y no fue ahora en Hong Kong o en China (que son literal y metafóricamente nuestro "otro lado del mundo"), sino en la misma ciudad que habito. Al principio, mi lado escéptico no da mucho crédito de lo que oye, pero luego empiezan a sonar alarmas oficinas que me hacen pensar que sí se trata de algo serio.
Recomiendan no asistir a cines, ni centros comerciales o lugares de reunión de personas. Se suspenden las clases en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México. Aparecen casos en otro estado del centro de la República, San Luis Potosí. Después se escucha que también hay casos confirmados en California, Texas y Nueva York (los tres estados más poblados de la Unión Americana). Y unos días más tarde se confirman casos en España, en Escocia, en Israel, en Nueva Zelanda. La Organización Mundial de la Salud aumenta la alerta a nivel 4 por primera vez en la historia. Y todo mundo habla de la epidemia -dato confirmado por autoridades- y de la posibilidad alta de que se convierta en pandemia. Normalmente estos brotes infecciosos súper-mediatizados me daban algo de nerviosismo, pero no dejaban de ser algo lejano a mi persona. En esta ocasión es muy diferente, soy yo el que no puede ir al cine, al gimnasio, a centros nocturnos, porque están cerrados. Ayer se suspendieron las clases no sólo en la ciudad de México sino en toda la República. Todas esas cosas se convierten en razones -injustificadas la mayor parte de las veces- para el pánico colectivo.
En la calle hay pocos carros y las banquetas van pobladas por gente cubierta con cubrebocas. Para hoy martes, se ordenó a los restaurantes que sólo sirvieran comida para llevar y la mayoría de los negocios fueron invitados a cerrar para evitar que la gente pueda contagiarse. Los tribunales suspenden los plazos judiciales para evitar que los litigantes se presenten en las oficinas. La Secretaría del Trabajo recomienda que los empleados acudan en turnos diferidos, para que haya menos contacto entre las personas.
Yo, con lo que odio manejar en esta ciudad, me estoy viniendo al trabajo en mi carro, para evitar estar en contacto con mucha gente. En fin, lo raro de toda la situación es la ambigüedad entre sentir que estás en medio de una catástrofe, pero a la vez que no está pasando nada. Han muerto más personas de influenza, pero no está confirmado que se deba al nuevo virus más que en 20 casos (en EE.UU. mueren 40,000 personas al año por las influenzas normales, así que el número tampoco parece escandaloso juzgado a la luz de ese dato). Pero a la vez las medidas de prevención se supone que contendrían el ritmo de contagios, ya que la principal amenaza de este virus (más que su fatalidad) es la facilidad ocn la que se contagia de persona a persona. Hay más de mil contagios de los que se sospecha sea ese virus, pero tampoco se ha confirmado que sean de la nueva cepa del virus. Y si sigues recapitulando información, no sabes si sentirte seguro o no, si irte a pasear al parque que estará cómodamente solitario, aprovechando que no compartes la paranoia colectiva, o mejor irte a tu casa y prepararte un té, rezar el Rosario e ir arreglando tu testamento, por aquello de que los números te hagan la mala pasada de que tú seas el 21 confirmado.
Aunque yo soy un hipocondriaco que no conoce de límites, ni de racionalidad, esta vez la epidemia me ha agarrado tranquilo, aunque -he de confesar- con ciertas ganas de que susprendan labores en la oficina, más con ánimo vacacional que sanitario. Por si acaso, me lavo las manos seguido y dejé de usar el metro. No puedo ir al cine o a algún cafecito en una terraza agradable, ni reintegrarme al gimnasio, así que no sé bien cómo administrar mi ocio. Pero lo peor de todo, es la incertidumbre de no poder saber si pasará algo verdaderamente trágico, o todo quedará en una excelente campaña preventiva que logrará contener exitosamente el virus, y toda el nerviosismo habrá sido injustificado.
Y ya para terminar, les cuento un chiste que da constancia del típico humor mexicano (reír frente a la desgracia) que es una excelente válvula de escape para el estrés que todo esto causa:
¿Qué le dijo el Distrito Federal a la influenza?...
...
Respuesta: "Mira cómo tiemblo, mira cómo tiemblo".
(jajaja, sí me hizo reír mucho!!!)
martes, abril 21, 2009
Stereotypes...
Llego tarde a discutir un tema de esos que se ponen de moda y que tan útiles resultan para acompañar el café, cuando no tienes nada importante qué comentar. Tiene que ver con el esteretipo que tiene lo mexicano en el exterior y que suele ser tema de mucha susceptibilidad para muchos. Me parece que esto es resultado de que la identidad de lo mexicano está absolutamente no resuelta (claro que ninguna identidad ni nacional, ni regional, ni personal esté absolutamente resuelta). Hace un par de años, por ejemplo, hubo gran revuelo porque un cantante italiano de poca monta (creo) dijo que las mexicanas eran bigotonas. Luto nacional. Se comentó la nota una y otra vez en los medios masivos de comunicación y, sobre todo en las peluquerías, casi como si fuera un conflicto diplomático. Poco faltó para que rompiéramos relaciones con Italia, aunque meses después los conciertos de dicho cantante en el país (Tiziano Ferro, según me acuerdo) se seguían poblando con mexicanas, supongo que acabadas de rasurar.
Hace un poco menos, un jurado de un programa de baile argentino, dijo que los mexicanos éramos los más feos del mundo (ouch!!!) y que los únicos bonitos eran los que salían en la televisión (México exporta mucha programación -bastante mala- en particular al mundo hispanoparlante). Otra vez los medios se rasgaron las vestiduras y le dieron mucha más importancia de lo que el comentario racista de este tipejo merecía (cuyo nombre no recuerdo, porque creo que ni siquiera era un personaje conocido).
El 2009 no podía estar privado de un escándalo sobre el estereotipo de los mexicanos y en esta ocasión le tocó el turno a una campaña publicitaria en España de la franquicia de hamburguesas Burger King (amigos españoles: ¿les tocó ver esta campaña? ¿Se conoció en España el comunicado de la Embajada Mexicana repudiándola?). Se trataba de una nueva hamburguesa llamada "Texican", supongo que por tener ingredientes asociados con Texas y otros con México. El eslogan de la campaña era "Unidos por el destino" y retrataba a un cowboy rubio, alto y delgado, junto a un "mexicano" con la mitad de su estatura, el triple de diámetro en la cintura, máscara de luchador de lucha libre y un zarape (poncho) con la bandera de México.
Imagínense, si el llamar bigotonas a las féminas mexicanas fue causa de luto nacional, que nos retrataran a todos como enanos obesos vestidos con zarape (indumentaria asociada a otra época y clase social muy baja) y, además, que se atrevieran a usar la bandera de México (lábaro patrio altamente respetado en nuestro país) para coronar al chaparrito, pues por poco hace que rompamos relaciones con España y cancelemos todos nuestros vuelos a Madrid y a Barcelona (jaja, exagero en todo momento).
En general, considero que los estereotipos suelen ser moralmente dañinos, en tanto estigmatizan a grupos sociales. Tengo la impresión de que en sociedades multiculturales se usan más frecuentemente para denostar las características negativas de un grupo que sus virtudes sociales. Entonces, se les asignan los vicios que forman parte del inconsciente colectivo de un grupo a TODOS sus integrantes. Ahí me parece que radica la estigmatización y, por tanto, lo reprobable de su empleo.
Ahora bien, otra parte de mí suele fijarse en si hay alguna especie de verificación empírica sobre los mismos y que el estereotipo, usado con cuidado, no sirva para conocer mejor al grupo social o nacional en cuestión. Por ejemplo, en EE.UU. es común asociar a los migrantes mexicanos como gente que tiene muchos hijos y luego pide los beneficios de la seguridad social (algo parecido ocurre con el esterotipo de los turcos o árabes en algunos países de Europa). Sin embargo, las tasas de natalidad entre mexicanos y estadounidenses es muy similar, por lo que ese estereotipo difícilmente se sostiene. Respecto a la campaña de Burger King, el estereotipo del mexicano es que es chaparrito -bajito- y gordo. Esas son características físicas, así que también es posible contrastarlas. No tengo el dato de la estatura promedio en México, pero me parece bastante claro que es algo menor que la de los estadounidenses anglosajones. Claro que un gran número de mexicanos son altos e incluso hay muchos muy altos, pero eso no evita el hecho de que muchos mexicanos son chaparritos y que en promedio muy probablemente son más bajos que los texanos.
Luego viene lo de la obesidad del enanito "mexicano". Obviamente no todos los mexicanos son así de gordos, pero otro hecho lamentable es que somos el segundo país con más obesidad en el mundo y, más lamentablemente aún, que ocupamos el primer lugar en obesidad infantil. Pero si ésta es la estadística usada para elaborar la campaña, se equivocan tremendamente, porque el país con más obesos es justamente Estados Unidos. Entonces, el vaquero debería ser también regordete (sobre todo, si tiene entre sus costumbres comer en Burger King).
Sobre la frase "Unidos por el destino", lo que refleja es un terrible desconocimiento histórico, porque Texas y México no fueron unidos precisamente por el destino. Lo que interpreto de esa frase, es que aunque sean tan diferentes (uno tan alto y delgado, y el otro tan gordo y enano), como les tocó ser vecinos el uno del otro tuvieron que unirse así nomás porque el destino los puso juntitos.
No me extenderé en explicar que no fueron dos territorios que se "unieran", sino, al revés, fueron dos territorios que se separaron. Texas fue parte de la colonia española llamada Nueva España que es el antecedente directo de lo que ahora es México. Cuando el país se independizó, Texas continuó siendo parte del territorio mexicano. Un enorme flujo de estadounidenses con intereses expansionistas empezó a establecerse en esa provincia desde tiempos de La Colonia, y aumentaron en gran número después de la Independencia. Y no pasó mucho tiempo de vida independiente, cuando empezaron a reclamar su autonomía del gobierno de México (que -hay que decirlo- estaba hecho pelotas con luchas intestinas y defendiéndose de España y Francia que querían reconquistar -el uno- y apoderarse -el otro-, mientras que Inglaterra y EE.UU. reclamaban violentamente el pago de deudas contraídas para estos efectos). Creo que conociendo esta simple información es muy difícil sostener que México y Texas fueron (a diferencia de su hamburguesa) "unidos por el destino".
Y, para terminar, creo que la molestia que causa este tipo de estereotipos de lo mexicano, es un asunto interno de discusión de nuestra identidad. Oí decir a varios (al describir el estereotipo "negativo") que el monito era chaparro, gordo y morenito. Para empezar, lo morenito no es, en lo absoluto, una imagen negativa. En todo caso es parcial, porque el país es predominantemente mestizo -con un veintitantos porciento de indígenas no mezclados- y la piel oscura suele ser un rasgo mayoritario, más no onmipresente, al igual que la estatura baja. Y lo de la gordura, insisto, es bastante acertado para épocas recientes.
La máscara de luchador y el zarape efectivamente hacen referencia a rasgos que culturalmente se asocian a las clases bajas, por eso es que resulta molesto para algunos integrantes de las clases media y alta. Pero, en mi opinión, tampoco es para tanto. Puede no gustarnos esa imagen, pero no podemos negar que es parte del folclor. México es muuuucho más que eso, sí, es claro... es gente en la lista de Forbes, son artistas reconocidos, son intelectuales respetados, son su clase media integrada en la noción de "modernidad occidental" y también son grupos progresistas y alternativos, en fin, una larga lista esperable para un país de cien millones de habitantes, multicultural, décima primera potencia económica, etcétera. Pero en todo caso, nos corresponde a nosotros ir gradualmente cambiando esa imagen hacia ideas que nos parezcan más favorecedoras o, al menos, acertadas a nuestra realidad nacional, para que cada vez sea menos frecuente que nos retraten con personas que parecen salidas de una pesadilla del México rural del siglo XIX.
Hace un poco menos, un jurado de un programa de baile argentino, dijo que los mexicanos éramos los más feos del mundo (ouch!!!) y que los únicos bonitos eran los que salían en la televisión (México exporta mucha programación -bastante mala- en particular al mundo hispanoparlante). Otra vez los medios se rasgaron las vestiduras y le dieron mucha más importancia de lo que el comentario racista de este tipejo merecía (cuyo nombre no recuerdo, porque creo que ni siquiera era un personaje conocido).
El 2009 no podía estar privado de un escándalo sobre el estereotipo de los mexicanos y en esta ocasión le tocó el turno a una campaña publicitaria en España de la franquicia de hamburguesas Burger King (amigos españoles: ¿les tocó ver esta campaña? ¿Se conoció en España el comunicado de la Embajada Mexicana repudiándola?). Se trataba de una nueva hamburguesa llamada "Texican", supongo que por tener ingredientes asociados con Texas y otros con México. El eslogan de la campaña era "Unidos por el destino" y retrataba a un cowboy rubio, alto y delgado, junto a un "mexicano" con la mitad de su estatura, el triple de diámetro en la cintura, máscara de luchador de lucha libre y un zarape (poncho) con la bandera de México.
Imagínense, si el llamar bigotonas a las féminas mexicanas fue causa de luto nacional, que nos retrataran a todos como enanos obesos vestidos con zarape (indumentaria asociada a otra época y clase social muy baja) y, además, que se atrevieran a usar la bandera de México (lábaro patrio altamente respetado en nuestro país) para coronar al chaparrito, pues por poco hace que rompamos relaciones con España y cancelemos todos nuestros vuelos a Madrid y a Barcelona (jaja, exagero en todo momento).
En general, considero que los estereotipos suelen ser moralmente dañinos, en tanto estigmatizan a grupos sociales. Tengo la impresión de que en sociedades multiculturales se usan más frecuentemente para denostar las características negativas de un grupo que sus virtudes sociales. Entonces, se les asignan los vicios que forman parte del inconsciente colectivo de un grupo a TODOS sus integrantes. Ahí me parece que radica la estigmatización y, por tanto, lo reprobable de su empleo.
Ahora bien, otra parte de mí suele fijarse en si hay alguna especie de verificación empírica sobre los mismos y que el estereotipo, usado con cuidado, no sirva para conocer mejor al grupo social o nacional en cuestión. Por ejemplo, en EE.UU. es común asociar a los migrantes mexicanos como gente que tiene muchos hijos y luego pide los beneficios de la seguridad social (algo parecido ocurre con el esterotipo de los turcos o árabes en algunos países de Europa). Sin embargo, las tasas de natalidad entre mexicanos y estadounidenses es muy similar, por lo que ese estereotipo difícilmente se sostiene. Respecto a la campaña de Burger King, el estereotipo del mexicano es que es chaparrito -bajito- y gordo. Esas son características físicas, así que también es posible contrastarlas. No tengo el dato de la estatura promedio en México, pero me parece bastante claro que es algo menor que la de los estadounidenses anglosajones. Claro que un gran número de mexicanos son altos e incluso hay muchos muy altos, pero eso no evita el hecho de que muchos mexicanos son chaparritos y que en promedio muy probablemente son más bajos que los texanos.
Luego viene lo de la obesidad del enanito "mexicano". Obviamente no todos los mexicanos son así de gordos, pero otro hecho lamentable es que somos el segundo país con más obesidad en el mundo y, más lamentablemente aún, que ocupamos el primer lugar en obesidad infantil. Pero si ésta es la estadística usada para elaborar la campaña, se equivocan tremendamente, porque el país con más obesos es justamente Estados Unidos. Entonces, el vaquero debería ser también regordete (sobre todo, si tiene entre sus costumbres comer en Burger King).
Sobre la frase "Unidos por el destino", lo que refleja es un terrible desconocimiento histórico, porque Texas y México no fueron unidos precisamente por el destino. Lo que interpreto de esa frase, es que aunque sean tan diferentes (uno tan alto y delgado, y el otro tan gordo y enano), como les tocó ser vecinos el uno del otro tuvieron que unirse así nomás porque el destino los puso juntitos.
No me extenderé en explicar que no fueron dos territorios que se "unieran", sino, al revés, fueron dos territorios que se separaron. Texas fue parte de la colonia española llamada Nueva España que es el antecedente directo de lo que ahora es México. Cuando el país se independizó, Texas continuó siendo parte del territorio mexicano. Un enorme flujo de estadounidenses con intereses expansionistas empezó a establecerse en esa provincia desde tiempos de La Colonia, y aumentaron en gran número después de la Independencia. Y no pasó mucho tiempo de vida independiente, cuando empezaron a reclamar su autonomía del gobierno de México (que -hay que decirlo- estaba hecho pelotas con luchas intestinas y defendiéndose de España y Francia que querían reconquistar -el uno- y apoderarse -el otro-, mientras que Inglaterra y EE.UU. reclamaban violentamente el pago de deudas contraídas para estos efectos). Creo que conociendo esta simple información es muy difícil sostener que México y Texas fueron (a diferencia de su hamburguesa) "unidos por el destino".
Y, para terminar, creo que la molestia que causa este tipo de estereotipos de lo mexicano, es un asunto interno de discusión de nuestra identidad. Oí decir a varios (al describir el estereotipo "negativo") que el monito era chaparro, gordo y morenito. Para empezar, lo morenito no es, en lo absoluto, una imagen negativa. En todo caso es parcial, porque el país es predominantemente mestizo -con un veintitantos porciento de indígenas no mezclados- y la piel oscura suele ser un rasgo mayoritario, más no onmipresente, al igual que la estatura baja. Y lo de la gordura, insisto, es bastante acertado para épocas recientes.
La máscara de luchador y el zarape efectivamente hacen referencia a rasgos que culturalmente se asocian a las clases bajas, por eso es que resulta molesto para algunos integrantes de las clases media y alta. Pero, en mi opinión, tampoco es para tanto. Puede no gustarnos esa imagen, pero no podemos negar que es parte del folclor. México es muuuucho más que eso, sí, es claro... es gente en la lista de Forbes, son artistas reconocidos, son intelectuales respetados, son su clase media integrada en la noción de "modernidad occidental" y también son grupos progresistas y alternativos, en fin, una larga lista esperable para un país de cien millones de habitantes, multicultural, décima primera potencia económica, etcétera. Pero en todo caso, nos corresponde a nosotros ir gradualmente cambiando esa imagen hacia ideas que nos parezcan más favorecedoras o, al menos, acertadas a nuestra realidad nacional, para que cada vez sea menos frecuente que nos retraten con personas que parecen salidas de una pesadilla del México rural del siglo XIX.
jueves, abril 16, 2009
Aquí y ahora
¡Tengo unas ganas de que el mundo se detenga un poco! O, bueno, nada más que se tranquilice. "Después de la tempestad viene la calma" -dice el refrán- pero yo creo que a esta tempestad ya le gustó el alboroto y que cree que llegó para quedarse.
Hace meses que quiero un tiempo para mí. Pero no para mi trabajo, ni para mis sueños, ni para mis ojos, únicamente para mí (en inglés diríamos para myself). Y tener aunque sea a ratos lo que se conoce como peace of mind.
Ahora bien, no vayan a creer los que lean esto que estoy usando mi blog como Muro de los Lamentos y que esta entrada está dedicada a quejarme de cuán desgraciado soy. Todo lo contrario. Me gusta lo que hago y que mi vida sea intensa y vertiginosa. Es solo que a veces tengo que reclamarme a mí mismo un poco de calma, sobre todo cuando parece que uno ya no es dueño de sí. Así que he fijado mi objetivo en encontrar un punto de equilibro entre la sepulcral inamovilidad y el constante movimiento telúrico que tumba cualquier edificio.
Imagino, por ejemplo, una tarde serena en alguna hipotética casa de playa, sólo conmigo y unos cuantos amigos y, claro, un refrigerador lleno de comida y bebida. Y que la memoria me hiciera el favor de no recordar ni tiempos, ni plazos, ni horas; que desaparecieran las nociones de Alfa y Omega, de aquí empieza y aquí termina, de ya llegué y ahora ya me voy. Poder no recordar qué sigue durante un largo rato. Y disfrutar el aquí y el ahora (no es nada difícil cuando el aquí es una hipotética casa de playa y el ahora una tarde serena frente al mar) como si no hubiera nada más. Borrar por instantes el pasado y el futuro y quedarme con el presente en bruto, tirado bajo la sombra de un porche salido como de alguna pintura impresionista.
Y luego Rafa vuelve en sí y está en la oficina y tiene que hacer un par de llamadas y después del trabajo salir corriendo a consulta con su oftalmóloga, no sin antes echarse unas gotitas de cortisona, entre cuyas contraindicaciones encuentra que puede causar glaucoma. Y al recordarlo se ríe y piensa que ya será posible en algún momento lo de la hipotética casa de playa, en la cual correrá un viento fresco y tranquilo y que hasta las olas romperán armónicamente contra la playa y tal vez a lo lejos escuchará sonar una guitarra y será lo único que habrá en su mente...
Hace meses que quiero un tiempo para mí. Pero no para mi trabajo, ni para mis sueños, ni para mis ojos, únicamente para mí (en inglés diríamos para myself). Y tener aunque sea a ratos lo que se conoce como peace of mind.
Ahora bien, no vayan a creer los que lean esto que estoy usando mi blog como Muro de los Lamentos y que esta entrada está dedicada a quejarme de cuán desgraciado soy. Todo lo contrario. Me gusta lo que hago y que mi vida sea intensa y vertiginosa. Es solo que a veces tengo que reclamarme a mí mismo un poco de calma, sobre todo cuando parece que uno ya no es dueño de sí. Así que he fijado mi objetivo en encontrar un punto de equilibro entre la sepulcral inamovilidad y el constante movimiento telúrico que tumba cualquier edificio.
Imagino, por ejemplo, una tarde serena en alguna hipotética casa de playa, sólo conmigo y unos cuantos amigos y, claro, un refrigerador lleno de comida y bebida. Y que la memoria me hiciera el favor de no recordar ni tiempos, ni plazos, ni horas; que desaparecieran las nociones de Alfa y Omega, de aquí empieza y aquí termina, de ya llegué y ahora ya me voy. Poder no recordar qué sigue durante un largo rato. Y disfrutar el aquí y el ahora (no es nada difícil cuando el aquí es una hipotética casa de playa y el ahora una tarde serena frente al mar) como si no hubiera nada más. Borrar por instantes el pasado y el futuro y quedarme con el presente en bruto, tirado bajo la sombra de un porche salido como de alguna pintura impresionista.
Y luego Rafa vuelve en sí y está en la oficina y tiene que hacer un par de llamadas y después del trabajo salir corriendo a consulta con su oftalmóloga, no sin antes echarse unas gotitas de cortisona, entre cuyas contraindicaciones encuentra que puede causar glaucoma. Y al recordarlo se ríe y piensa que ya será posible en algún momento lo de la hipotética casa de playa, en la cual correrá un viento fresco y tranquilo y que hasta las olas romperán armónicamente contra la playa y tal vez a lo lejos escuchará sonar una guitarra y será lo único que habrá en su mente...
jueves, abril 02, 2009
Para Alejandra:
(Lo que a continuación publico es un mensaje de correo electrónico que le envié a una gran amiga que ha sido nombrada para una responsabilidad mayor a la que ya tenía en la administración pública federal y que quiero firmemente compartir con mis cuatro lectores, ya que considero que introduce una reflexión sobre la importancia de la labor de los funcionarios.)
Hoy había sido un día muy pesado para mí. Te cuento un poco: hoy realicé el cuarto examen de la primera eliminatoria para el ingreso al Servicio Exterior, de traducción de francés. Han sido meses muy duros de trabajo y estudio en el poco tiempo libre que me dejaban mis ocupaciones laborales, personales y sociales. Después de cuatro días de despertarme a las cinco y media de la mañana, de soportar todo el estrés que me producen las semanas más pesadas de "chamba" al año, al mismo tiempo que hacía mis exámenes, además de la programación de mi operación de la vista que me realizaré el próximo martes, los trámites del seguro, tener visitas en casa, esperar a mi papá para la próxima semana y un largo etcétera de "etceteritas", aderezado con una gripe incipiente que me está molestando desde hace dos días. Digo que todas esas cosas habían hecho este día y los que le anteceden (y así amenazan con ser los que le precederán) bastante difíciles.
Y entro hoy a mi correo en un espacio que pude hacerme y encuentro tu maravilloso mensaje. Y quiero compartir contigo, además de mi más profunda felicitación y la reiteración de la admiración que tengo por tu vocación del servicio público, que has sido la causa de una alegría inmensa. Una alegría personal. Lo repito: tú has sido la causa de una alegría inmensa en uno de esos días en los que el peso de las circunstancias te hace preguntarte si las cosas estarán valiendo la pena. Y de una alegría en medio de la desesperanza que causan ciertos funcionarios públicos que parecen que fueran todos, aunque cuando te acercas al gobierno y conoces a gente como tú, caes en la cuenta de que llaman más la atención los malos perfiles en la Administración Pública, que los honrosos ejemplos de los que, como tú, sirven a su prójimo con devoción y se convierten en la cara amable de un Estado secular del que estamos más acostumbrados a ver malos gestos.
Enhorabuena por ti, Alejandra, y por Sinaloa que ahora disfrutará de tu fineza y aunque Sonora tendrá que privarse por el momento de tu presencia, más le vale estar agradecida por haber contado durante todos estos años con una funcionaria que honra a la función pública.
P.D. Espero que no te moleste, pero este mensaje también lo publicaré en el blog del que tantas veces hemos hablado.
Rafael Barceló Durazo
Hoy había sido un día muy pesado para mí. Te cuento un poco: hoy realicé el cuarto examen de la primera eliminatoria para el ingreso al Servicio Exterior, de traducción de francés. Han sido meses muy duros de trabajo y estudio en el poco tiempo libre que me dejaban mis ocupaciones laborales, personales y sociales. Después de cuatro días de despertarme a las cinco y media de la mañana, de soportar todo el estrés que me producen las semanas más pesadas de "chamba" al año, al mismo tiempo que hacía mis exámenes, además de la programación de mi operación de la vista que me realizaré el próximo martes, los trámites del seguro, tener visitas en casa, esperar a mi papá para la próxima semana y un largo etcétera de "etceteritas", aderezado con una gripe incipiente que me está molestando desde hace dos días. Digo que todas esas cosas habían hecho este día y los que le anteceden (y así amenazan con ser los que le precederán) bastante difíciles.
Y entro hoy a mi correo en un espacio que pude hacerme y encuentro tu maravilloso mensaje. Y quiero compartir contigo, además de mi más profunda felicitación y la reiteración de la admiración que tengo por tu vocación del servicio público, que has sido la causa de una alegría inmensa. Una alegría personal. Lo repito: tú has sido la causa de una alegría inmensa en uno de esos días en los que el peso de las circunstancias te hace preguntarte si las cosas estarán valiendo la pena. Y de una alegría en medio de la desesperanza que causan ciertos funcionarios públicos que parecen que fueran todos, aunque cuando te acercas al gobierno y conoces a gente como tú, caes en la cuenta de que llaman más la atención los malos perfiles en la Administración Pública, que los honrosos ejemplos de los que, como tú, sirven a su prójimo con devoción y se convierten en la cara amable de un Estado secular del que estamos más acostumbrados a ver malos gestos.
Enhorabuena por ti, Alejandra, y por Sinaloa que ahora disfrutará de tu fineza y aunque Sonora tendrá que privarse por el momento de tu presencia, más le vale estar agradecida por haber contado durante todos estos años con una funcionaria que honra a la función pública.
P.D. Espero que no te moleste, pero este mensaje también lo publicaré en el blog del que tantas veces hemos hablado.
Rafael Barceló Durazo
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