Una vez aceptada por unanimidad la "nueva imagen" de mi blog, me dispongo a escribir sobre este asunto tan complicado de las fiestas de fin de año. La primera dificultad que nos presentan estas fechas es la indivisibilidad del humano, porque se juntan varios compromisos que seríamos incapaces de dejar de lado, si no fuera porque sólo puedes estar al mismo tiempo en un solo lugar. Uno trata desde noviembre de distribuir lo mejor posible los eventos y se empiezan a agendar las reuniones de despedidas, las posadas, las fiestas del trabajo y de los amigos, etcétera, tratando de poder ir a todas con la mejor disponibilidad posible. Pero ya para cuando llega diciembre, yo por lo menos, estoy completamente hecho bolas, tratando de compaginar todas las citas, porque, por vida de Dios, son todas muy divertidas y agradables y no me parece justo que tenga uno que decidirse ir a unas, en perjuicio de las otras. Simplemente así no se logra ningún óptimo social.
Un buen tip, que he aprendido con los años, es a no empecinarse en organizar todas estas reuniones por la noche, porque así se tiene uno que ajustar más, sino a distribuirlas entre desayunos, comidas y cenas, de tal manera que cada día ofrece la posibilidad de llevar a cabo tres dignas fiestas navideñas con diferentes grupos.
Este fin de semana me resultó particularmente atribulado, pues se juntó con que hoy mismo salgo a pasar mis vacaciones navideñas a mi tierra, Sonora, después de una larga ausencia de mis lares, que se prolongó desde agosto hasta diciembre. Entonces, me quedé con las ganas de ver a más gente para desarles (y que me desearan) muy feliz navidad y próspero año nuevo y chorizo con huevo y todas esas cosas que cansan por repetitivas, pero que no dejan de tener un cierto nivel de encanto (muy escondido entre el exceso de SantaCloses y renos con la nariz roja y estrellitas brillosas y arbolitos de navidad y nochebuenas).
Antes de cerrar con esta entrada, para la cual tenía la firme intención de hacerla muy breve, no puedo dejar de comentarles que estuve a un pelo de cambiar de profesión y dedicarme de lleno al modelaje. Ustedes pensarán que es broma y, después de haber visto mis fotos, cuestionarse sobre los estándares estéticos que tendrían que imperar para que yo pudiera incursionar en el mundo del modelaje. Pero es tan diversa la viña del Señor (con mayúscula, claro) que el viernes cuando fui a medirme un esmoquin para una entrega de premios, de la que fui conductor (una actividad de mi trabajo, nada de altos vuelos, digo para no elevar inútilmente expectativas), pues las señoras de la tienda consideraron mientras me medía el traje que tal vez sería buena idea que yo modelara los modelitos de la tienda, ya que al tipo que habían contratado para ese efecto nunca se presentó (así debe de haber estado la paga). Decían cosas que mi ego asimilaba ambiguamente, como "pues, está bien el muchacho" (con un tono muuuuy conformista, debo decir, con toda humildad)... y agregaba la otra "pues por lo menos está alto". La amiga que me acompañó a hacer esos menesteres se moría de la risa, mientras simultáneamente negociaba los términos del contrato, logrando que se me prometiera como pago dejarme gratis la renta del esmoquin. Un tanto leonino el contrato, a mi parecer, pero al final no llegamos a ningún acuerdo, porque se requería que yo esperara un buen tiempo en lo que llegaba el fotógrafo y en lo que me medía los distintos trajes, ya se me empalmaba con la entrega de premios.
Ya continuaré con esta reseña, porque es hora de que me vaya a tomar el avión a Hermosillo, antes de que la mala fortuna, que se presenta siempre en la forma de embotellamientos de tráfico, me haga perder al avión... así que esta historia... continuará...
lunes, diciembre 15, 2008
jueves, diciembre 11, 2008
Blog metrosexual
Le he cambiado la imagen a mi blog. En realidad los cambios son mínimos porque tampoco puedo negar que soy un conservador. Básicamente el cambio importante ha sido la inclusión de una imagen principal. Se trata del callejón que conduce hacía el río desde mi casa en Huásabas. Ese es un camino que recorrí muchas veces, un camino que vuelvo a recorrer cada vez que tengo la ocasión y que sé volveré a visitar, y así es mi blog. No sé bien a dónde me conduzca, pero disfruto el trayecto sin importarme el destino al que me lleve.
Mi nombre aparece como emanando de los rayos del sol, lo cual le da cierta aura de santidad que no me viene nada mal. Lo único que no me gustó, pero que no pude arreglar es el tamaño de la imagen que terminó por ocupar casi toda la pantalla y desplazó al texto que, se supone, debería ser lo sustancial en un blog. Pero aprovechando que somos una sarta de homo videns (Giovanni Sartori dixit), espero que la imagen sea un buen preámbulo para lo escrito.
Digamos que se tratará de un período de prueba, así que si no les gusta a mis cuatro lectores, no hace falta más que decirlo y en ese momento doy marcha atrás a la nueva imagen metrosexual de mi blog y volvemos al estilo ñoño chic, como calificaba una amiga el mío, para mi injustificado regocijo.
Mi nombre aparece como emanando de los rayos del sol, lo cual le da cierta aura de santidad que no me viene nada mal. Lo único que no me gustó, pero que no pude arreglar es el tamaño de la imagen que terminó por ocupar casi toda la pantalla y desplazó al texto que, se supone, debería ser lo sustancial en un blog. Pero aprovechando que somos una sarta de homo videns (Giovanni Sartori dixit), espero que la imagen sea un buen preámbulo para lo escrito.
Digamos que se tratará de un período de prueba, así que si no les gusta a mis cuatro lectores, no hace falta más que decirlo y en ese momento doy marcha atrás a la nueva imagen metrosexual de mi blog y volvemos al estilo ñoño chic, como calificaba una amiga el mío, para mi injustificado regocijo.
lunes, diciembre 08, 2008
Puebla
Estaba yo acordándome de que el valor de los carros disminuye conforme acumulan kilómetros de viaje. Entonces, me entró la preocupación de que lo mismo les pase a las personas, porque últimamente le he metido mucho kilometraje a mis registros. El fin de semana siguiente a mi viaje a Guadalajara, fuimos a Puebla con Ceci y Guille, mis amigos argentinos que están a punto de regresar a su país, acompañados de la lúcida criatura de cuatro años que responde al nombre de Eliseo, quien siempre sale con alguna ocurrencia del siguiente tipo: íbamos en el carro escuchando la canción "Me voy" de Julieta Venegas y entonces preguntó ¿a dónde, Mami? - ¿A dónde qué? - ¿A dónde se va? - ¿Quién? - ¿Ella, la mujer que está cantando, a dónde se va? Difícil de contestar, porque la canción no lo informaba, pero más difícil aún fue contener la carcajada.
El camino a Puebla me dejó claras dos cosas: la ciudad de México es más grande de lo que uno toma conciencia cuando se desenvuelve únicamente en sus colonias centrales. Pero para poder salir de ella hacia Puebla y el sureste del País (lado oriente), hay que atravezar lo que parece una interminable sucesión de ciudades-dormitorio, color metal y cemento, que tributan millones de personas que se desplazan por toda la ciudad. La segunda cosa, más alegre, fue contemplar la hermosura del pequeño tramo que ha podido permanecer deshabitado entre las dos ciudades, únicamente por la buena fortuna de sus escarpadas montañas vestidas de encinos y pinos, con una vista privilegiada al volcán Popocatépetl y las amenazadas nieves perpetuas que cubren su cima, a una altitud mayor a los cinco mil metros sobre el nivel del mar y que vigila con cuidado los valles de Puebla y de México (este último, si la contaminación se lo permite).
Puebla, capital del estado con el mismo nombre, es el centro de la cuarta zona metropolitana más poblada del país, con más de dos millones de habitantes en total. Fue probablemente la segunda ciudad en importancia durante la Colonia y fue concebida y creada durante ese período para ser una ciudad de españoles. Posteriormente perdió importancia relativa en el país, pero su majestuoso centro histórico da muestra de su glorioso pasado, con sus miles de imponentes construcciones de colores muy vivos y, algunas de ellas, decoradas con azulejos hechos de un material local llamado talavera, que es muy apreciado como artesanía por su resistencia y su fina ornamentación.
Los habitantes de Angelópolis (que es el pseudónimo de Puebla) son conocidos como poblanos (sí, ya sé, ¡qué obviedad! Pero es que no sabía cómo iniciar este párrafo) y tienen entre algunos chilangos reputación de ser gente muy "especial" (cáptese la carga negativa del eufemismo), cerrados sobre ellos mismos, elitistas, conservadores y algunos otros adjetivos que, a mi juicio, son muy propios de las ciudades mexicanas con mucha tradición colonial.
Pero lo que es innegable es que la gastronomía poblana es de las más variadas y exquisitas de la comida mexicana. La estrella más brillante de este firmamento alimenticio de ensueño seguramente lo ocupa el mole, que es como mi perdición. Es una salsa preparada a base de chocolate, almendras, cacahuates, varios tipos de chile, ajonjolí y no sé cuántas cosas más. Con una apariencia suave y de un color café oscuro, se usa para cubrir piernas de pavo o pollo, o ya sea en "enchiladas" es decir, tortillas rellenas de pollo. Si naufragara en una isla desierta yo sólo pido conservar mi celular (con señal, claro, para pedir auxilio) y mucho mole para aguantar la pena de la soledad y el abandono. También es tradicional de este estado otro platillo que se llama Chiles en Nogada, que es un chile verde bastante grande, el cual se rellena de una mezcla de carne molida con nueces, pasas y otras frutas secas y que se baña con una deliciosa salsa, preparada a base de nuez y que va adornada con rojos granos de granada. Es el plato tradicional mexicano, porque la temporada en que puede prepararse con ingredientes frescos es justamente en septiembre, el mes de la Patria, y porque tiene los tres colores de nuestra bandera (¡Ay, el patriotismo gastronómico! Más cursi y me atrapa).
Ya integrada a la zona metropolitana de Puebla está la ciudad de Cholula, una de las diez ciudades más antiguas del mundo y la más antigua de América (este dato sólo toma en consideración ciudades con existencia continua desde su fundación hasta el presente). Cholula es un pueblo encantador, fue durante miles de años un centro ceremonial de la mayor importancia en Mesoamérica y, dirán que la mente es muy poderosa, pero tiene una "vibra" impresionante, la sensación de estar en un lugar que te envuelve y que comparte contigo la acumulación de cientos de siglos de historia y millones de almas que la visitaron antes que tú, con la intención de curar sus atribulados espíritus (digo yo...).
Gran parte de su encanto, además de tener una iglesia para cada día del año a pesar de ser un lugar bastante pequeño, se debe a una pirámide ancestral, la más grande del mundo, que fue recubierta como si se tratara de una montaña y, en la cima de la cual, se construyó una iglesia católica que con su color naranja es un complemento sensacional a la excelente vista del Popocatépetl. La razón por la que la pirámide fue enterrada no queda totalmente claro. Durante mucho tiempo la idea predominante fue que los españoles la recubrieron y encima de ella construyeron la iglesia, como un símbolo de la desaparición de las religiones anteriores y la nueva preminencia de la religión católica. Sin embargo, también se maneja la idea de que fueron los mismos indígenas los que la recubrieron y plantaron árboles en sus laderas, cuando se enteraron de la llegada de los nuevos colonizadores, como una manera de proteger su más valioso centro ceremonial. Yo, como siempre hago en estos casos de duda, me inclino por la historia más bonita, así que me quedo con esta última. La pirámide tiene túneles enormes que pueden ser explorados por los visitantes y que, si no tienes clautrofobia, son una experiencia impresionante, porque se siente como si estuviera uno recorriendo las tripas del propio planeta Tierra.
Cuando cayó el sol iniciamos el retorno, porque el frío se apoderó del Valle de Puebla de una manera muy ventajosa y no nos preguntó si estábamos de acuerdo. Aunque el regreso fue tranquilo hicimos el mismo tiempo de Puebla a la entrada de la ciudad de México, que de ahí a mi casa. Y, además, tuvimos que pasar por unos barrios tugurientos, que ya oscuros y sin gente dan la impresión de que no saldrás de ellos con facilidad. Afortunadamente lo logramos sin mayor sobresalto y todavía me quedará para después mi visita relámpago a Morelia y el singular viaje a Veracruz, rinconcito donde hacen sus nidos las olas del mar...
miércoles, diciembre 03, 2008
El llano sin llamas
Mi blog se ha convertido en un yermo. En un yermo de mí, su autor, y también de sus visitas. Un páramo al que me asomo a diario con la esperanza de que algo en él me haga querer volcar kilómetros de reseñas y ocurrencias y de mis tradicionales opiniones no solicitadas. Pero eso no pasaba. Y la experiencia se hacía cada vez más desalentadora. Como decía un horóscopo que leí hace poco (creo en los horóscopos tanto como creo que George W. Bush ha sido un buen presidente), los escorpiones "somos" muy proclives a sentirnos agraviados por sutilezas. Y el blog, sin informarse de los horóscopos, sin saberlo pues, me agravio. Pero afortunadamente los escorpiones nos curamos fácilmente de los agravios (eso no lo decía el horóscopo, pero lo acabo de estipular yo) y ya estoy de vuelta. Hay mucho qué contar.
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