viernes, marzo 23, 2007

Ilusiones

Cuando peor me caigo, cuando más me detesto es cuando me pongo a reflexionar sobre mi vida y esas cosas. Pero juro por Dios que no lo puedo evitar. Yo: un fiel amante de lo irreflexivo, de la frugalidad, adorador de lo superficial y lo vano, caigo de vez en vez en las nefastas redes mentales de la introsprección. Y encuentro laberintos que no hubiera tenido que escudriñar (siempre para saber que no hay manera de salir de ellos) y vuelvo a caer en cuenta de lo desagradable de la misión.
Así que, por enésima vez, he decidido que lo mío es el folclore, lo tropical, la vida tranquila de la hamaca refrescada por la sombra de la palmera. Eso del autoconocimiento y todas sus complicaciones caen en suelo estéril conmigo. Reservo esas actividades para los psiquiatras y esa palabra me hace pensar en nosocomios grises y húmedos, a camisas de fuerza y colchones en la pared para evitar cualquier riesgo de lastimar tu exterior por razones irresolutas de tu interior. La fiesta y los placeres debería ser fines en sí mismos para poder desatribular las almas atribuladas. Vivir el día con intensidad y todas las demás frases cursis de revista de veinteañera deberían ser los proverbios fundamentales de una vida relajada... y perfecta.
Y justo cuando me estoy autoconvenciendo de todo lo anterior, el Pepe Grillo de la conciencia me susurra al oído algo como: "inocente palomita... como si pudieras decidir algo así". Y, entonces, pongo cara de interrogación, muevo los ojos de un lado para otro y me resigno por los próximos meses a seguir siendo como soy, un poco compulsivo, un mucho obsesivo, poseedor de un intestino grueso que es receptáculo de mi estrés... en fin, un Rafa muy parecido al que ha sido siempre.

4 comentarios:

Dalia dijo...

Lo que pasa es que después de tanto trabajo y stress en N.Y. la cabeza sigue funcionando a toda velocidad porque no entiende el frenazo de golpe y se dedica a inspeccionar lo que tienes dentro sino encuentra apuntes por fuera. Lo que necesitas son unas vacaciones de las de no mover ni una pestaña y darte algún capricho. Yo ya voy tachando en el calendario los días hasta Semana Santa.
Un abrazo.

Yayo Salva dijo...

Tu Pepito Grillo tiene razón. No se pueden acallar ciertas llamadas desde dentro aunque a veces, hartos de guerrear con lo cotidiano, quisiéramos que cambiara el soniquete de la copla.
Un abrazo, Rafa.

Anónimo dijo...

Los superficiales, ligeros, sin problemas, ni conciencias, ni devaneos mentales, no me gustan.
Tampoco aquellos siempre graves, serios y dramáticos.
Quizás en la mezcla esté el secreto, la magia...
Un beso, Rafa

Talya dijo...

Haz como yo, consigue una buena dotación de bolsitas de té de manzanilla, y un frasco de azahar. ¿Cuándo fue la última vez que te acostaste en un catre a ver un cielo estrellado, eh? Presumo que acabo de regresar de H. El estrés me consume, pero en las milpas había demasiadas florecillas silvestres como para estar descorazonada. No del todo, al menos.

Saludos.