martes, agosto 07, 2007

De porqué preferir unos alimentos sobre otros

Divagando en etéreos temas irrelevantes y superfluos, llegué a la conclusión de que la mejor comida del mundo es la pizza. Y ni siquiera me refiero a las originales, las italianas, de costra delgada y que se comen en plato con tenedor y cuchillo. No, la mejor comida del mundo es la pizza reinterpretada por el estilo de vida hedonista, consumista, conformista, ésa que viene en cajas de cartón y que prescinde de cubiertos, que prescinde de buen vino y queda mejor con una enorme y fría botella de burbujeante coca-cola. Es la mejor del mundo porque, en general, prescinde de escrúpulos, de formalismos y de conteos de calorías.

Si el acto de comer debe ser placentero, el paladar no debería trabajar en lo absoluto tratando de determinar decenas de sabores, que si el platillo llevaba comino, estragón o romero... pamplinas con el queso brie, el prosciutto y crème brûlée para compartir, ¡bah!... Harina, queso, carnes frías y puré de tomate y no se requiere más (bueno... si es en México también salsa picante). Pero sobre todo no necesitas ni siquiera levantarte del sillón, ajuarado como estás con una pijama que no ajusta nada de tu anatomía, para ordenarla y el único esfuerzo que harás será pararte a recogerla a la puerta cuando llegue el repartidor. Nada de hacer reservación o más o menos ponerte ropa decente para ir a algún restaurante. No, con la pizza inmediatamente te puedes dar a la tarea de devorarla sin usar ningún instrumento más que las manos (Dios bendiga el dedo abatible), al tiempo que ves alguna película que no te haga mucho pensar porque, ¡por Dios!, qué incómodo pensar mientras comes. Listo, con esa explicación queda más que claro porqué se debe preferir la pizza de franquicia a cualquier otro alimento.

3 comentarios:

Mario dijo...

Estoy casi totalmente de acuerdo con esa oda a la pizza de caja y la modorra que genera en uno desde el momento mismo de pedirla por teléfono y esperar frente a la telévisión que llegue. De no ser, porque en una de esas pizzerias auténticas, en el barrio de Coyoacán, nos reuníamos muchos buenos amigos de la universidad, en un ritual casi religioso... Saludos

RBD dijo...

En realidad, esta entrada está llena de contradicciones. Por un lado, es cierto que me fascina la pizza de cajas y la puedo comer más allá de lo que mis intestinos la recomiendan; pero por otro lado, es mentira que la prefiera a una buena comida en la que trate de hacer lo de las chispitas de sabores que hace el ratón de Ratatouille. La parte de la socialización a la hora de comer, sea en la mesa familiar, en cafés o restaurantes, me parece uno de los placeres más disfrutables de lo gastronómico.

Rafa Barceló Durazo

Anónimo dijo...

ME ENCANTA LEER TODO LO QUE ESCRIBES, SALUDOS DESDE VILLA HIDALGO, SONORA.

CONCHITA.