lunes, octubre 30, 2006
Agudos dolores...
El frío duele en la cara,
el hambre duele en la panza,
el sueño duele en los ojos,
el cáncer duele en el cuerpo,
la pobreza duele en el alma.
el hambre duele en la panza,
el sueño duele en los ojos,
el cáncer duele en el cuerpo,
la pobreza duele en el alma.
martes, octubre 24, 2006
Crónica de una fecha anunciada
No debe ser sorpesa para nadie que lea este blog que el día de ayer (justo acaba de terminarse el 24 de octubre) fue el día de mi cumpleaños. Como la marabunta de sentimientos no se hace esperar cuando está uno ocioso y cerca de sus prójimos pero lejos de sus próximos, me temía que la soledad fuera a causarme un mal rato. Ya tengo bien decidido que ni una paradisíaca playa de la Polinesia Francesa ni una góndola en Venecia se comparan con pasar ciertas fechas especiales en familia y rodeado de los amigos que tanto trabajo ha costado hacer y mantener, jeje. Y tanto Navidad como mi cumpleaños son de esas fechas que, sin duda, preferiría pasar en Hermosillo.
Este año, sin embargo, tocó pasarlo en un pesado día de clases en Nueva York. El panorama no se veía muy alentador, tendría clases desde la nueve de la mañana hasta las ocho de la noche. Pues resultó una bonita sorpresa recibir una cantidad de llamadas, correos electrónicos y comentarios en el blog mucho mayor a lo que eperaba. Aprecio cada uno con cariño especial y tanto el conjunto como cada gesto en particular me dibujaron una de esas sonrisas de satisfacción en la que los ojos se hacen chiquitos, como de caricatura japonesa.
Pero ni siquiera tuve que lidiar con el fantasma de la soledad. Uno de mis mejores amigos llegó de Hermosillo a NY para su luna de miel, así que nos pusimos de acuerdo para ir a cenar y así festejamos por partida doble su boda y mi cumple. De tal manera que me dirigí a Midtown que es lo más neoyorquino de NY (yo vivo más bien Uptown, en un área que se conoce como Upper West Side). Nos vimos en el hotel y de ahí caminamos a Times Square y cenamos de lo más a gusto en el Hard Rock Café. Fue bueno poder verlos justo después de su boda, a la que no pude asistir por que estar en exámenes parciales. ¡Y era un encuentro tan poco probable: cenar en Nueva York en medio de su luna de miel para festejar su boda y mi cumpleaños!
Caminamos por Quinta Avenida rumbo al hotel, me despedí de ellos y me dirigí a la estación de metro. Hace un par de días que el frío hace que te arda la cara, así que debajo del abrigo y la bufanda caminé hasta Broadway, a las doce de la noche, en medio de rascacielos que trataban de conciliar el sueño en la ciudad que nunca duerme. De las alcantarillas, como siempre, salía el vapor cuyo origen y función desconozco, pero agregaba a la escena un toque particular de urbanismo postindustrial. Entré al metro contento, entre otras cosas, porque es un refugio para huir del frío y ahí todavía recibí otra sorpresa.
Hace unos días en esa misma estacíón estaba un señor tocando con guitarra música de protesta. Cantaba con una voz que envidié una canción sobre la conquista española y el sufrimiento pasado y presente de las civilizaciones que sufrieron esa conquista. Volverlo a ver me provocó acercarme a conversar. Me acerqué y le pregunté de dónde era. Me contestó que dominicano y empezamos a platicar. El particular personaje entreveraba en su plática fragmentos de canciones que le parecían adecuadas para la conversación. Unos minutos después tuve que interrumpir su interesante arenga porque el tren casi me dejaba y a esas horas no pasa tan seguido. Entré al vagón y me senté entre dos afroamericanos y, por primera vez, me sentí uno de ellos. Que mi piel fuera más clara había dejado de ser razón suficiente para armar una categoría. Llegué a la una a mi casa, en la calle todavía paseaban personas jaladas por un perro, o al revés. Mis veintiséis años iniciaban con un día lleno de experiencias novedosas y me quedé con la curiosidad de saber cómo será mi vida dentro de un año, si Dios me la concede, y qué circunstancias rodearán a este yo, que cada día le tiene menos fe al libre albedrío.
Este año, sin embargo, tocó pasarlo en un pesado día de clases en Nueva York. El panorama no se veía muy alentador, tendría clases desde la nueve de la mañana hasta las ocho de la noche. Pues resultó una bonita sorpresa recibir una cantidad de llamadas, correos electrónicos y comentarios en el blog mucho mayor a lo que eperaba. Aprecio cada uno con cariño especial y tanto el conjunto como cada gesto en particular me dibujaron una de esas sonrisas de satisfacción en la que los ojos se hacen chiquitos, como de caricatura japonesa.
Pero ni siquiera tuve que lidiar con el fantasma de la soledad. Uno de mis mejores amigos llegó de Hermosillo a NY para su luna de miel, así que nos pusimos de acuerdo para ir a cenar y así festejamos por partida doble su boda y mi cumple. De tal manera que me dirigí a Midtown que es lo más neoyorquino de NY (yo vivo más bien Uptown, en un área que se conoce como Upper West Side). Nos vimos en el hotel y de ahí caminamos a Times Square y cenamos de lo más a gusto en el Hard Rock Café. Fue bueno poder verlos justo después de su boda, a la que no pude asistir por que estar en exámenes parciales. ¡Y era un encuentro tan poco probable: cenar en Nueva York en medio de su luna de miel para festejar su boda y mi cumpleaños!
Caminamos por Quinta Avenida rumbo al hotel, me despedí de ellos y me dirigí a la estación de metro. Hace un par de días que el frío hace que te arda la cara, así que debajo del abrigo y la bufanda caminé hasta Broadway, a las doce de la noche, en medio de rascacielos que trataban de conciliar el sueño en la ciudad que nunca duerme. De las alcantarillas, como siempre, salía el vapor cuyo origen y función desconozco, pero agregaba a la escena un toque particular de urbanismo postindustrial. Entré al metro contento, entre otras cosas, porque es un refugio para huir del frío y ahí todavía recibí otra sorpresa.
Hace unos días en esa misma estacíón estaba un señor tocando con guitarra música de protesta. Cantaba con una voz que envidié una canción sobre la conquista española y el sufrimiento pasado y presente de las civilizaciones que sufrieron esa conquista. Volverlo a ver me provocó acercarme a conversar. Me acerqué y le pregunté de dónde era. Me contestó que dominicano y empezamos a platicar. El particular personaje entreveraba en su plática fragmentos de canciones que le parecían adecuadas para la conversación. Unos minutos después tuve que interrumpir su interesante arenga porque el tren casi me dejaba y a esas horas no pasa tan seguido. Entré al vagón y me senté entre dos afroamericanos y, por primera vez, me sentí uno de ellos. Que mi piel fuera más clara había dejado de ser razón suficiente para armar una categoría. Llegué a la una a mi casa, en la calle todavía paseaban personas jaladas por un perro, o al revés. Mis veintiséis años iniciaban con un día lleno de experiencias novedosas y me quedé con la curiosidad de saber cómo será mi vida dentro de un año, si Dios me la concede, y qué circunstancias rodearán a este yo, que cada día le tiene menos fe al libre albedrío.
jueves, octubre 19, 2006
Cumpleaños se acerca...
Este post tiene como único objetivo granjearme felicitaciones para el día de mi cumpleaños al informar a los que no sabían y refrescar las memorias de los que, como yo, o bien nunca sabemos en qué día estamos o simplemente no recordamos las fechas "importantes".
Este martes 24 de octubre, aparte de celebrarse el LXI Aniversario de la fundación de la Organización de Naciones Unidas se festeja el XXVI Aniversario de mi nacimiento. Así que ya estoy en plena cuenta regresiva.
Este martes 24 de octubre, aparte de celebrarse el LXI Aniversario de la fundación de la Organización de Naciones Unidas se festeja el XXVI Aniversario de mi nacimiento. Así que ya estoy en plena cuenta regresiva.
lunes, octubre 16, 2006
Mi vida en Huásabas (capítulo 9)
Era una tarde de principios de julio, después de un mediodía particularmente caluroso. Justo cuando el sol empezaba a descender, empezó a correr un viento muy fuerte, con sabor a tormenta y a polvo. Levanté mi vista hacia el oriente y detrás del imponente cerro inerte y color a piedra que la sequía parecía castigar inmerecidamente, se asomaban unas nubes gloriosas. Daba la impresión de que la misma Virgen María habría de aparecer de entre ellas. Eran luminosas y la pureza de su blanco inmaculado contrastaba como obra de arte con el azul imperturbable del cielo de una tarde de verano. A esas nubes los vaqueros las llaman "loretanas" en honor a la virgen de Loreto, que es la patrona de Bacadéhuachi, el pueblo que está del otro lado de la inexpugnable montaña. Parece ser que en el verano cuando la lluvia es más ansiada que nunca por los ganaderos, las nubes "buenas", las que traen la lluvia, vienen siempre del oriente, como si vinieran de Bacadéhuachi.
El viento levantaba las basuras de la calle y formaba remolinos con el polvo de la tierra suelta y reseca que no había sido bañada en algunos meses. Las espinozas ramas de los mezquites se mecían al ritmo que las chicharas entonaban su interminable y agobiante canto de fábula de Esopo. En las calles no había ni un alma. Parecía que ese día la hora de la siesta se había prolongado más de lo común. Al silencio que quedaba cuando el viento daba tregua sólo lo perturbaba el olor a café recién colado que salía de la cocina de alguna mujer amodorrada. Ni siquiera se oían los ladridos de los perros. Seguramente estaban resguardándose en los patios al abrigo de la sombra húmeda de la que gozan los naranjos en los huertos.
Caminé por las calles desiertas de lo que incluso a mí me parecía un pueblo fantasma y sólo encontré abiertas las puertas de la Iglesia. Una enjuta celadora, murmurando, rezaba el Rosario con la cara cubierta por un velo de encaje negro, que ni el Concilio Vaticano II había sido capaz de arrancar de sus tradiciones. Con una mano avanzaba lentamente las cuentas de cada misterio y con la otra movía el aire caliente con un abanico de cartón con la imagen de Juan Pablo II.
De regreso a la casa, paso por la esquina donde está la tienda de los escalones y veo sentado a tio Julián Acuña, el anciano soltero de ojos grises y despeinadas cejas blancas. Cuando paso frente a él levanta un poco su bastón para saludarme. A lo lejos se escucha un nostálgico y sosegado bramido de una vaca. Se acerca la hora en la que los vaqueros acuden a las milpas a encerrar a los becerros para que durante la noche se acumule la leche en sus ubres y decide empezar a lamentarse. Entonces escucho los cascos de un caballo que monta un vaquero silencioso con la mirada perdida en el horizonte. Siguiendo al caballo su perro menea vivazmente la cola. Unos niños salen corriendo de su casa mientras su madre grita "pero váyanse por la sombrita". Una vez más veía renovarse el ciclo de la vida que cotidianamente dibuja sus etapas. Era un día cualquiera...
El viento levantaba las basuras de la calle y formaba remolinos con el polvo de la tierra suelta y reseca que no había sido bañada en algunos meses. Las espinozas ramas de los mezquites se mecían al ritmo que las chicharas entonaban su interminable y agobiante canto de fábula de Esopo. En las calles no había ni un alma. Parecía que ese día la hora de la siesta se había prolongado más de lo común. Al silencio que quedaba cuando el viento daba tregua sólo lo perturbaba el olor a café recién colado que salía de la cocina de alguna mujer amodorrada. Ni siquiera se oían los ladridos de los perros. Seguramente estaban resguardándose en los patios al abrigo de la sombra húmeda de la que gozan los naranjos en los huertos.
Caminé por las calles desiertas de lo que incluso a mí me parecía un pueblo fantasma y sólo encontré abiertas las puertas de la Iglesia. Una enjuta celadora, murmurando, rezaba el Rosario con la cara cubierta por un velo de encaje negro, que ni el Concilio Vaticano II había sido capaz de arrancar de sus tradiciones. Con una mano avanzaba lentamente las cuentas de cada misterio y con la otra movía el aire caliente con un abanico de cartón con la imagen de Juan Pablo II.
De regreso a la casa, paso por la esquina donde está la tienda de los escalones y veo sentado a tio Julián Acuña, el anciano soltero de ojos grises y despeinadas cejas blancas. Cuando paso frente a él levanta un poco su bastón para saludarme. A lo lejos se escucha un nostálgico y sosegado bramido de una vaca. Se acerca la hora en la que los vaqueros acuden a las milpas a encerrar a los becerros para que durante la noche se acumule la leche en sus ubres y decide empezar a lamentarse. Entonces escucho los cascos de un caballo que monta un vaquero silencioso con la mirada perdida en el horizonte. Siguiendo al caballo su perro menea vivazmente la cola. Unos niños salen corriendo de su casa mientras su madre grita "pero váyanse por la sombrita". Una vez más veía renovarse el ciclo de la vida que cotidianamente dibuja sus etapas. Era un día cualquiera...
sábado, octubre 14, 2006
Huele a otoño
El asunto de las estaciones del año es más complejo de lo que me parecía. En mi querido y nunca bien ponderado Huásabas se dibujan sólo tres estaciones muy bien diferenciadas con nombres tan característicos como descriptivos: "el tiempo de calor", "el tiempo de frío" y una tercera estación que no tiene nombre, porque nadie nota que no se sufre tan intensamente como el calor extremo del estío, ni como con el dolor de huesos del invierno, en esas mañanas que la escarcha pinta de blanco los terrones en las milpas aradas. Esa estación sin nombre en realidad son dos, pero mi sensibilidad no las encuentra diferentes y corresponde a lo que con más enjundia en otros lugares llamarían primavera y otoño.
En Hermosillo es más fácil, hay sólo dos estaciones: la de calor y la de trenes, jeje. No, en realidad hay un largo e inhóspito verano de seis meses, con temperaturas arriba de cuarenta grados centígrados, y la otra mitad del año la temperatura es agradable, con algunos días fríos. Peor aún la Ciudad de México a mi juicio sólo tiene una estación, con cambios abruptos de clima, humedad y lluvia durante el mismo día y no a lo largo del año.
Fue en Francia que técnicamente conocí las cuatro estaciones y el maravilloso Saint-Flour, cuyas entrañas habité cerca de un año, me mostró cuatro caras diferentes, que gráficamente cobraron un significado concreto y fácilmente distinguible para cada una de las estaciones.
Hoy Nueva York huele a otoño. Las verdes hojas del Riverside Park que me llenaban los ojos con sus intensos colores hoy empiezan a ceder al viento frío y cada día el amarillo va ganando terreno en las copas de los árboles. Las aceras y los parques se llenan a diario de hojas secas y huele a humedad. Y huele a frío. Sopla un fuerte viento helado que levanta los cabellos que los señores usan para cubrir sus calvas, mostrando para su desasosiego un cuero cabelludo que cada día merece menos ese nombre. Y despeina a los perros de raza exótica, aparentes cruzas de rata, armadillo y estropajo, mientras la soltera cincuentona que los lleva de la cuerda se detiene la falda que al volar enseña lo que nadie ha querido ver en algunos años. Y las jóvenes se acomodan las bufandas y los sándwiches de los estudiantes están cada vez más fríos y menos apetitosos. Un vaso de café de Starbuck's brinda un cálido consuelo que regocija a la abogada que acaba de perder un caso. Y en medio de tantos clichés desesperanzados camino yo con banda sonora de Rachmaninov y con una sonrisa complacida celebro una tarde libre y pienso: huele a otoño.
En Hermosillo es más fácil, hay sólo dos estaciones: la de calor y la de trenes, jeje. No, en realidad hay un largo e inhóspito verano de seis meses, con temperaturas arriba de cuarenta grados centígrados, y la otra mitad del año la temperatura es agradable, con algunos días fríos. Peor aún la Ciudad de México a mi juicio sólo tiene una estación, con cambios abruptos de clima, humedad y lluvia durante el mismo día y no a lo largo del año.
Fue en Francia que técnicamente conocí las cuatro estaciones y el maravilloso Saint-Flour, cuyas entrañas habité cerca de un año, me mostró cuatro caras diferentes, que gráficamente cobraron un significado concreto y fácilmente distinguible para cada una de las estaciones.
Hoy Nueva York huele a otoño. Las verdes hojas del Riverside Park que me llenaban los ojos con sus intensos colores hoy empiezan a ceder al viento frío y cada día el amarillo va ganando terreno en las copas de los árboles. Las aceras y los parques se llenan a diario de hojas secas y huele a humedad. Y huele a frío. Sopla un fuerte viento helado que levanta los cabellos que los señores usan para cubrir sus calvas, mostrando para su desasosiego un cuero cabelludo que cada día merece menos ese nombre. Y despeina a los perros de raza exótica, aparentes cruzas de rata, armadillo y estropajo, mientras la soltera cincuentona que los lleva de la cuerda se detiene la falda que al volar enseña lo que nadie ha querido ver en algunos años. Y las jóvenes se acomodan las bufandas y los sándwiches de los estudiantes están cada vez más fríos y menos apetitosos. Un vaso de café de Starbuck's brinda un cálido consuelo que regocija a la abogada que acaba de perder un caso. Y en medio de tantos clichés desesperanzados camino yo con banda sonora de Rachmaninov y con una sonrisa complacida celebro una tarde libre y pienso: huele a otoño.
viernes, octubre 13, 2006
Viento de Canadá...
Tengo dos cosas que reportar: 1) Viento gélido proveniente de Canadá y 2) Examen parcial de Derecho Internacional.
Ambas cosas me tienen helado. Sin duda preferiría tarde calurosa de vacaciones de verano en Huásabas. Pero, como de costumbre, no tengo la opción.
Ambas cosas me tienen helado. Sin duda preferiría tarde calurosa de vacaciones de verano en Huásabas. Pero, como de costumbre, no tengo la opción.
viernes, octubre 06, 2006
Sorpresas que da la vida
¿No les ha pasado al volver a ponerse una prenda de invierno, después de que estuvo guardada casi todo el año, meter la mano a una bolsa y sacar de entre servilletas mocosas y boletos del cine, un billete de no tan baja denominación? Ahhhh qué gusto da!!! Es como ganar dinero, porque aunque el billete ya fuera tuyo es como si no lo tuvieras y lo acabaras de recibir de premio. También pasa con algún pantalón que después de lavado todavía puedes recuperar aunque sea un billete de veinte pesos (bravo a quien se le ocurrió hacerlos de plástico y no de papel moneda, como harán ahora con los de 50 pesos y más adelante con los de 200 y los de 500). La verdad es que se siente muy bien cuando te pasa. Ah!!! pues la sorpresa que hoy quiero contaros es que esta semana me pasó!!!! exactamente lo contrario!!! Oooops!!! Pues como la tercera ley de Newton, el sentimiento es de igual magnitud pero en sentido contrario. Afortunadamente que no padezco crisis recurrentes de depresión porque, vive Dios!, que es un buen detonante. Resulta que tuve que pagar a la universidad cargos que no tenía la menor idea que existían en mi vida y que mi presupuesto no había contemplado en lo más mínimo. No les voy a decir cuánto me cobraron en total, no sea que haya entre los lectores algún adinerado que no juzgue la cantidad como onerosa y eso sería una afrenta muy fuerte contra mis tarjetas que sudaban mientras que con manos temblorosas las insertaba en el cajero para exprimirlas y poder pagar una serie de deudas que nunca supe que había contraído. Además, malditas universidades gringas, tanto que me estaba gustando estar en una de las Ivy League, creyendo que todas las facilidades las subsidiaba alguna fundación de un millonario muerto, incapaz ahora de disfrutar de su fortuna. Pues nada, todo lo que he disfrutado y aun lo que no he disfrutado, me lo iban a cobrar a un precio que sin duda me hubiera hecho pensar dos veces si era razonable pagarlo. Aunque después de una intensiva auscultación burocrática me aseguraron que de ninguna manera quedaba a mi juicio si no usaba los servicios para no tener que pagarlos. Y que todos eran "mandatory", o sea, ooobliiiigaaaatooooriiiiioooos, así... con las vocales muuuy marcadas. Pero es que te cobran por ser extranjero, como si no les hubiera pagado suficiente a los de migración; por tener pecas en la espalda; por no orinar sentado y hasta por recetarte curitas y aspirinas en la "enfermería", pero a un precio que deben ser enfermeras ganadoras del premio Nobel de enfermería (si lo hubiera). Y, nada, ahora mi presupuesto tuvo que hacer algunos ajustes que tendrán como resultado hacer la economía de mis alrededores más deficitaria y conducirán a la extinción de mi alter ego, homo shoppingus. Pero ni eso me ha quitado el buen humor, así que creo que estoy madurando, jajajaja, ni al caso el último comentario, fue sólo un dejo de literatura surrealista-dadaísta de mi parte, o como diríamos en Sonora, fue sólo una pendej$%...
- Sshhhh Rafa!!! que hay niños presentes...
- Perdón... Ooots
Pues sin más malas noticias que la de que ya estoy en parciales y con más material de estudio que el que quisiera me despido, no sin antes mandarles un fuerte abrazo...
- Sshhhh Rafa!!! que hay niños presentes...
- Perdón... Ooots
Pues sin más malas noticias que la de que ya estoy en parciales y con más material de estudio que el que quisiera me despido, no sin antes mandarles un fuerte abrazo...
domingo, octubre 01, 2006
Andanzas...
Rafa en Central Park. A la altura de sus patillas notarán que ya le hace falta un corte de pelo, pero a veces se hace pasar por bohemio para evitar la dureza de los cánones sociales. Otras veces se refugia en lo ecléctico de la moda y finge que en Mongolia su corte de pelo es lo más in que hay. En el fondo sabe que ninguna de las dos estrategias funciona muy bien, pero así mantiene domado a su super ego.
La Big Apple (r)... Esta es la entrada a la tienda de Apple MacIntosh en Quinta Avenida. Supongo que el publicista es también medio geek haciéndose pasar por cool, jaja, (coherente con el club de fans de Apple, dicho con el más profundo respeto) y supuso que el juego de palabras Big Apple-New York era buena idea. Pues le pegó, se ha convertido en un punto relativamente famoso de la ciudad.
Foto con concepto en Rockefeller Center. Como cuando he traído la cámara he andado solo, decidí volver a explorar mi alter ego artístico: Rafael Cartier-Bresson, con resultados obviamente lamentables. Pues esto fue lo que resultó de mi foto con (h)arrrte. No sobra aclarar, ya que el concepto no es tan evidente, que en el centro de la foto verán a un estupidín con cámara... ah! pues ése mero soy yo, enfrente de un espejo gigante y convexo que también pretende ser una obra de arte.
Times Square (Detalle)... Si en algún lugar la publicidad tiene problemas para hacerse notar es en Times Square en el que el bombardeo publicitario es cosa extrema, manifestación bien lograda del consumismo-individualismo-americanismo, con algunos destellos de pop art dignos de verse, contiguos a algo tan extraño como la publicidad de la versión estadounidense de Bety la Fea, Ugly Betty, que produce Salma Hayek (alguien me puede decir qué le pasa a esta mundo??? jaja). Anyway, Bety la fea rules!!!
Desfile de San Genaro, en Little Italy, el más tradicional de este tradicional vecindario de Lower Manhattan. La banda va tocando el tema de la película El Padrino. Yo, naco como soy, estaba muy emocionado, porque en esa procesión, pero a principios del siglo XX es donde Vito Corleone, aprovechando la confusión de la marabunta, mata al gángster que acosaba el territorio y así da inicio a la más célebre familia de la mafia sicilo-estadounidense del libro de Mario Puzzo. Cabe aclarar que ya no es exactamente el típico vecindario italiano, porque ahora es muy turístico y tiene todas las características de la naquez que los turistas le damos a cualquier lugar, pero igual vale la pena la visita.
Coincidence???
Día en la vida de una mujer que no conozco:
[Ella camina de norte a sur por la Séptima Avenida, a la altura del Village]
- Tengo unas ganas enormes de fumarme un cigarro.
- No, debo controlarme, ya llevo tres semanas sin fumar.
- Pero ansío sentir el humo del tabaco calentar mis pulmones y provocarme esa sensación de plenitud en el torso.
- Lo malo es que si me fumo uno, puedo caer en el vicio otra vez y con eso de que cuesta, apesta y molesta, creo que lo mejor es que me aguante.
- ¿A quién quiero engañar? Nunca podré dejar de fumar, en la primer tienda me compro una cajetilla.
- Shit!!! No traigo más que un dolar y con la cantidad de impuestos que tiene el tabaco en Nueva York no me alcanza más que para comprar un solo cigarrillo.
- Good!!! En esa tienda de revistas venden cigarros sueltos, compraré solo uno y así sigo con mi propósito de dejar el vicio. Será el dolar mejor gastado de mi vida, ya no puedo aguantarme a prenderlo y darle el primer drag.
- Hi! Sir, Hi! Can I have a single cigarette?... Thanks...
El mismo día en la vida de Rafael:
[Caminando de sur a norte por la Séptima Avenida, a la altura del Village]
- Uy, está haciendo frío, voy a entrar a esa tienda de revistas a ver qué leo y a resguardarme un rato.
[Mientras la mujer sale de la tienda se le cae el cigarro en el mismo espacio y tiempo que el pie de Rafael con firmeza de soldado Nazi, lo aplasta destruyéndolo irremediablemente]
Mujer: Shiiiit!!!
Rafael: I am soooorrry!!!
Mujer: [Pensando] Stupid jerk, what an idiot!!!
Rafael: Oooots...
[Ella camina de norte a sur por la Séptima Avenida, a la altura del Village]
- Tengo unas ganas enormes de fumarme un cigarro.
- No, debo controlarme, ya llevo tres semanas sin fumar.
- Pero ansío sentir el humo del tabaco calentar mis pulmones y provocarme esa sensación de plenitud en el torso.
- Lo malo es que si me fumo uno, puedo caer en el vicio otra vez y con eso de que cuesta, apesta y molesta, creo que lo mejor es que me aguante.
- ¿A quién quiero engañar? Nunca podré dejar de fumar, en la primer tienda me compro una cajetilla.
- Shit!!! No traigo más que un dolar y con la cantidad de impuestos que tiene el tabaco en Nueva York no me alcanza más que para comprar un solo cigarrillo.
- Good!!! En esa tienda de revistas venden cigarros sueltos, compraré solo uno y así sigo con mi propósito de dejar el vicio. Será el dolar mejor gastado de mi vida, ya no puedo aguantarme a prenderlo y darle el primer drag.
- Hi! Sir, Hi! Can I have a single cigarette?... Thanks...
El mismo día en la vida de Rafael:
[Caminando de sur a norte por la Séptima Avenida, a la altura del Village]
- Uy, está haciendo frío, voy a entrar a esa tienda de revistas a ver qué leo y a resguardarme un rato.
[Mientras la mujer sale de la tienda se le cae el cigarro en el mismo espacio y tiempo que el pie de Rafael con firmeza de soldado Nazi, lo aplasta destruyéndolo irremediablemente]
Mujer: Shiiiit!!!
Rafael: I am soooorrry!!!
Mujer: [Pensando] Stupid jerk, what an idiot!!!
Rafael: Oooots...
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