miércoles, febrero 27, 2008

De patrias que parecen pinturas de Picasso

Al parecer estoy adquiriendo la saludable y horrible costumbre de seleccionar temas que le importan al 0.00012% de la población mundial y darles "seguimiento" en mi blog. Y, pues ni modo, he notado que con estoicismo los lectores víctimas de mi blog terminan leyéndolos y hasta tienen la decencia de participar en su comenta (los más valientes). En esta ocasión la irrelevancia se remonta a platicar de manera irresponsable, desinformada y asistemática (vivan los blogs!!!) del tema de lo que llaman la provincia, el interior o los estados, en su relación con la capital del país respectivo.

Antes de empezar, a mí me gusta hablar de las palabras, porque creo que el análisis de los términos que se usan para designar algo nos da muchas luces sobre el contenido de lo que designan. En este caso, me limito a hablar de México que conozco mejor, porque tanto el significado que se les da a las palabras, como la conformación política de las regiones que componen a un país varia mucho de un lugar a otro.

En nuestro país suele llamarse a todo aquello que no es la ciudad de México "la provincia". El término me parece inadecuado y anacrónico. Esto último porque si bien durante la Colonia, la Nueva España tenía sus provincias, cuando el país se independizó y promulgó su primer Constitución formal (la de 1824) se denominó Estados a las unidades políticas que formaban la República Mexicana, lo cual se conserva en la Constitución actual (la de 1917). Inadecuado también "la provincia", porque es un sustantivo en singular, como si todo lo que no es la capital tuviera una existencia homogénea. No hace falta pasearse mucho por México para saber que esa apreciación es incorrecta. Cada estado tiene su realidad política, social y económica, que no es para nada común. Pero, además, la cultura cambia también de región a región; así, cuando la gente de la capital (chilangos) dice "es que en la provincia esto o aquello", lo más probable es que se van a equivocar porque lo que sea que digan puede ser cierto en unos lugares y falso en otros. La característica común que puede haber en la provincia es que son ciudades más pequeñas que la ciudad de México, pero es muy diferente la vida urbana de las otras ciudades grandes del país: Guadalajara y Monterrey, principalmente, que la de las ciudades medianas, como Hermosillo y las otras capitales de Estado, y, no se diga, de las ciudades pequeñas y las comunidades rurales. El norte, el centro y el sur son también regiones con diferencias muy marcadas en diferentes ámbitos como para poder generalizar sobre "la provincia".

Peor aún, cuando se hace referencia a "el interior de la República" (como en Chabelo, si mal no recuerdo), ahí sí me pierden. ¿Que la capital es el exterior de la República?, ¿está acaso afuera de la república? o es la circunferencia, mientras que los estados son lo que está adentro del círculo, porque si es así yo simplemente he estado viendo un mapa equivocado de México. En el mapa que yo he visto, la ciudad de México está muy en el interior de la República.

Por las razones antes expuestas "los estados" me parece un término más adecuado, ya que es la denominación constitucional, eso es lo que realmente son: estados, y su plural es más acertado en describir diferentes realidades para cada uno.

Tratando de no abundar mucho, me parece importante mencionar que nuestro país es una república federal, lo cual significa, por el lado de república, que no es una monarquía sino un país en el que la soberanía (término que suele no significar nada) reside en el pueblo, el cual elige a un gobierno para ser representado por la imposibilidad práctica del "gobierno de todos"; lo federal significa que diversas unidades políticas con existencia propia se unen y crean adicionalmente a sus propios gobiernos, otra estructura gubernamental (gobierno federal o central) que se encargará de algunas tareas de gobierno que se realizan más eficientemente de manera conjunta. Estas tareas pueden ser muchas, pero normalmente incluyen, por lo menos, la defensa del país (ejército), la conducción de las relaciones exteriores (diplomacia) y la recaudación de algunos impuestos (hacienda).

El gobierno federal, evidentemente, tiene que estar en algún lugar y no se requiere mucho sentido común para saber que es necesario elegir una capital y ahí concentrar sus oficinas. Esto inmediatamente crea un centro de poder geográfico, en el que lo que se decida tiene efectos para todo el país. Aun países como Estados Unidos, cuyos gobiernos locales son muy autónomos, depende mucho de lo que se diga en Washington. En México la concentración es aún más fuerte porque las empresas que operan en todo el país suelen tener sus sedes corporativas en la capital; asimismo, cultural y académicamente las instituciones más fuertes suelen radicar en el Distrito Federal (aunque sean sostenidas con presupuesto federal).

Esta situación genera casi automáticamente un recelo por parte de las regiones respecto a la capital y, evidentemente, una especie de arrogancia de los residentes de la capital (que suele ser la ciudad más grande dándoles un carácter más urbano a sus residentes, con todas las virtudes y defectos que esto representa). Estas dos cosas tienden a generar una animadversión entre los dos tipos de conciudadanos. De esta realidad no escapan muchos países: en Francia contra los parisinos, en España contra los madrileños, en Argentina contra los porteños y, en México, contra los chilangos.

Aunque no se trata de un conflicto grave, las expresiones de odio suelen llegar a niveles de ofensa. Hace algunos años la frase "Mexicano, haz patria: mata un chilango" se hizo muy popular, particularmente en el norte y en Guadalajara, la segunda ciudad más grande del país. En ocasiones, la violencia verbal ha trascendido a niveles más graves, como cuando a prinicipios de los noventa, en Chihuahua, un niño proveniente de la ciudad de México, fue apedreado por esa razón y falleció. Hace más de un año, en un blog bastante popular llamado "Sala Verga", el autor hizo un recuento de un viaje que hizo al D.F., tratando a los habitantes de la capital con un desprecio que rayaba en discurso de odio y con un contenido racista muy lamentable. Pero, más que llamarme la atención su artículo que, finalmente, reflejaba únicamente su opinión (muy extendida en Sonora de donde somos tanto el autor como yo), era impresionante la cantidad de comentarios que tuvo su entrada en la que se vaciaron cientos de opiniones tremendamente ofensivas y, en ocasiones procaces, de la gente de los estados contra los de la capital y de éstos contra aquéllos. Lo que me resulta más preocupante es que el perfil del público de ese blog es gente joven y como lectores de blogs se asume una posición económica y cultural más elevada que el promedio, así que el contenido de las opiniones resultaba completamente desalentadora respecto a la integración fraternal de los mexicanos. Y justo ayer leía el artículo en Wikipedia en inglés sobre la ciudad de México, en el apartado de discusiones al respecto del artículo se podía también apreciar los comentarios denostativos hacia los capitalinos, así como la respuesta arrogante de éstos contra los atrasados y pueblerinos habitantes de "La Provincia" (claro que en un lenguaje más "objetivo", "à la Wikipedia").

En fin, no creo que esta situación tenga un remedio concreto, pero creo que como país estaríamos mejor apreciándonos con nuestras diferencias que siempre enriquecen a amobs lados de la relación. El simple hecho de conocer a gente de lugares diversos, ayuda a dispersar los estereotipos más negativos que podamos tener (aunque siempre habrá gente que los confirme y aun los supere). Personalmente he tenido la suerte de ser de un estado (uno muy regionalista) y, a la vez, de convivir con la gente de la capital y encuentro las diferencias mucho más divertidas que molestas.

viernes, febrero 22, 2008

8 cosas que hacer antes de morir

Hace unas semanas se estrenó en México una película con Jack Nicholson y Morgan Freeman llamada The Bucket List, que no me acuerdo cómo le pusieron en español. El asunto es que este par de viejos tan diferentes en historias y motivaciones terminan haciendo una lista de cosas para hacer antes de morir (coloquialmente en inglés usan la expresión "patear la cubeta" [bucket], que viene a ser como nuestro "estirar la pata" y de ahí el nombre de la película). Adicionalmente, una entrada reciente en uno de los blogs a los que soy afecto (www.doppelanger.blogspot.com) lanzó sutilmente y sin ninguna velada amenaza a quien lo incumpla, lo que se conoce como meme sobre 8 cosas que nos gustaría hacer antes de "patear la cubeta". Los memes son una especie de cadena que se crea en los blogs, invitando a otros blogueros a escribir un artículo sobre una idea o guión que a un bloguero se le ocurrió. Después de este larguísimo preámbulo procedo a hacer mi lista de cosas que no se me pueden pasar antes de que se llegue mi fecha de caducidad.

1. Como me gustan los clichés iniciaré con los lugares que quiero conocer y que considero imperdibles: Chiapas, Lisboa, Honk Kong, Machu Pichu, Yucatán, Tokio, Río de Janeiro, Beijing... oh my goodness!!! esta lista se está poniendo demasiado larga y con lo alto que está el precio del petróleo, de dónde voy a sacar para tanto boleto??? Creo que tendré que dejar de escribir en el blog y dedicar este tiempo para alguna actividad que me remunere pesitos: limpiar vidrios en Periférico, rentarme para gritar en marchas o la venta carnal de mis carnes en Avenida Insurgentes, porque a este ritmo no voy a poder conocer ni Chiapas, que me queda aquí en corto...

2. Gastarme media quincena en unos zapatos Ferragamo y la otra en un traje Couture de Ermenegildo Zegna (ver viaje a San Diego). Claro que tiene que ser en mi última quincena de vida, porque si me la gasto toda con qué voy a vivir el hipotético resto de mi existencia. Y es que nada más de glamour no se alimenta uno. Eso sí, iba a aprovechar para tomarme una foto y suplicarle a cualquier revista de la prensa rosa que me pusieran por ahí, al menos en alguna esquinito junto a Viviana Corcuera (que no sé ni quién sea, pero siempre sale con una sonrisa acartonada en todas esas revistas... se supone que no las leo pero mostré conocimientos muy específicos como para ahora negarlo. ¡Oh no, qué horror!)

3. Subirme a un globo aerostático, de preferencia que sea rojo y diga "I love you", en alguna ciudad que me guste mucho, como París, Venecia, Viena o Huásabas, of course...

4. Conocer a una celebridad (pero de a de veras, no como Johny Laboriel que conocí una vez). Sí, una mundialmente conocida, onda Hollywood. Y tenerla muy cerquita y gritarle como enajenado groopie: "Te amooooo. Will you marry meeeeee???" O bien, "estoy embaraaaaazado de tiiiii" (ésa me encanta... está dicho, esa es la que voy a usar). Si puedo escoger, me quedo con Alizée con la misma ropa y el mismo pasito de ese video de "Je m'eclabousse, j'en rie".

5. Decir algo en el pleno de las Naciones Unidas, aunque sea "booo para Bush", elocuencia que pienso acompañar del tradicional gesto de ponerse las manos a los lados de la cabeza simulando grandes orejas y sacando la lengua para decir "prrrrttt".

6. Dar clases en la universidá (ayyy, qué grande!!!) y hacerme llamar 'catedrático Barceló', para lo cual caminaré con un aire de solemnidad que dé la impresión de que floto unos cinco centímetros sobre el suelo.

7. Vivir al menos un mes en una comunidad apartada de la civilización, para hacer servicio a la comunidad, sin más pertenencias que mis hipotéticos zapatos Ferragamo y una montaña de libros (¡Alguien llame al departamento de casting del Salvation Army: soy un recluta que ha pasado inadvertido!).

8. Tener la oportunidad de despedirme largo y tendido con cada persona que ocupe un porcentaje = ó > al 1% de mi stock de afecto, antes de partir (no me refiero a la comunidad apartada, sino a la ultratumba).

Pues escritores de blogs que lean este meme, siéntanse convidados a repetir este ejercicio, si les da su muy regalada gana. De lo contrario, por lo menos escriban algo, que no hay nada más triste en la vida de uno que entrar a sus blogs favoritos y no ver nada nuevo escrito.

lunes, febrero 18, 2008

Californication

Uno de los grandes problemas de mi carácter es mi imposibilidad genética para decir que no a cualquier invitación. Es una especie de tara que a veces merma mi sentido común y yo tengo un presto "Sí" para cualquier pregunta que empiece con: "¿Quieres ir a...?" "¿Se te antoja conocer ...?" "¿Me acompañas a...?", etcétera.

Pues así fue la semana pasada en la que un nuevo amigo (aún no consciente de ese súper poder mutante para aceptar cualquier invitación que tiene el que esto escribe) me invitó a San Diego, Calfornia. Yo, debe quedar claro después del preámbulo, contesté intempestivamente "pues vamos" (lo dije con un encantador acento norteño que no dejó lugar a dudas sobre mi determinación). Y como no hay plazo que no se venza ni fecha que no se cumpla, el mismísimo viernes tomamos el avión rumbo al noroeste, directo a la aún mexicana ciudad de Tijuana, cuyo lema geográficamente acertado reza: "Aquí empieza la Patria", ya que está en la merita esquina noroeste del país. Claro que alguien con mayor conciencia de la redondez de la tierra podría sugerir que el lema fuera "Aquí termina la Patria", pero los tijuanenses distinguidos decidieron que ellos prefieren el Alfa al Omega y les pareció más digno de nobleza ser el comienzo y no el final de ese ente esperpento que es mi amada República Mexicana.

Llegamos a Tijuana todavía con el sol alto, tomándole ventaja a la diferencia de horario que son dos horas menos que el centro de la República. La zona metropolitana de Tijuana-San Diego es muy especial en muchos sentidos. Primeramente, la mexico-estadounidense es la frontera más asimétrica del mundo, no sólo en términos del ingreso per cápita, sino en diferencias culturales y desarrollo de infraestructura. No hace falta explicar que este diferencial genera una situación de tensión natural. Segundo, la frontera entre Tijuana y San Diego es el cruce fronterizo con mayor flujo de personas por día del mundo. Sí, no hay frontera entre dos países en los que más personas se desplacen hacia ambos lados, como en esas dos ciudades, las cuales, por cierto, forman en realidad una sola zona metropolitana dividida por una frontera que cada día se quiere parecer más al Muro de Berlín, para calmar los nervios de los granjeros de Arkansas que ya se les hace que tanto mexicano no le caerá nada bien al país (y que les quitarán sus trabajos y harán disminuir sus salarios). En fin, con todo y muro fronterizo las dos ciudades están comercial y culturalmente interconectadas de una manera muy estrecha. Un resultado de lo que vengo diciendo es que la cola (línea de espera) que hay que hacer para entrar es más larga que la Cuaresma. Y así nos tocó esperar hora y media para poder llegar al punto de cruce (en carro).

San Diego es una ciudad muy linda, ordenada, padrísima, ordenada, con un clima templado todo el año, una vegetación muy verde y de cara al Océano Pacífico a lo largo de inmensos riscos que se adentran en el mar, produciendo unas vistas increíbles, sobre todo al atardecer. La Bahía de San Diego, en particular, es hermosa, plagada de veleros y de marinas saturadas de yates que cuestan el equivalente al PIB anual de Zimbabwe. Pero tratando de olvidar el hambre en África, uno se complace enormemente al contemplar el paisaje humano y deshumanizado de la Bahía, con las torres de la misión jesuita haciendo contraste con los ultramodernos edificios del centro de la ciudad, cuyas luces se reflejan en el espejo que forman las calmadas aguas de la Bahía.

Como cualquier ciudad gringa y muy solvente, las compras son formidables, una cantidad impresionante de marcas y productos para todos los presupuestos, desde las famosas "tiendas del dólar" (todos los productos valen un dolar: vivan las maquiladoras chinas!!!) hasta las tiendas departamentales más ridículamente elitistas: Sacks Fifth Avenue, Bloomingdale's, Nordstrom y todos los diseñadores célebres de Italia o Francia. La verdad es que uno se divierte contemplando los estereotipos de las comunidades burguesas: las señoras rubio platino que se han restirado tanto la piel que las comisuras de los labios ya se les volvieron a juntar a la atura de la nuca, comprándose su mascada Hermès; las fresitas mexicanas de aspecto güero oxigenado (rubio artificial) que de tanta pose que usan para hablar (con la papa en la boca) lo único que les escuchas mascullar son onomatopeyas sin ningún sentido como Zah! beh! plah! shoop! etcétera; los intentos de metrosexual gastándose la mitad de sus quincenas en unos zapatos Ferragamo y la otra mitad en un saco de Ermenegildo Zegna; en fin, una serie de clichés desenfrenados por una sociedad de consumo en el que hay que marcar la desigualdad con productos "yuppies" porque, claro, se tiene que notar que está por un lado la gente bien y por el otro, la perrada. Y nada mejor para probarlo que en el shopping center, "dime dónde compras y te diré quién eres". Claro, todo esto yo lo veía con harto placer, sin ningún resquicio de conciencia social, porque pasearse por un mall tomando un café genérico de Starbucks (orange moka frapuccino) no combina bien con ideas tan rojillas, dignas solamente para patio de universidad pública.

Otro encanto de San Diego es La Jolla, uno de los lugares más caros para comprar (inmuebles) en el mundo y no me extraña. Es lo más upscale de la ciudad, con unas vistas maravillosas al mar, rodeada de boutiques très chic y restaurantes de diseño con vista al mar, en el que te venden unos calamares a precio del monstruo del lago Ness. Andar en Mercedes Benz en La Jolla ya empieza a verse naco, porque ahí la moda son Jaguares, Bentleys, Porshes, etc... (ash!!! y pensar que nosotros llegamos en un Chevrolet Sedán que habíamos rentado y que desentonaba terriblemente con el resto de la concurrencia. Aún así el lugar es increíble, precioso, con parques súper lindos en colinas que dan al mar y calles que serpentean rodeadas de hiedras que cubren las paredes de los chalets, entre la elegante sobriedad de boutiques y tiendas de antigüedades o el chunche que se te ocurra (a precios que no se te ocurrirían).

Y así se fue yendo el fin de semana y para cuando acordé (como decía mi nana) ya era hora de regresar a trabajar, por lo que tomamos un avión nocturno que nos trajo de regreso al D.F. a las 6:30 de la mañana, justo a la hora en la que hay que meterse a bañar para irse a la chamba, con un sueño de dos horas acumuladas de toda la noche. Mi cara ha sido como de pit bull todo el día y mis ilusiones no llegan ahora más allá de la hora en la que llegue a la casa y me tire a la cama a dormir hasta el día siguiente, esperando fervientemente que a nadie se le ocurra invitarme a ningún lado, porque estoy seguro que terminaría diciendo que sí, muy a pesar de mis párpados que pesan como si trajera colgado de las pestañas al mismísimo Ñoño.

jueves, febrero 14, 2008

Otra de Chávez...

Con todo este nuevo escandalito que se carga el gobierno de Chávez, a través de su embajador en México, Roy Chaderton, acusando al presidente de la panificadora Bimbo, el archirrequeterico empresario mexicano Lorenzo Servitje, de financiar actividades desestabilizadoras en Venezuela, yo me pongo medio entretenido. Primeramente, se le acusa a Servitje de ser un católico de ultraderecha. Vamos por partes, cuando en la arena pública se acusa a cualquiera de ser católico (o protestante o musulmán o ateo), yo me pongo medio rijoso. Tal vez algún espíritu me haya poseído, pero siempre he creído que la libertad de culto individual es un derecho que tampoco debe restringirse a los gobernantes y mucho menos a las figuras públicas, en general. La secularización y la laicidad del Estado son dos logros importantísimos que han saneado mucho el nivel de democracia de nuestras sociedades. Sin embargo, los actores más importantes de la sociedad, en su calidad de seres humanos, pueden profesar una religión y si así lo gustan hacerlo a los cuatro vientos, siempre y cuando no usen las instituciones del Estado para forzar a otros a compartir sus dogmas religiosos o morales. Y es que es común confundir la laicidad del Estado con el jacobinismo que donde ve una cruz empieza la cabeza a darle vueltas como a la niña de El Exorcista. Bueno, volvamos a don Lorenzo. Sí, resulta que es católico, muy católico tal vez (de misa diaria, dirían en Huásabas). Y, bueno, a mi juicio, tiene derecho a eso y a hacer todas las barras de pan que quiera.

Segundo, cuando se acusa a alguien de ultra derechista o de extrema izquierda ¿qué se quiere en realidad decir? La impresión que me da es que esos términos se usan cada vez con menos propiedad, solamente para desdeñar que una persona se apega fuertemente a una ideología opuesta. Ese desafortunado recurso termina convirtiéndose en una falacia ad hominen pues el enfoque dejan de ser las ideas del contrario, desdeñándose a la persona de radical (y por tanto equivocada) aunque no se pruebe con claridad qué es lo que lo hace extremo o ultra. Ejemplos de éstos hay para tirar para el viento, pero cuando estudié en Columbia me tocó ver un noticiero de Fox News (de ultra derecha, jajaja, no es cierto... pero sí un canal estadounidense de línea dura conservadora) en el que calificaban a la universidad de extrema izquierda, sólo porque en una conferencia del fundador del movimiento Minute Men (grupo anti-inmigrantes muy activo) algunos alumnos se manifestaron en contra del tipo. O de ultraderechistas a personas muy estrictas en su código moral y/o religioso. Lo que es derecha e izquierda se va definiendo país por país y en diferentes tiempos cambia, pero a mí me parece que lo ultra o extremo solamente se justifica cuando el individuo o grupo en cuestión participa en la eliminación de la ideología contraria, no cuando ostenta fuertemente la propia ideología. Yo no conozco bien la trayectoria del señor Servitje, pero hasta ahora no he encontrado (tal vez por desinformación) qué es lo que lo convierte en un ultraderechista (al menos, según mi propia definición al respecto).

El embajador venezolano señaló, además, que Servitje financia a una organización demócrata cristiana (ODCA), la A es "de América", que preside el también mexicano Manuel Espino. En este otro punto tampoco le vería yo problema, porque brindar recursos a una organización que promueva una ideología política-moral-religiosa, hace posible que existan diferentes ejes del espectro político que fomentan el juego democrático. Yo veo más negativo que la balanza se cargue mucho de un lado o del otro, porque eso da lugar a regímenes autoritarios que tanta alergia me causan. Es muy evidente que la ODCA hace propaganda en el continente para favorecer medidas orientadas a la derecha, tanto en lo que toca lo económico y lo político, como a lo moral. Seguramente Venezuela no escapa a las áreas de influencia de la ODCA (incluso, es muy probable que sea un país prioritario para la organización). Habrá quien lo repruebe, hay seguramente a quien le parezca que está mal que organizaciones de tipo internacional se involucren en la política interna de un país. A mí me cuesta trabajo comprar ese argumento porque simplemente no creo en el dogma de la soberanía de los Estados. Yo únicamente creo en la soberanía de los pueblos a autodeterminarse (y tampoco como derecho absoluto, por su peligroso potencial xenófobo). Si al interior de los pueblos se importan ideologías de naciones extranjeras, inclusive con la ayuda de individuos de otros países (como pasó en la Ilustración, o con las culturas griegas y latinas, o hasta con las revoluciones francesa y estadounidense), qué hay de malo en ello.

De cualquier manera, dice don Lorenzo que él no les ha dado a esa organización ni a Manuel Espino un quinto (de los muchos millones de quintos que gana haciendo pan en muchos países). Pero yo digo que si quisiera podría dárselo y santo y muy bueno (sin tono sarcástico).

De lo que denuncia Chaderton que sí estaría en contra es de que se promuevan políticas desestabilizadoras al interior de Venezuela. Esa violencia sí puede un Estado repudiarla y combatirla dentro de la aplicación de un marco legal que intente proteger la gobernabilidad del país (por mero instinto de supervivencia los Estados tienen legitimidad para controlar los intentos de revolución que se dan a su interior, pero siempre respetando los límites del estado de derecho y sin transgreder derechos humanos). Eso no sé si realmente está pasando o si es que a los ojos de una incipiente dictadura todo intento de oposición es un movimiento desestabilizador de la sacrosanta voluntad suprema del dictador y su equipo cercano. Pero mi conocimiento se limita a lo que públicamente se conoce y la elocuencia del embajador venezolano dejó mucho qué desear. Sobre todo cuando incluyó en el reporte que cuando le presentaron a Servitje, éste lo vio con malos ojos y lo saludó de mala gana (Oh my Gosh!!! Qué falta de tacto, cómo se le ocurre al viejito millonario no saludar con una amplia sonrisa Colgate al embajador!!!

Y así termino mi innecesaria y no solicitada perorata, aclarando que no es la intención de este artículo unirse a la ya trillada posición de "odiemos todos juntos a Chávez". Sino que el evento me trajo a colación puntos que hace tiempo me hubiera gustado discutir.

miércoles, febrero 06, 2008

Juites a Acapulco y no me dijiste hoy me siento triste a ver qué me trajiste. Pos nada, pos nada qué te iba a traer, si ni me acordaba ya de tu querer

Y como lo prometido es deuda... ahora toca hablar de cómo este ser humano, victimizado por las presiones y el estrés de la gran ciudad fue a buscar sano solaz y esparcimiento al mundialmente famoso puerto de Acapulco.

Cuenta la leyenda que cuando uno está cansado de trabajar, estudiar o de rascarse ociosamente la panza, es conveniente irse a echar un buche de agua salada a la playa más cercana (lo siento por esos pobres que viven en Asia Central que están como a tres mil años luz del mar más cercano, por eso y por las perpetuas guerras fraticidas que uno yo por más ganas que le eche ya no entiende cómo van, ni quién contra quién está peleando). El asunto es que lo que dice esa leyenda (que acabo de inventar) es que hay que aprovechar los puentes (fines de semana largos) para acudir a abarrotar los destinos turísticos más populares. Resulta que en el edificio en que vivimos hemos creado una comunidad de amigos que ha causado el absoluto terror de los demás vecinos que no se han integrado al show. Siendo la mayoría autoexiliados sonorenses, tendemos a hablar con una voz potente y generosa en decibeles que molesta a algunos delicados colindantes, sobre todo cuando la elevamos a causa de alguna musiquita que amenice la ocasión alegre de nuestras frecuentes reuniones. Pero ya no sé si no me importa que se molesten por mero sentimiento de venganza o porque estoy perdiendo los escrúpulos, pero me cuesta trabajo esforzarme en generar silencio dentro de mi propia casa para que lo disfrute la vecina de arriba que parece que se tranporta día y noche en caballo por los taconazos que nos hace recetarnos todo el tiempo y que se dedica a la productiva actividad de golpear muebles y tirar vajillas al suelo, o al malhumorado sinaloense (cara de narco de bajo nivel, para variar) cuyos tres críos lloran aproximadamente el 80% del tiempo. El caso es que esta comunidad de escandalosos sonorenses y chilangos asociados decidimos que había que cambiar de ambientes y aprovechar el puente en las tropicales playas de Acapulco.

Claro... se imagina uno a la sombra de una palmera tomándose el agua refrescante de un coco, con el sonido adormecedor de las olas del Océano Pacífico y se cuestiona porqué diablos habría uno de preferir quedarse en el Distrito Federal, en las infrahumanas condiciones que no necesito volver a describir. Así pensando, salimos en dos carros y una concurrencia de nueve seres humanos rumbo al sur, al encuentro de la felicidad verdadera. Ehhhh.... dos horas después seguíamos en la ciudad de México porque a la hora a la que salimos, les dio la misma ocurrencia a unos diez millones de tenochcas (eufemismo para Mexican people) y estaba el tráfico insoportable en dirección "abandonemos todos esta madre" (misma dirección en la que nos encontrábamos los ingenuos vacacionistas). He de decir que no todo era aburrimiento dentro del carro; de hecho, en el asiento trasero iban dos acompañantes departiendo alegremente con unas cervezas bien heladas que amenizaban su ocasión (yo era un simple conductor resignado). Después de mucho batallar dimos con la autopista que aunque bastante llena nos permitía subirle la velocidad a nuestro trasporte hasta que nos topamos con Cuernavaca (que tiene la ocurrencia de estar en el camino) y que fue elegida por cinco millones de tenochcas para pasar el puente, congestionando así la autopista a todo lo largo de la ciudad. Una hora después y con más alcohol en las venas de mis acompañantes (que ya estaban llegando a etapas etílicas que se tornaban insoportables) volvimos a tomar velocidad y no nos detuvimos hasta casi llegar a nuestro destino final, no sin antes darnos cuenta que no teníamos reservación, que éramos muchos y que probablemnte ya no cupiera ni un alfiler en los hoteles. No obstante, Chimicuitle (que es el dios azteca del turismo que acabo de inventar) nos bendijo con un par de habitaciones que, no obstante su clasemediero estado de descuido, cumplía con los estándares mínimos para un vacacionista descuidado y espontáneo (como éramos nosotros). La verdad es que la playa es genial, con todo y los otros cinco millones de tenochcas con los que teníamos que compartirla. El mar te pone en una frecuencia de relajamiento que yo en lo personal agradezco ampliamente. Ahora bien, hay inconvenientes que hay que soportar. Número uno, la arena metiéndose en todas partes sin respetar las más pudendas geografías del cuerpo humanos. Número dos, el sol quemando directamente el 75% de tus células cutáneas. Número tres, las familias que dejan basura en la playa y que me provocan hartas ganas de agarrarlos del cuello y mandarlos al averno!!! ya saben... en estos tiempos del calentamiento global yo me pongo muy punky con el ecologismo.

Pues entre disfrutes gastronómicos y las olas del mar se pasaron los días como si hubieran sido horas y así mismo logré mermar mi patrimonio a un ritmo que si hubiera seguido, pan y agua me hubieran aguardado hasta la quincena. El camino de regreso fue tranquilo y lento porque evidentemente los diez millones de tenochcas de los que he hecho mención tenían que presentarse el lunes muy temprano a sus actividades cotidianas en la mancha urbana de la ciudad de México y, claro, a todos nos gusta regresar a la misma hora, por lo que hubo de durar seis horas un viaje que puede hacerse en tres horas y media. Pero para qué quejarse, aquí estoy otra vez en la jornada de trabajo recuperando el poco bronceado color oficinista de archivo del que había logrado deshacerme tras largas horas tirado bajo el sol tropical.

martes, febrero 05, 2008

Segunda parte de no sé qué

La entrada previa de mi blog provocó algunos comentarios con puntos que me resultan atractivos de discutir (que no de responder) y que como Dictador Supremo y Su Alteza Serenísima de este blog me propongo a discurrir:
1. Agradezco la buena opinión que se expresa sobre mí en algunos (tal vez justificada, tal vez más benévola de la que merezco [sugiere siempre mi molesta modestia radical, en fin, qué puedo saber yo si soy el más subjetivo de mis jueces, siendo a la vez el sujeto y el objeto de mis juicios]. Pero el punto es que los agradezco y no dejan de provocar en mí sentimientos agradables, debidos a alguna especie de arrogancia de la que nunca he podido desprenderme y, a estas alturas, no me parece que vaya a poder desvanecerse jamás.
2. Estoy convencido de que la comunicación amena y eficaz (por el medio que fuere) hace la vida de nuestros prójimos más agradable y también la de los que escribimos. Por eso no demerito el papel de mi blog. Al contrario, los blogs son formidables en el sentido mencionado porque son espacios de interacción muy versátiles: nos brindan humor, información, solaz en las horras de aburrimiento o falta de inspiración, nos acercan a los sentimientos, a las vivencias y a las emociones de los demás. Ese mérito es, en términos agregados, tal vez mucho más valioso que las acciones grandilocuentes.
3. También soy un convencido de que individualmente es importantísimo el papel que jugamos en nuestro contexto inmediato y, en lo personal, no estoy insatisfecho con la manera en la que he interactuado con mi familia, mis amigos, mis blogmates y/o mis compañeros de escuela o trabajo. Sin embargo, lo que trataba de expresar es ese sentimiento de insatisfacción (que está ahí y sigue ahí) por la frustración de no ver una mejora patente en alguno de los aspectos de "la realidad" que se muestran tan necesitados de una transformación radical.
El punto es que esa sensación de que hay algo incompleto en mis proyectos personales no es el resultado de un mal día, sino tal vez de haber planteado objetivos equivocados en las líneas estrategicas de mi vida. Si es tarde para remediarlo, me parece que todavía no me doy cuenta. Pero el blog ha resultado una extraña manera de analizarme a mí mismo (¡en público! ¡oh no, qué falta de pudor!).
4. Prometo hacer un relato más ameno para la próxima porque como el fin de semana pasado fue "puente" me fui como bólido disparado hasta Acapulco y aunque no estoy bronceado, porque mi piel no tiene idea de lo que es eso, regresé como regreso casi siempre de mis escapadas: con una sonrisita picarona de satisfacción.