Y pa' celebrar esas pequeñas glorias que son los fines de semana (en especial los retozones) pongo en marcha un pequeño catálogo de frases o refranes de sabiduría popular que escuchaba, sobre todo, cuando vivía en Huásabas y que mi mente retuvo y trae a colación de vez en vez. Los autores putativos no fueron necesariamente sus creadores, simplemente recuerdo esa frase como proviniendo de ellos, porque su origen resulta inrastreable (si es que la palabra existe). Se aceptan sugerencias para engrosar tan necesario catálogo y salvarlo de la desaparición por inanición verbal, indiferencia o, simplemente, olvido (tan saludable que resulta).
- "¡Cómo se riera el diablo de mí!"
María Ortiz Durazo de Durazo (mi abuela materna)
Para negar cualquier permiso, porque su consentimiento podría interpretarse como un intento de relajar la férrea disciplina que debía imperar en toda casa decente. Mi mamá la solía utilizar para fines semejantes (aunque la disciplina, para nuestra suerte, era mucho más humana y relajada).
- "Agarra fama y acuéstate a dormir"
Plácida Moreno Acuña (la tía Plácida)
Una vez que te hiciste célebre por tal o cual reputación, ya no necesitas hacer (o no hacer) nada para que ciertos actos se te imputen con mucha facilidad.
- "Echarse la cruz a cuestas"
Carmela Moreno Acuña de Barceló (abuela paterna)
Dícese en particular del matrimonio, si te tocó un marido que deje qué desear, es lo mismo que hizo nuestro Señor rumbo al Calvario, cargar la cruz hasta morir con ella. Supongo que la indisolubilidad del matrimonio católico contribuye a esta visión tan pesimista de la relación de algunos próximos.
- "¡Ay, pobrecito" (léase siempre mientras se inspira, para denotar mayor conmiseración)
Mis tías paternas
Se utiliza para compadecer empáticamente a todo mundo. Lo curioso es que se usa tanto en las buenas como en las malas: "Ay, pobrecito, le dieron trabajo en Europa", "Ay, pobrecita, tan cumplida con sus labores". En fin, úsese como muletilla en los más variados contextos e, indefectiblemente, inspirando porque de lo contrario no tiene ningún chiste.
- "Está bien ser cochi, pero no tan trompudo"
Víctor Durazo Ortiz (tío materno)
Una cosa es tener defectos y otra cosa es irse de boca sin el menor reparo o escrúpulo en las acciones condenables. O sea, lo cochi (cerdo, en Sonora) se perdona, pero hasta cierto punto.
- "¡Qué cabeza! ¿no? ni para hacerla con chile"
Julián Barceló Moreno (tío paterno)
Especial para las personas que, a pesar de tener cerebro, no suelen utilizarlo ni para las cuestiones de sentido común. Entonces, se dice que su cabeza es tan inútil que no sirve ni para ser cocinada con chile.
- "Déjalo, no llora sangre"
Azucena Durazo de Barceló (mi mamá)
Frase de desdén al berinche lacrimoso de cualquiera de sus hijos, cuando nos poníamos dramáticos y queríamos remediarlo todo con deprimente llanto. Resulta particularmente irritante cuando se usa en la etapa de la pubertad, porque las hormonas no respetan ni el más mínimo intento de raciocinio.
- "Vete por la sombrita"
Mamás y abuelitas huasabeñas a sus hijos o nietos
Yo la interpreto como eufemismo menos cariñoso de "cuídate", porque en aquellos tiempos no fregaban tanto con el cáncer de piel por exposición a los rayos de sol.
Y las que se agreguen....
viernes, agosto 31, 2007
martes, agosto 28, 2007
Malos ratos...
Hace un rato me puse de tan mal humor! pero de tan mal humor que traía la cara con el ceño fruncido, la trompa apretada y una mirada cortante, terrible, de navaja recién afilada. Y no podía quitar ese gesto, porque algo por dentro estaba reteniendo una violencia contenida. Pero no violencia física, ésa siempre me ha parecido de muy mal gusto, tanto a nivel individual de agarrarse a golpes, como las guerras, guerillas y actos terroristas. No, era una violencia de otro tipo, que me hizo intolerante a los pequeños detalles que suelen ser molestos, para considerarlos dignos del más escandaloso desprecio.
Para empeorar las cosas tuve que salir a la calle y caminar en medio de personas que cada vez me parecían más insoportables por cuestiones que normalmente nada más no me importan. E interiormente dejé de ser políticamente correcto y empecé a insultar todo lo que me caía mal, a veces con comentarios hirientes, otras veces sólo con lenguaje procaz y las más de las veces evitando cualquier sarcasmo, ironía o cualquier tipo de sentido figurado, para proferir la ofensa lo más directamente posible. Y andaba de un intolerante que les hubiera dado envidia a Franco y al propio Pinochet si hubieran sido testigos (y si no estuvieran ardiendo en el infierno). Y así le dije a un tipo que hablaba por celular mientras su chofer lo recogía en su carro lujoso en lugar inapropiado, estorbándome el paso: "Ni andar en un Saab te quita lo naco... es más, te lo acentúa". Y luego veo a la tipa que se pone en los portales del antes Ayuntamiento de la ciudad de México, disfrazada de no sé qué e inmovilizándose en poses ridículas para que la gente le aviente monedas, con sendo cartel de "Por la libre manifestación de las ideas", reclamando que nadie regule su actividad lucrativa que ni poniéndose posmoderno resulta artística. Y también le grito interiormente: "¡Ridícula, no uses eufemismos para reclamar tu "derecho" a hacer tu ocioso negocito de estar parada sin producir belleza de ningún tipo, pero además, sin producir ninguna maldita idea, porque lo más probable es que simplemente no tengas ninguna maldita idea que manifestar!". Y por dentro les gritaba a todos los que se usan gel en cantidades industriales, para que el mal gusto de su peinado dure un mínimo de 300 horas sin moverse ni con temblores de 8.5 grados Richter o a pesar de toneladas de escombro, el daño ecológico que provocaban al usar una lata de gel por semana, con el único resultado de causar un daño aún mayor al patrimonio estético de esta ciudad.
Y así seguí mi trayecto profiriendo diatribas, mandando a la gente al gimnasio, o a trabajar, o a recluirse a sus casas o a donde estorbaran menos con su presencia. Y ningún vendedor ambulante se puede quejar de que no lo haya mandado a freír espárragos con algún ingenioso insulto, sin más gestos que una mirada furtiva que atravesaba carnes y ropas y lentes de sol. Fue tan efectivo mi recurso para liberar violencia que al rato me ganó la risa con los insultos callados que le iba acomodando a cada ser humano, acontecimiento o cosa que me pasara por la vista. Y luego recuperé mi humor neutro de horas de trabajo, satisfecho de haberme liberado de tanta molestia que causa todo aquello que hace la vida imperfecta (o sea, casi todo y todos).
Para empeorar las cosas tuve que salir a la calle y caminar en medio de personas que cada vez me parecían más insoportables por cuestiones que normalmente nada más no me importan. E interiormente dejé de ser políticamente correcto y empecé a insultar todo lo que me caía mal, a veces con comentarios hirientes, otras veces sólo con lenguaje procaz y las más de las veces evitando cualquier sarcasmo, ironía o cualquier tipo de sentido figurado, para proferir la ofensa lo más directamente posible. Y andaba de un intolerante que les hubiera dado envidia a Franco y al propio Pinochet si hubieran sido testigos (y si no estuvieran ardiendo en el infierno). Y así le dije a un tipo que hablaba por celular mientras su chofer lo recogía en su carro lujoso en lugar inapropiado, estorbándome el paso: "Ni andar en un Saab te quita lo naco... es más, te lo acentúa". Y luego veo a la tipa que se pone en los portales del antes Ayuntamiento de la ciudad de México, disfrazada de no sé qué e inmovilizándose en poses ridículas para que la gente le aviente monedas, con sendo cartel de "Por la libre manifestación de las ideas", reclamando que nadie regule su actividad lucrativa que ni poniéndose posmoderno resulta artística. Y también le grito interiormente: "¡Ridícula, no uses eufemismos para reclamar tu "derecho" a hacer tu ocioso negocito de estar parada sin producir belleza de ningún tipo, pero además, sin producir ninguna maldita idea, porque lo más probable es que simplemente no tengas ninguna maldita idea que manifestar!". Y por dentro les gritaba a todos los que se usan gel en cantidades industriales, para que el mal gusto de su peinado dure un mínimo de 300 horas sin moverse ni con temblores de 8.5 grados Richter o a pesar de toneladas de escombro, el daño ecológico que provocaban al usar una lata de gel por semana, con el único resultado de causar un daño aún mayor al patrimonio estético de esta ciudad.
Y así seguí mi trayecto profiriendo diatribas, mandando a la gente al gimnasio, o a trabajar, o a recluirse a sus casas o a donde estorbaran menos con su presencia. Y ningún vendedor ambulante se puede quejar de que no lo haya mandado a freír espárragos con algún ingenioso insulto, sin más gestos que una mirada furtiva que atravesaba carnes y ropas y lentes de sol. Fue tan efectivo mi recurso para liberar violencia que al rato me ganó la risa con los insultos callados que le iba acomodando a cada ser humano, acontecimiento o cosa que me pasara por la vista. Y luego recuperé mi humor neutro de horas de trabajo, satisfecho de haberme liberado de tanta molestia que causa todo aquello que hace la vida imperfecta (o sea, casi todo y todos).
jueves, agosto 23, 2007
In memoriam
Mi bonsai è morto!!!
En realidad, no era un bonsai en sí, sino una planta con forma de arbolito miniatura. Y lo más triste no es que acabe de pasar sino que acabo de salir del período de negación. Cuando regresé de Hermosillo, hace casi un mes quedé horrorizado con el estado en el que se encontraba: todas su hojas secas y un aroma como a pasto seco que hubiera sido la delicia de cualquier cabra. Habían pasado casi dos semanas que estuve fuera y olvidé dejar encargado a alguien de regarlo; al parecer, de manera espontánea no se le ocurrió a nadie de los que transitaban cerca de una moribunda miniatura vegetal, regarlo aunque fuera una vez. Entonces, lo tomé entre mis brazos y lo sumergí en una cubeta con agua, hasta que dejaron de salir burbujitas de la maceta, siguiendo fielmente las indicaciones que me dio la viejita que me lo vendió. Y así lo seguí haciendo religiosamente todos los días, lo sacaba una hora a que le diera el sol y lo movía siempre a lugares donde le diera el aire fresco. Después de un mes de tenerlo en terapia intensiva se hizo evidente que aquel árbol no iba ni para atrás ni para adelante: seguía en estado vegetativo... y vegetal, pero ésa siempre fue su naturaleza. Hace dos días dejé de regarlo y hoy sólo regué al otro arbolito que le hacía compañía, que ni de cerca era tan bonito pero que aguantó las dos semanas de sequía y resucitó a los pocos días que lo sometí también a él a terapia, aunque no tan intensiva como a mi bonsai. Ya me di por vencido de que ni por casualidad manifieste ninguna mejora. Y lo voy a dejar en su mismo lugar por tiempo indefinido, porque hasta eso que las hojas no se le cayeron, sólo se le murieron, y mientras su estado de descomposición no sea tan avanzado como para todavía pasar por un adorno de naturaleza muerta, seguirá haciendo bulto en la barra de la cocina.
Si desde que me lo vendieron debí haber supuesto que sólo traería desgracias a mi vida. Un día paseando por la plaza de San Ángel, este barrio encantador de la ciudad de México, con calles empedradas, casonas coloniales de brillantes colores, plazuelas llenas de pintores mercenarios del "arte", bazares y vendedores de bonsai y otras plantitas acordes con el minimalismo y el feng shui. Estaba una linda y tradicional viejita subiendo las plantas que vendía a su carro y llevaba entre sus manos un simpático bonsai con florecitas blancas y moradas intercaladas. Le habían dado forma de arbolito con alambres que crearon una rama principal y tres ramas secundarias, las cuatro rematando en follajes esféricos. Y como las ramas eran flexibles y estaban rodeadas de alambre, podrías modificar su forma a tu mejor parecer lo cual lo hacía todavía más simpático. Así que me pareció una linda opción para incluir algún elemento decorativo al departamento, que carecía terriblemente de ellos. Mi trago amargo fue cuando le pregunté a la viejita cómo debía cuidarlo. Yo pensé que iba a ser algo como: riéguelo una vez por semana o algo así. Pues no... había que regarlo a diario, pero sumergiéndolo en una cubeta a un nivel de agua unos cuatro centímentros arriba del borde de la maceta, hasta que dejara de burbujear. Y había que sacarlo al sol por lo menos una hora diaria, etcétera... En ese momento comprendí que había sido un error y que mis niveles de responsabilidad y delicadeza no son suficientes para hacerme cargo de un bonsai, pero ya era tarde. Nunca cumplí a cabalidad con todas las instrucciones, para empezar porque salgo de la casa antes de que salgo el sol y para cuando regreso ya se puso otra vez, y eso de la cubeta, por Dios!!! no me la podían poner más difícil. Así que, mal que lo diga, pero me siento un poco aliviado por el sensible fallecimiento de mi bonsai que seguro ambos la pasaremos mejor, él en una lata de composta y yo en lo de siempre...
De cualquier manera... Requiescat in pace
En realidad, no era un bonsai en sí, sino una planta con forma de arbolito miniatura. Y lo más triste no es que acabe de pasar sino que acabo de salir del período de negación. Cuando regresé de Hermosillo, hace casi un mes quedé horrorizado con el estado en el que se encontraba: todas su hojas secas y un aroma como a pasto seco que hubiera sido la delicia de cualquier cabra. Habían pasado casi dos semanas que estuve fuera y olvidé dejar encargado a alguien de regarlo; al parecer, de manera espontánea no se le ocurrió a nadie de los que transitaban cerca de una moribunda miniatura vegetal, regarlo aunque fuera una vez. Entonces, lo tomé entre mis brazos y lo sumergí en una cubeta con agua, hasta que dejaron de salir burbujitas de la maceta, siguiendo fielmente las indicaciones que me dio la viejita que me lo vendió. Y así lo seguí haciendo religiosamente todos los días, lo sacaba una hora a que le diera el sol y lo movía siempre a lugares donde le diera el aire fresco. Después de un mes de tenerlo en terapia intensiva se hizo evidente que aquel árbol no iba ni para atrás ni para adelante: seguía en estado vegetativo... y vegetal, pero ésa siempre fue su naturaleza. Hace dos días dejé de regarlo y hoy sólo regué al otro arbolito que le hacía compañía, que ni de cerca era tan bonito pero que aguantó las dos semanas de sequía y resucitó a los pocos días que lo sometí también a él a terapia, aunque no tan intensiva como a mi bonsai. Ya me di por vencido de que ni por casualidad manifieste ninguna mejora. Y lo voy a dejar en su mismo lugar por tiempo indefinido, porque hasta eso que las hojas no se le cayeron, sólo se le murieron, y mientras su estado de descomposición no sea tan avanzado como para todavía pasar por un adorno de naturaleza muerta, seguirá haciendo bulto en la barra de la cocina.
Si desde que me lo vendieron debí haber supuesto que sólo traería desgracias a mi vida. Un día paseando por la plaza de San Ángel, este barrio encantador de la ciudad de México, con calles empedradas, casonas coloniales de brillantes colores, plazuelas llenas de pintores mercenarios del "arte", bazares y vendedores de bonsai y otras plantitas acordes con el minimalismo y el feng shui. Estaba una linda y tradicional viejita subiendo las plantas que vendía a su carro y llevaba entre sus manos un simpático bonsai con florecitas blancas y moradas intercaladas. Le habían dado forma de arbolito con alambres que crearon una rama principal y tres ramas secundarias, las cuatro rematando en follajes esféricos. Y como las ramas eran flexibles y estaban rodeadas de alambre, podrías modificar su forma a tu mejor parecer lo cual lo hacía todavía más simpático. Así que me pareció una linda opción para incluir algún elemento decorativo al departamento, que carecía terriblemente de ellos. Mi trago amargo fue cuando le pregunté a la viejita cómo debía cuidarlo. Yo pensé que iba a ser algo como: riéguelo una vez por semana o algo así. Pues no... había que regarlo a diario, pero sumergiéndolo en una cubeta a un nivel de agua unos cuatro centímentros arriba del borde de la maceta, hasta que dejara de burbujear. Y había que sacarlo al sol por lo menos una hora diaria, etcétera... En ese momento comprendí que había sido un error y que mis niveles de responsabilidad y delicadeza no son suficientes para hacerme cargo de un bonsai, pero ya era tarde. Nunca cumplí a cabalidad con todas las instrucciones, para empezar porque salgo de la casa antes de que salgo el sol y para cuando regreso ya se puso otra vez, y eso de la cubeta, por Dios!!! no me la podían poner más difícil. Así que, mal que lo diga, pero me siento un poco aliviado por el sensible fallecimiento de mi bonsai que seguro ambos la pasaremos mejor, él en una lata de composta y yo en lo de siempre...
De cualquier manera... Requiescat in pace
jueves, agosto 16, 2007
De porqué nadie se libra de los abogados
Yo no sé qué le pasa a este mundo. Deben ser los chacras... y el chancro, o la implosión de estrellas gigantes en agujeros negros, pero de unos años para acá, me parece que está cada vez más con las patas para arriba. Que si tsunamis, o ántrax en las cartas que reciben por correo gringos cada vez más asustados hasta de sí mismos (eso con justa razón), o veinte mil personas desnudas en el Zócalo de la ciudad de México... en fin, un largo etcétera de una serie de eventos desafortunados.
Y ahora llego a mi trabajo, contento por empezar un nuevo día (prrrrtttt), redacto un oficio, tomo un vaso de agua, abro mi correo institucional y ¡oh sorpresa!: demandaron a Dios. Sí, el todopoderoso, omnipresente, omnisciente e inconmensurable Dios de nuestros días no se ha escapado de que un quejoso interponga ante los tribunales senda demanda, inculpándolo de incumplimiento de contrato.
Vamos por partes: el hecho ocurrió en Rumania (tenía que ser la tierra ancestral del conde Drácula), el demandante se llama Pavel Mircea (a mí se me hace que es el mismísimo Draculia, o seguro uno de sus descendientes), de 40 años (eufemismo para decir inmortal, sí con toda seguridad es un vampiro inmortal). El dichoso rumano se encuentra en prisión, cumpliendo una pena de 20 años por homicidio. Se encuentra terriblemente molesto con Dios por haber fallado una de las disposiciones del contrato que celebró con él, en el que el demandado se comprometía a protegerlo. Pues tan irresponsable Dios que anda creando hombres y luego los deja solos y al rato vuelve para descostillarlo y darle pareja (una zorra según dicen los testigos), y andan ahí desnuditos, enseñando sus partes a todos los transeúntes, a merced de serpientes malignas que los hacen comer de las manzanas que NO se deben tocar. Y no le bastó con hacerlo una vez, luego creó un rumano en el siglo XX y lo dejó a expensas del mal. Entonces el rumano, con justa razón, me parece, (aunque también me causa suspicacia su evidente relación con Drácula) lo demanda por haber incumplido su contrato de cuidarlo y haberlo dejado a merced del mal, lo cual evidentemente lo llevó a matar a una persona porque, claro, ¡qué coraje!
Falta informar que nuestro flamante rumano (también dicen que era amante de Nadia Comăneci hasta que se enfadó de ensayar posturas para retar su flexibilidad) consideró como contrato entre las partes la fe de bautismo. En su demanda, señala como domicilio del culposo "residente en el cielo y representado en Rumania por la Iglesia Ortodoxa" (sí, esos gorritos que se pone el patriarca Alexius II nunca me han dado buena espina, aunque la Iglesis Ortodoxa Rumana es autocéfala, a lo mejor por eso representan a incumplidores de contrato, y no tiene mucha relación con el líder de la ortodoxia rusa, pero seguro las malas mañas de pegan).
Los cargos que se le imputaron (que promiscua me resulta esa palabra) son: abandono (como lo que le hizo al compositor de "Mamá soy paquitoooooo.... no haré travesuraaaaas"), fraude, abuso de confianza (le salió muy concha, parece), tráfico de influencias (imagínense, en México también usa al cardenal Norberto Rivera, con su bellísimo rostro, y hasta al presidente Calderón, pero sólo cuando hace falta), abuso de autoridad (yo a veces también lo he querido denunciar por eso) y apropiación indebida de bienes (como cuando se llevó al perrito de la vecina).
Lo malo es que la Corte de Timisoara (que dicen es una chica muy inflexible, resultado de las burlas infantiles por su infame nombre) ha rechazado su caso, alegando que Dios no es un sujeto de derecho (ya estaba yo pensando que es un sujeto de izquierdo como Marx o el Ché Guevara) y que no posee una dirección (debe ser que leyeron mal la demanda, porque ahí se señalaba que su domicilio era el cielo, o bien, al actuario le dio flojera ir a notificar hasta allá, sobre todo con el miedo que genera el carácter iracundo de San Pedro que ni para ir al baño deja libre la entrada, ni siquiera para notificar demandas de tan elevada importancia).
En fin, entre eso y que el Sultán de Brunei no pagó un Corán de 8 millones de dólares y 400 años de antigüedad empecé mi día con una zozobra terrible. De verdad, ¿a dónde vamos a ir a parar si ni Dios ni el César cumplen sus contratos?
Y ahora llego a mi trabajo, contento por empezar un nuevo día (prrrrtttt), redacto un oficio, tomo un vaso de agua, abro mi correo institucional y ¡oh sorpresa!: demandaron a Dios. Sí, el todopoderoso, omnipresente, omnisciente e inconmensurable Dios de nuestros días no se ha escapado de que un quejoso interponga ante los tribunales senda demanda, inculpándolo de incumplimiento de contrato.
Vamos por partes: el hecho ocurrió en Rumania (tenía que ser la tierra ancestral del conde Drácula), el demandante se llama Pavel Mircea (a mí se me hace que es el mismísimo Draculia, o seguro uno de sus descendientes), de 40 años (eufemismo para decir inmortal, sí con toda seguridad es un vampiro inmortal). El dichoso rumano se encuentra en prisión, cumpliendo una pena de 20 años por homicidio. Se encuentra terriblemente molesto con Dios por haber fallado una de las disposiciones del contrato que celebró con él, en el que el demandado se comprometía a protegerlo. Pues tan irresponsable Dios que anda creando hombres y luego los deja solos y al rato vuelve para descostillarlo y darle pareja (una zorra según dicen los testigos), y andan ahí desnuditos, enseñando sus partes a todos los transeúntes, a merced de serpientes malignas que los hacen comer de las manzanas que NO se deben tocar. Y no le bastó con hacerlo una vez, luego creó un rumano en el siglo XX y lo dejó a expensas del mal. Entonces el rumano, con justa razón, me parece, (aunque también me causa suspicacia su evidente relación con Drácula) lo demanda por haber incumplido su contrato de cuidarlo y haberlo dejado a merced del mal, lo cual evidentemente lo llevó a matar a una persona porque, claro, ¡qué coraje!
Falta informar que nuestro flamante rumano (también dicen que era amante de Nadia Comăneci hasta que se enfadó de ensayar posturas para retar su flexibilidad) consideró como contrato entre las partes la fe de bautismo. En su demanda, señala como domicilio del culposo "residente en el cielo y representado en Rumania por la Iglesia Ortodoxa" (sí, esos gorritos que se pone el patriarca Alexius II nunca me han dado buena espina, aunque la Iglesis Ortodoxa Rumana es autocéfala, a lo mejor por eso representan a incumplidores de contrato, y no tiene mucha relación con el líder de la ortodoxia rusa, pero seguro las malas mañas de pegan).
Los cargos que se le imputaron (que promiscua me resulta esa palabra) son: abandono (como lo que le hizo al compositor de "Mamá soy paquitoooooo.... no haré travesuraaaaas"), fraude, abuso de confianza (le salió muy concha, parece), tráfico de influencias (imagínense, en México también usa al cardenal Norberto Rivera, con su bellísimo rostro, y hasta al presidente Calderón, pero sólo cuando hace falta), abuso de autoridad (yo a veces también lo he querido denunciar por eso) y apropiación indebida de bienes (como cuando se llevó al perrito de la vecina).
Lo malo es que la Corte de Timisoara (que dicen es una chica muy inflexible, resultado de las burlas infantiles por su infame nombre) ha rechazado su caso, alegando que Dios no es un sujeto de derecho (ya estaba yo pensando que es un sujeto de izquierdo como Marx o el Ché Guevara) y que no posee una dirección (debe ser que leyeron mal la demanda, porque ahí se señalaba que su domicilio era el cielo, o bien, al actuario le dio flojera ir a notificar hasta allá, sobre todo con el miedo que genera el carácter iracundo de San Pedro que ni para ir al baño deja libre la entrada, ni siquiera para notificar demandas de tan elevada importancia).
En fin, entre eso y que el Sultán de Brunei no pagó un Corán de 8 millones de dólares y 400 años de antigüedad empecé mi día con una zozobra terrible. De verdad, ¿a dónde vamos a ir a parar si ni Dios ni el César cumplen sus contratos?
miércoles, agosto 08, 2007
De porqué no estoy de acuerdo con los sinónimos
Crecer en un lugar y luego vivir en otro puede acarrear severas complicaciones a tu vida por causa de los sinónimos. Bueno, matizando... la severidad puede tener diversos grados: desde alguien viéndote con una ceja levantada y la otra fruncida porque no te entiende lo que le estás diciendo (o visceversa), aunque ambos sean hablantes nativos de la misma lengua hasta ridículos en público, terribles descortesías bienintencionadas o, incluso, la muerte.
Vamos por partes, hoy por la mañana necesitaba borrar una marca con lápiz que había hecho en un oficio que íbamos a enviar a una dependencia. El instrumento que cualquier sonorense hubiera pedido es un borrador, sí pues, para borrar!!! y así lo hice. Pues mi compañero de trabajo hace la ya descrita mueca de las cejas apuntando a direcciones contrarias y me inquiere: ¿o sea, cómo...? - Pues cómo que cómo, pensé yo, para inmediatamente caer en la cuenta que los guachos no conocer al borrador como borrador sino como goma... "ah! entonces, una goma por favor"... Estamos en el mismo país pero unos decimos miralejos y los de acá binoculares, uy uy uy... pues si son pa' mirar de lejos; los de aquí palillos, nosotros picadientes, idem, son pa' picar los dientes; y que si una cosa es el tomate y otra el jitomate... en el hoyo, el tomate es rojo y punto, ese engendro verde sepa Dios para que sirva y si ya se decidió que tenía que existir pues que se llame tomate verde, no? Y el colmo de colmos, resbaladilla en vez de resbaladero, ésa no tiene progenitora, suena a película mal doblada, si para lavar es el lavadero, para resbalar tiene que ser el resbaladero, o alguien se atrevería a llamarle lavadilla, como en "hago tanto ejercicio que tengo el estómago de lavadilla"... Y eso es sólo en el mismo país, de multimillonaria población, eso sí, pero el mismo; si cruzas el Atlántico la cosa se puede poner peor como que un trapeador, si un trapo para trapear se puede llamar en España fregona. Yo aprendí de niño que fregona es aquella mujer que se friega a los hombres, o sea, que les gana la partida en diversos campos. Y cuando oía a mis amigos españoles referirse a la fregona no podía más que imaginarme a un trapeador parado en autoritaria posición y dominando hombres, lo cual ya rayaba en demencia.
Otro amigo también de Sonora que estuvo trabajando en México, D.F., iba a llevar un sobre con una carta a una oficina. Una secretaría le dice: "ponle diurex" y él responde "que le ponga qué?", ella repite "ponle diurex"... pues mi amigo muy obediente aunque un poco confundido por la instrucción, saca la pluma y escribe en el sobre con letra bastante visible "diurex." (así, con punto al final para que se entienda que esa carta lleva diurex). Habían de saber ambos participantes que diurex le llaman en el centro del país a lo que en Sonora llamamos scotch, léase "escatch" o cinta scotch. Y que "ponle diurex" no era escribe la macabra leyenda de diurex para que la lean rápido, sino ponle algo de cinta adhesiva para mayor protección.
Y lo peor es tratar de usar los sinónimos que no son de tu uso corriente cuando estás con la gente que sí los usa para tratar de complacerlos hablando en sus mismos términos. Yo que antes hubiera creído que era una linda cortesía, ahora lo desaconsejo con todo el furor porque me provocó una muy mala experiencia, que ahora describo. Justo cuando llegué a Francia conocí a varios amigos españoles, básicamente los únicos con los que hablaba español era con ellos y ya les había oído varios términos que me resultaban simpáticos y que estaba dispuesto a utilizar en la primera oportunidad... que si cutre, que si guay... Conocí en eso a una maestra de español de Andalucía, a su esposo e hijas que vivían en el mismo pueblo donde aterricé.. Después de una visita de cortesía para tomar el aperitivo nos invitó a mí y a otro asistente de lengua a cenar a su casa, a lo cual accedimos gustosamente. Para la cena la maestra nos deleitó con algunas especialidades francesas, muy ricos quesos, excelente foie gras, buen vino, en fin... estaba yo tan complacido que me pareció oportuno utilizar uno de sus términos para ensalzar aquella deliciosa cena. Y le digo: "Belén, qué cena tan cutre nos has preparado!!!", imagínenme con cara de idiota (no debe costar trabajo) y sonriendo de oreja a oreja mientras profería mi cumplido. E imaginen la cara de Belén desfigurándose, los ojos como saliéndosele de las órbitas y diciendo con tono molestísimo "como que qué cena tan cutre os he preparado". Entonces, levantando las cejas le pregunto "¿pues qué significa cutre?" y la respuesta fue algo así como "significa tacaño, miserable, vulgar"... Unos colores me iban y otros me venían a la cara cuando trataba de disculparme y explicarle la inverosímil frase de "mi no comprende espaniol" siendo tan mexicano como soy. En todas las pláticas previas con los españoles había yo interpretado que cutre era "qué padre, qué bonito" y que guay era "qué feo, qué malo"... es decir, no había entendido yo nada de la conversación.
Por todas las razones antes expuestas, me declaro enemigo de los sinónimos y propongo la censura e inmediata eliminación de una palabra que signifique lo mismo que otra para bien de los pueblos hispanoparlantes y engrandecimiento y mayor gloria de la lengua española. He dicho.
Vamos por partes, hoy por la mañana necesitaba borrar una marca con lápiz que había hecho en un oficio que íbamos a enviar a una dependencia. El instrumento que cualquier sonorense hubiera pedido es un borrador, sí pues, para borrar!!! y así lo hice. Pues mi compañero de trabajo hace la ya descrita mueca de las cejas apuntando a direcciones contrarias y me inquiere: ¿o sea, cómo...? - Pues cómo que cómo, pensé yo, para inmediatamente caer en la cuenta que los guachos no conocer al borrador como borrador sino como goma... "ah! entonces, una goma por favor"... Estamos en el mismo país pero unos decimos miralejos y los de acá binoculares, uy uy uy... pues si son pa' mirar de lejos; los de aquí palillos, nosotros picadientes, idem, son pa' picar los dientes; y que si una cosa es el tomate y otra el jitomate... en el hoyo, el tomate es rojo y punto, ese engendro verde sepa Dios para que sirva y si ya se decidió que tenía que existir pues que se llame tomate verde, no? Y el colmo de colmos, resbaladilla en vez de resbaladero, ésa no tiene progenitora, suena a película mal doblada, si para lavar es el lavadero, para resbalar tiene que ser el resbaladero, o alguien se atrevería a llamarle lavadilla, como en "hago tanto ejercicio que tengo el estómago de lavadilla"... Y eso es sólo en el mismo país, de multimillonaria población, eso sí, pero el mismo; si cruzas el Atlántico la cosa se puede poner peor como que un trapeador, si un trapo para trapear se puede llamar en España fregona. Yo aprendí de niño que fregona es aquella mujer que se friega a los hombres, o sea, que les gana la partida en diversos campos. Y cuando oía a mis amigos españoles referirse a la fregona no podía más que imaginarme a un trapeador parado en autoritaria posición y dominando hombres, lo cual ya rayaba en demencia.
Otro amigo también de Sonora que estuvo trabajando en México, D.F., iba a llevar un sobre con una carta a una oficina. Una secretaría le dice: "ponle diurex" y él responde "que le ponga qué?", ella repite "ponle diurex"... pues mi amigo muy obediente aunque un poco confundido por la instrucción, saca la pluma y escribe en el sobre con letra bastante visible "diurex." (así, con punto al final para que se entienda que esa carta lleva diurex). Habían de saber ambos participantes que diurex le llaman en el centro del país a lo que en Sonora llamamos scotch, léase "escatch" o cinta scotch. Y que "ponle diurex" no era escribe la macabra leyenda de diurex para que la lean rápido, sino ponle algo de cinta adhesiva para mayor protección.
Y lo peor es tratar de usar los sinónimos que no son de tu uso corriente cuando estás con la gente que sí los usa para tratar de complacerlos hablando en sus mismos términos. Yo que antes hubiera creído que era una linda cortesía, ahora lo desaconsejo con todo el furor porque me provocó una muy mala experiencia, que ahora describo. Justo cuando llegué a Francia conocí a varios amigos españoles, básicamente los únicos con los que hablaba español era con ellos y ya les había oído varios términos que me resultaban simpáticos y que estaba dispuesto a utilizar en la primera oportunidad... que si cutre, que si guay... Conocí en eso a una maestra de español de Andalucía, a su esposo e hijas que vivían en el mismo pueblo donde aterricé.. Después de una visita de cortesía para tomar el aperitivo nos invitó a mí y a otro asistente de lengua a cenar a su casa, a lo cual accedimos gustosamente. Para la cena la maestra nos deleitó con algunas especialidades francesas, muy ricos quesos, excelente foie gras, buen vino, en fin... estaba yo tan complacido que me pareció oportuno utilizar uno de sus términos para ensalzar aquella deliciosa cena. Y le digo: "Belén, qué cena tan cutre nos has preparado!!!", imagínenme con cara de idiota (no debe costar trabajo) y sonriendo de oreja a oreja mientras profería mi cumplido. E imaginen la cara de Belén desfigurándose, los ojos como saliéndosele de las órbitas y diciendo con tono molestísimo "como que qué cena tan cutre os he preparado". Entonces, levantando las cejas le pregunto "¿pues qué significa cutre?" y la respuesta fue algo así como "significa tacaño, miserable, vulgar"... Unos colores me iban y otros me venían a la cara cuando trataba de disculparme y explicarle la inverosímil frase de "mi no comprende espaniol" siendo tan mexicano como soy. En todas las pláticas previas con los españoles había yo interpretado que cutre era "qué padre, qué bonito" y que guay era "qué feo, qué malo"... es decir, no había entendido yo nada de la conversación.
Por todas las razones antes expuestas, me declaro enemigo de los sinónimos y propongo la censura e inmediata eliminación de una palabra que signifique lo mismo que otra para bien de los pueblos hispanoparlantes y engrandecimiento y mayor gloria de la lengua española. He dicho.
martes, agosto 07, 2007
De porqué preferir unos alimentos sobre otros
Divagando en etéreos temas irrelevantes y superfluos, llegué a la conclusión de que la mejor comida del mundo es la pizza. Y ni siquiera me refiero a las originales, las italianas, de costra delgada y que se comen en plato con tenedor y cuchillo. No, la mejor comida del mundo es la pizza reinterpretada por el estilo de vida hedonista, consumista, conformista, ésa que viene en cajas de cartón y que prescinde de cubiertos, que prescinde de buen vino y queda mejor con una enorme y fría botella de burbujeante coca-cola. Es la mejor del mundo porque, en general, prescinde de escrúpulos, de formalismos y de conteos de calorías.
Si el acto de comer debe ser placentero, el paladar no debería trabajar en lo absoluto tratando de determinar decenas de sabores, que si el platillo llevaba comino, estragón o romero... pamplinas con el queso brie, el prosciutto y crème brûlée para compartir, ¡bah!... Harina, queso, carnes frías y puré de tomate y no se requiere más (bueno... si es en México también salsa picante). Pero sobre todo no necesitas ni siquiera levantarte del sillón, ajuarado como estás con una pijama que no ajusta nada de tu anatomía, para ordenarla y el único esfuerzo que harás será pararte a recogerla a la puerta cuando llegue el repartidor. Nada de hacer reservación o más o menos ponerte ropa decente para ir a algún restaurante. No, con la pizza inmediatamente te puedes dar a la tarea de devorarla sin usar ningún instrumento más que las manos (Dios bendiga el dedo abatible), al tiempo que ves alguna película que no te haga mucho pensar porque, ¡por Dios!, qué incómodo pensar mientras comes. Listo, con esa explicación queda más que claro porqué se debe preferir la pizza de franquicia a cualquier otro alimento.
Si el acto de comer debe ser placentero, el paladar no debería trabajar en lo absoluto tratando de determinar decenas de sabores, que si el platillo llevaba comino, estragón o romero... pamplinas con el queso brie, el prosciutto y crème brûlée para compartir, ¡bah!... Harina, queso, carnes frías y puré de tomate y no se requiere más (bueno... si es en México también salsa picante). Pero sobre todo no necesitas ni siquiera levantarte del sillón, ajuarado como estás con una pijama que no ajusta nada de tu anatomía, para ordenarla y el único esfuerzo que harás será pararte a recogerla a la puerta cuando llegue el repartidor. Nada de hacer reservación o más o menos ponerte ropa decente para ir a algún restaurante. No, con la pizza inmediatamente te puedes dar a la tarea de devorarla sin usar ningún instrumento más que las manos (Dios bendiga el dedo abatible), al tiempo que ves alguna película que no te haga mucho pensar porque, ¡por Dios!, qué incómodo pensar mientras comes. Listo, con esa explicación queda más que claro porqué se debe preferir la pizza de franquicia a cualquier otro alimento.
viernes, agosto 03, 2007
De porqué un huasabeño nunca debe ir a la ciudad...
La vida en la ciudad puede convertirse de un momento a otro y casi sin avisar en un deporte extremo. Ayer estuve a punto de morir (así me lo pareció) de la nada glamourosa causa de compresión de la espina dorsal entre una puerta automática del metrobús y un tubo para sostenerse que no estaba lo suficientemente lejos de la puerta como para que cupiera mi delgadísimo torso. Nunca había entendido tan bien el concepto de la tenacidad como al contemplar aterrorizado cómo la puerta no cedía sus impulsos de abrirse totalmente aún en perjuicio de un cristiano apachurrado y donde parecía que ya no podía violarse el principio físico de la impenetrabilidad (es decir, que el espacio que ya está ocupado por un cuerpo no puede ser ocupado por otro simultáneamente), pues se demostró que los pulmones pueden reducir su tamaño al infinito cuando una puerta de metrobús se lo propone.
Ya estoy yo acostumbrado a parecer pintura de Picasso en las horas pico del transporte público chilango para que mis extremidades se contorsionen de maneras nunca antes sospechadas ni siquiera por el Kamasutra con el único objeto de ser transportado de un lugar a otro. Así sea entre jamones, barrigas, bustos y traseros más prominentes de los que debería permitir el Departamento de Transportes, me muevo muy frecuentemente y sigo prefiriendo tan folklórico caldo humano que perder altos porcentajes del día en el carro, en medio de calles que avanzan a velocidades desesperantes por culpa del tráfico, sin poder divertir tu atención en la lectura o el sueño, so pena de ir provocando más caos vial a tu paso. Pero nunca me había pasado que quedara prensado por la puerta/tubo asesinos de un híbrido de metro y autobús sin que nadie hiciera nada al respecto, además de contemplar con curioso interés los crecientes gestos de desesperación que se dibujaban en mi cara tratando estoicamente de no gritar cual gallina a punto de ovar que terminara mi tortura urbana. Y para colmo de males lo que más me traía preocupado es que traía puesto el traje nuevo y que con esos jaloneos ya lo veía yo quedando como red de pescar, apenas con unas dos puestas. Para mi fortuna y el de quien hubiera tenido que pagar mi indemnización y seguro de vida, sigo aquí vivo, coleando, un poco adolorido pero sin ninguna costilla rota y el traje todavía puede seguir prestando sus servicios.
Ya estoy yo acostumbrado a parecer pintura de Picasso en las horas pico del transporte público chilango para que mis extremidades se contorsionen de maneras nunca antes sospechadas ni siquiera por el Kamasutra con el único objeto de ser transportado de un lugar a otro. Así sea entre jamones, barrigas, bustos y traseros más prominentes de los que debería permitir el Departamento de Transportes, me muevo muy frecuentemente y sigo prefiriendo tan folklórico caldo humano que perder altos porcentajes del día en el carro, en medio de calles que avanzan a velocidades desesperantes por culpa del tráfico, sin poder divertir tu atención en la lectura o el sueño, so pena de ir provocando más caos vial a tu paso. Pero nunca me había pasado que quedara prensado por la puerta/tubo asesinos de un híbrido de metro y autobús sin que nadie hiciera nada al respecto, además de contemplar con curioso interés los crecientes gestos de desesperación que se dibujaban en mi cara tratando estoicamente de no gritar cual gallina a punto de ovar que terminara mi tortura urbana. Y para colmo de males lo que más me traía preocupado es que traía puesto el traje nuevo y que con esos jaloneos ya lo veía yo quedando como red de pescar, apenas con unas dos puestas. Para mi fortuna y el de quien hubiera tenido que pagar mi indemnización y seguro de vida, sigo aquí vivo, coleando, un poco adolorido pero sin ninguna costilla rota y el traje todavía puede seguir prestando sus servicios.
miércoles, agosto 01, 2007
Elogio de la ociocidad veraniega
No importa cuánto tiempo, ni cuán lejos, ni hasta dónde llegue en vacaciones: son reparadoras, desgastantes, bonitas, desestabilizadoras y caras. Esto de caras tenía yo todo el propósito de evitárselo a las últimas vacaciones que tomé, con eso de que iría a la casa donde el hospedaje y la alimentación son gratuitos y all inclusive. No hubo manera, terminé gastando más de lo que pensaba y (como de costumbre) de lo que quería. De las demás características me hago cargo y hasta me gustan. No digo que no cambiaría algunas cosas (irregularidad del sistema digestivo, por ejemplo) pero siendo como son el resultado de pasarla muy bien, las asumo. Ni modo, hay que cansarse para aprovechar al máximo tu viaje, no poder descansar "a tus anchas" porque hay muchas cosas padres que hacer, también retribuye y gastar mucho porque lo bueno generalmente cuesta es un oportuno recordatorio de que tu salario no es más que el medio para las cosas buenas de la vida. Y hubo de todo, tanto asuntos clínicos: consultas y cirugía menor, como asuntos sacramentales: ser padrino en un bautizo y la confirmación de un sobrino; asuntos patrimoniales: compra del ex-markitosmóvil y también frivolidades: shopping de artículos para ser fodongo en los iunaited y un dejo de vida nocturna.
Pero tampoco importa cuán bien te la pases, también añoras tu cotidianidad. La linda cotidianidad con tus procedimientos estandarizados; tus lugares designados para cada una de tus pertenencias, incluida la más importante: tu propio cuerpo; tus actividades sencillas y cómodas; y la gente que está siempre por ahí en un día normal y cuya sonrisa y plática no se sabe que se extraña hasta que no se tiene. Y así ha sido mi regreso: un reconfortante reencuentro con las coyunturas de mi vida presente.
Aunque, paradójicamente, regresar es también la ocasión en la que indefectiblemente añoras estar inmediatamente de vacaciones una vez más. El síndrome "el lunes ni las gallinas ponen" se agrava terriblemente los primeros días de reintegración a tus clases o chamba. Para colmo, las imágenes de todos aquéllos de quienes te despediste (aunque si por ti fuera hubieras cargado con ellos a tus nuevos lares) están incesantemente invadiendo esa mente que hace tiempo no está serena. Y recordarlos te produce una sonrisa autocomplaciente para evitar poner la carita de :s que luego se convierte en carita de :( para terminar en los peores ratos en carita de :'( y si a eso se agrega mi situación actual en la que dos de mis mejores amigos parece que se pusieron de acuerdo para partir, casi al mismo tiempo, a rumbos contrarios y lejanos de la latitud en la que ahora vivo, pues la cosa podría ponerse grave. Afortunadamente, sigo echando mano de mi capacidad de adaptación a nuevas circunstancias para encontrar alicientes en los cambios de la realidad. Jugar con los vaivenes, subir y bajar, el gordo y el flaco, blanco y negro, arriba y abajo, la bella y la bestia, la nieve y el estío. Buscados o aparecidos, esos vaivenes parecen convertirse en el hábitat de existencias cada vez más postmodernas, postindustriales, preapocalípticas y calientemente globalizadas.
Pero tampoco importa cuán bien te la pases, también añoras tu cotidianidad. La linda cotidianidad con tus procedimientos estandarizados; tus lugares designados para cada una de tus pertenencias, incluida la más importante: tu propio cuerpo; tus actividades sencillas y cómodas; y la gente que está siempre por ahí en un día normal y cuya sonrisa y plática no se sabe que se extraña hasta que no se tiene. Y así ha sido mi regreso: un reconfortante reencuentro con las coyunturas de mi vida presente.
Aunque, paradójicamente, regresar es también la ocasión en la que indefectiblemente añoras estar inmediatamente de vacaciones una vez más. El síndrome "el lunes ni las gallinas ponen" se agrava terriblemente los primeros días de reintegración a tus clases o chamba. Para colmo, las imágenes de todos aquéllos de quienes te despediste (aunque si por ti fuera hubieras cargado con ellos a tus nuevos lares) están incesantemente invadiendo esa mente que hace tiempo no está serena. Y recordarlos te produce una sonrisa autocomplaciente para evitar poner la carita de :s que luego se convierte en carita de :( para terminar en los peores ratos en carita de :'( y si a eso se agrega mi situación actual en la que dos de mis mejores amigos parece que se pusieron de acuerdo para partir, casi al mismo tiempo, a rumbos contrarios y lejanos de la latitud en la que ahora vivo, pues la cosa podría ponerse grave. Afortunadamente, sigo echando mano de mi capacidad de adaptación a nuevas circunstancias para encontrar alicientes en los cambios de la realidad. Jugar con los vaivenes, subir y bajar, el gordo y el flaco, blanco y negro, arriba y abajo, la bella y la bestia, la nieve y el estío. Buscados o aparecidos, esos vaivenes parecen convertirse en el hábitat de existencias cada vez más postmodernas, postindustriales, preapocalípticas y calientemente globalizadas.
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