Dudé mucho antes de revelar al público lector de blogs la vergonzosa historia de las salidas nocturnas que en repetidas ocasiones hemos intentando mis compañeros de la maestría y yo. Pero, esperando que mis compañeros sepan perdonarme, no pude resistirlo porque cada vez estamos afinando la técnica de terminar en desastrosos desenlaces cada vez que intentamos divertirnos en el esquema normal de los bares y el baile.
En la vida real, salir no debe ser un acto complicado. Te pones alguna garra que no se te vea tan mal, te perjumas y sales a la calle buscando amor. Pero por alguna extraña razón la nerdez extrema atrofia algunas vertientes del sentido común. El CIDE ha producido estragos importantes en algunos de los que ahí estudiamos. En unos más que en otros, pero en todos ha tenido desagradables efectos. Por ejempo, te cambia el lenguaje de uso diario y usas profusamente expresiones que, enfrentémosolo, no son de uso común: restricciones institucionales, regresiones, Herbert Simon, administración científica, etcétera. Así, cuando quieres entablar una conversación casual no puedes dejar de usarlos y, la verdad, da uno pena. Y lo peor es cuando notas en la cara de tu interlocutor la expresión de what the hell? y, obvio, pierdes la inspiración y cada vez que quieres hacerte pasar por alguien divertido, terminas hundiéndote más en el lodo de la intrusa terminología de la maestría. Otra manifestación: tus temas de conversación se ven terriblemente reducidos y te sientes de verdad incómodo y fuera de lugar cuando la conversación tiene que ver con la actualidad de los espectáculos y que si Britney Spears o que si Daddy Yanquee. Y la peor manifestación de todas es que eres perfectamente consciente de lo mal que sueles encajar en un antro.
Pero aun todas estas desgracias de un alumno de mi escuela, algunos nos rebelamos y con todo y el destino en contra nos oponemos al status quo de los fines de semana estudiando y, eventualmente, salimos a buscar vida nocturna. Creo que si lo hiciéramos cada quien por su lado las consecuencias no serían tan terribles. Pero, dadas todas las negativas manifestaciones compartidas de nuestra nerdez, solemos pensar que uníos como los proletarios del mundo podremos destruir todos los malos augurios del acto de salir a divertirse que, antaño, era tan sencillo y prometedor.
Pues este fin de semana no fue la excepción y con el pretexto de festejar el cumpleaños de un amigo, lo volvimos a intentar y de verdad tendría que reconocérsenos que cada vez perdemos el pequeño resto de autoconfianza que nos va quedando. Así, el plan consistió en ir un rato a jugar boliche y de ahí pasarnos a La Condesa, barrio trendy de la ciudad de México, con bares, lounges, billares, antros y restaurantes por todos lados. El lugar elegido se llama Malafama, con mesas de billar y música no tan alta como para permitirnos platicar y hacer gala de nuestro humor de poca sofisticación. Ya habíamos ido en otras ocasiones y todo había salido relativamente bien. Pero ese viernes parece que habían liberado a media Chilangolandia y todo mundo había dado a parar ahí y para poder tener nuestra mesa de billar, tendríamos que esperar treinta turnos, como si fuéramos parturientas en algún hospital del Seguro Social. Como no no resultó muy prometedor, nos fuimos a un bar a un lado. Todo iba bien, platicábamos sobre las elecciones que, si bien no era un tema muy cool para la ocasión, entraba sin dificultad en un tema normal para alguien de nuestra edad y con nuestro perfil. Habían asistido a la cita algunas personas que no eran compañeros de la maestría, así que no estaba tan mal. Bueno, al principio... Pero al rato de que me acabé la limonada mineral que había pedido y que nadie más se dignaba a pedir nada, el mesero empezó a preguntarnos con demasiada insistencia si no queríamos algo más. Pues no, llegó un momento en el que no queríamos nada más y nos pareció que sería normal, hasta que el amable garcon nos dijo que no podíamos estar sentado sin pedir nada. Ouch!!! Si te lo planteas bien, nos estaba corriendo. Corriendo!!! de un bar. Hasta ahora en las versiones anteriores de la venganza de los nerds, lo más que nos había pasado era que no nos dejaran entrar a un antro, pero corrernos ya era pasar una línea que no habíamos cruzado.
Los otros presentes hablaron de planes adicionales a ése, por el que tendrían que irse y, oooops, olvidaron invitarnos aunque fuera por politesse. La verdad tampoco se antojaba tanto acompañarlos, pero lo que daba tristeza es ni siquiera tener la opción para que nuestro ego al menos tuviera el placer de rechazar una invitación. Pero el colmo fue cuando nos dimos cuenta que ni siquiera teníamos carro para devolvernos, porque con el compañero que fuimos se había comprometido en otro plan que, evidentemente, no nos incluía. Y, entonces, pasada la medianoche de un viernes estábamos en una calle de La Condesa, bajo una ligera lluvia que no hacía más que añadir elementos de desgracia a la escena de unos loosers abandonados de la mano de Dios. Decidimos entonces al menos hacer un intento de terminar con cierta dignidad y algo de respeto por nosotros mismos aquella noche y volver a intentar entrar al billar que se mencionó en los planes originales. Probablemente ya serían menos de quince turnos los que faltarían para poder sentarnos. Pues no. No hubo manera. Estuvimos parados con cara de perro mojado enseguida de la barra para hacer presión en la lista de espera y ni siquiera así logramos que nos acomodaran aunque fuera en las escaleras. Entonces, propuse lo que me parece es lo más seguro hacer cuando todo está saliendo mal: comer. Y nos fuimos buscando algunos tacos que de acuerdo al dicho "panza llena, corazón contento" pudieran llenar la panza, para así lograr tener un corazón contento. Y camino a la ejecución de ese plan, alguien ve el carro que maneja un operativo del lugar en que trabaja y no sé porqué se apoderó del inconsciente colectivo la idea de que él podría llevarnos a nuestras respectivas casas. Pues fue la consagración de todos los ridículos nocturnos. Hénos ahí, corriendo por media calle como Forrest Gump haciendo aspavientos cual molino de Don Quijote para lograr atraer la atención del tipo y en la cara una sonrisa de "ya la hicimos". Pues después de correr lo que me parecieron varias cuadras el tipo se da cuenta, reconoce al que le va gritando "Chuuuuuckyyyyy". Además, "Chucky", háganme el cabrón favor!!! Quién con ese apodo habría podido ser nuestro salvador temporal??? Pues, el tal Chucky se baja del carro y nos hace la pregunta que activó el más incómodo silencio: "¿Qué andan haciendo?" Había varias respuestas que hubieran parecido razonables como "pues, aquí, divirtiéndonos" pero hubiera sido inverosímil, pues si de verdad estuviéramos divirtiéndonos porqué habríamos de correr en la calle para saludar a un casi desconocido. Además, por alguna extraña razón había libros en las manos de Rodrigo y Teresa. Libros, a esa hora y en ese contexto eran completamente incompatibles con la palabra diversión. Pues la respuesta que se oyó en el aire fue "vagando de un lugar a otro". La connotación de vagando se refería a que no traímos carro y estábamos sutilmente rogando por un aventón. Pero fue tan sutil que el dichoso Chucky en ningún momento ofreció el necesitado aventón. Y como los silencios incómodos se hacían tan frecuentes y prolongados, terminó preguntando "¿Necesitan algo?", jajaja. Qué vengüenza!!! Pues como ya habíamos caído tan bajo por pura dignidad dijimos que no y en medio de un ambiente enrarecido nos despedimos con la cabeza en bajo y seguimos en busca de nuestros tacos, resignados a que lo nuestro no es pertenecer a la diversión de escaparate de la vida nocturna. La mesa en la que nos sirvieron los tacos nos proveyó con todo lo que necesitabamos: un lugar tibio, sustento para la vida y la oportunidad de seguir riéndonos de la ignominia de una noche más en las que las cosas no salían como lo habíamos planeado, sino todo lo contario. Antes de tomar el taxi de regreso caminamos frente a los lugares que ya iban cerrando y que nos mostraban que nuestra tenacidad era más grande que el deseo de aplastarnos de La Condesa y su dizque trendy modelo de vida nocturna.
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7 comentarios:
¿Has notado que en todas tus historias siempre aplicas por lo menos un "dicho" o refrán correspondiente a la misma? Es esto planeado o simplemente te sale del alma?
Don Quijote siempre reprendía a Sancho Panza por el profuso empleo que éste hacía de dichos y refranes. Le decía que era de gente de bajo nivel hablar con la marabunta de dichos que distinguian el discurso del escudero. Lo siento, no puedo estar de acuerdo esta vez con el Caballero de la Triste Figura.
No había siquiera reparado en que siempre uso refranes en mis entradas. No sé si me salen del alma pero no es algo completamente deliberado. Lo que sí es intencionado de mi blog es escribir como si estuviera hablando o platicando las historias. Así que no había manera de omitir los refranes.
Somos jovenes dijo el viejo..
Soy inteligente grito el contador..
Me dio pena suspira la prostituta..
Ya no encajo dijo en nerd
Buena historia, Rafa. Me recuerda mis tiempos de estudiante en la universidad. Poca plata y las hormonas a rebosar. De hecho sólo salíamos a ver "qué pillábamos" el primer fin de semana del mes, con la paga recién llegada. Y, bueno, no siempre fracasábamos en el intento. Así que no me creo que todas vuestras salidas resulten así de desastrosas.
Claro que con limonada sola, aunque sea mineral...
Un cordial saludo, amigo.
Yo tambien soy del bello estado de Sonora, le agradezco mucho los comentarios en mi pagina. Que interesante encontrar gente de Huasabas y sobre todo a alguien tan interesante.
Nerd & Proud! Ánimo, geek gang.
Yo tampoco estoy de acuerdo con Don Quijote. Dichos y refranes, sabiduría popular. Mi abuela me deja perpleja con mayor frecuencia de la que me atrevería a admitir.
Ahora me doy cuenta que nunca salen de mi boca. ¿Se me habrá quedado el complejo por culpa de Don Q? :)
Me da gusto saber de tu vida, y los momentos por los que atraviezas, de verdad amigo que también me hubiera encantado saber tiempo antes de ésta tan entretenida página, yo no criticaré tus refranes y nada de lo que escribas por el simple hecho de quererte tal y como eres, "único", te mando un abrazo inmenso, mil bendicione, ah!! la noticia de que pronto seré mamá (y tu tío jajajaja, bueno de cariño, pero tio al fin) no he leído completa tu página, pero ya imprimí gran parte de ella para hacerlo en casa. Con cariño y afecto. Brissa Fimbres. (tu paisana)
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