jueves, abril 14, 2005

Los pedacitos de corazôn...

Acabo de terminar la ûltima clase frente a grupo que tendré (por lo menos en el marco de este programa de intercambio, que como la vida da tantas vueltas, pues mejor ni digo nada). Fue con mi grupo favorito. Es un grupo de sôlo tres alumnos que hablan bastante bien español y que son muy simpâticos. Bueno, a veces se pasan de simpâticos, pero me causan mucha gracia. Por ejemplo, hoy me dijo una de las alumnas que por la mañana me habîa visto sin camisa a través de la ventana de mi departamento, cuya pared exterior es 80% ventana. Espero que el 20% que no es transparente haya alcanzado a cubrir lo que no estoy dispuesto a que vean personas no autorizadas. Es una situaciôn en la que no sabes qué decir, asî que tienes que reîrte con la traicionera risita nerviosa.

Pero lo que querîa contarte, !oh querido blog!, es que ahora que estoy ya listo para terminar con esta experiencia y moverme a buscar otras diferentes, me he dado cuenta que voy dejando pedacitos de corazôn por todas partes. Ahora que me despedî de este grupo, una alumna me compuso una canciôn improvisando la mûsica y cuya letra escribiô unos momentos antes, con ligeras faltas en español que menos que hacerla incomprensible la hacîan aûn mâs simpâtica y, en el caso de haber estado yo hormonal, hubiera resultado muy conmovedora.

Me ha pasado toda mi vida que me aferro a los lugares, situaciones o personas que me rodean de momento. Pero ya con mi casi cuarto de siglo he comprobado que no puedes guardar una relaciôn directa con todos los afectos que vas creando. Se va dando automâticamente un proceso selectivo en el que conservas sôlo algunas relaciones y creas una especie de archivo muerto en el que pones a gente que recuerdas con cariño pero que no consideras volver a verlos o a tener contacto con ellos, a menos que la rueda de la fortuna que es la vida te lleve de manera casual a su reencuentro.

Ahora, estoy ya listo para dejar Saint-Flour, que recordaré con mucho cariño, y me despido de mil personas que estoy seguro no volveré a ver. Es enternecedor cuando alguien que tû creîas lejano e indiferente a tu presencia te dice cosas lindas que van mâs allâ de la simple cortesîa de una despedida. Cuando eso se repite el mismo dîa entro a un estado como de calabacita italiana, es decir, me pongo tiernito. Me puede dejar de ver a personas que he apreciado mucho y que me han enseñado una cantidad impresionante de cosas. También me hace sentir triste alejarme de una cultura que, aunque me es ajena, he aprendido a querer con ese modus vivendi que pretendiô adoptarme y que siento que en algunos sentidos me ha marcado.

Como ya me puse demasiado cursi (lo siento, estâ en mi naturaleza: sôlo los que han podido vivir con eso me conservan por amigo) y derramé enormes cantidades de miel, daré por terminado este artîculo, antes de mojar con mis lâgrimas el teclado y causar un corto circuito en la computadora, que darîa como resultado que lo pierda por no haberlo grabado antes (la exageraciôn pretendiô ser simpâtica).

miércoles, abril 13, 2005


St Flour, nevado como todo el invierno, con look de "no me he cortado el cabello en tres meses" (ya me lo corté, eh?). Posted by Hello

Haciendo maletas...

A pesar de que mi actividad favorita es viajar no me caracterizo por mi habilidad para hacer maletas. Sin embargo, no puedo seguir evadiendo mi responsabilidad y hace unos dîas empecé ya a deshacerme de las cosas que no necesito o que, aunque necesite, dejaré aquî en Saint-Flour. Desafortunadamente mi maleta no estâ hecha de material elâstico pues estoy empezando a dudar que todo lo que quiero meter en ella vaya a caber. Tampoco me caracterizo por mi habilidad para deshacerme de las cosas. Tengo una especie de complejo freudiano que se manifiesta en la obsesiva e incômoda capacidad de almacenamiento hasta de las cosas mâs inûtiles. A la hora de tener algo en la mano y el bote de basura a un lado siempre estâ la voz interna que opina que probablemente tendré necesidad de dicho objeto, papel, boleto, comprobante, etcétera, aunque las probabilidades reales sean mâs pequeñas que la de que no desaforaran a Lôpez Obrador.

Pues en eso estoy ahora, desgarrândome el corazôn por tirar los tickets con los que llevaba mi contabilidad mensual o los boletos de tren que he utilizado en mis viajes (y en los que he invertido 550 euros, que hubieran sido mâs de 1000 si no fuera por mi maravillosa tarjeta de descuento 12-25), bueno, pero eso es completamente otra historia, cuyos personajes principales somos yo y la tantas veces maldecida SNCF. Pero ya estâ decidido, tengo que tirar todo eso, so pena de quedarme sin ropa para el regreso.

Otro problema que reduce mis ganas de comenzar el proceso de empaque es que la maleta se apestô a guardado, es decir, horrible!!! Ya tiene una semana oreândose, pero los resultados no parecen ser espléndidos. Asî que, mexicanos y mexicanas, si al llegar a Hermosillo huelo a clôset (o a ratas para decirlo mâs claramente) no es porque haya tomado el hâbito, atribuido a los franceses, de bañarme tan a la larga como el orden pûblico lo permita, sino porque mi ropa se impregnô del indeseado aroma del veliz, petaca, valija o como quiera usted, caro lector, llamarle a una simple maleta.

Y trayendo a colaciôn el proverbio popular de: "menos plâtica y mâs acciôn" me retiro del aire para ponerme a trabajar en el embalaje de mis pertenencias, no sin antes publicar la foto que aparece en la parte superior a este "artîculo" para agrandar la nostalgia de dejar este Huâsabas francés en el que vivo. Saludos.

viernes, abril 08, 2005

Pour dire au revoir...

J’ai décidé d’écrire cette lettre à l’occasion de mon départ pour remercier ce pays magnifique qui m’a accueilli d’une manière chaleureuse (en dépit de son cruel hiver) ainsi que les gens qui ont manifesté des attentions à mon égard.

J’ai bien profité de mon séjour : mieux connaître la France et les Français, partager la culture française en l’appréciant davantage. J’ai beaucoup aimé Saint-Flour, cette charmante ville du Cantal, qui représente si bien la « France Profonde ».

Il faut que vous soyez fiers du pays que vos ancêtres et vous-mêmes ont construit et sont en train de construire et, à la fois, que vous continuiez à le faire grandir pour demeurer comme une Nation modèle dans le monde entier.

De ma part, j’ai essayé de partager l’amour que j’ai de ma Patrie, le Mexique, en parlant d’elle aux habitants de ce pays différent du mien, mais je pense qu’il existe des affinités culturelles entre ces deux pays. J’ai trouvé avec plaisir des gens qui aiment mon pays et des élèves qui ont apprécié mon séjour pour apprendre l’espagnol et pour savoir ce qui se passe dans les coins les plus éloignés de chez eux. Pour ma part, je me suis régalé de leur parler de l’Amérique Latine.

Je pars tout à fait satisfait de cette aventure sanflorain que j’ai commencée en septembre et qui touche à sa fin aujourd’hui. Je considère avoir appris beaucoup de choses. Je suis, par contre, content de rentrer chez moi parce que, comme disait un poète Argentin, Atahualpa Yupanqui : « l’homme est de la terre qui se déplace ». Je vais, donc, retourner sur la terre dont je fais partie.

Amicalement,

Rafael Barceló Durazo,
le Mexicain de St. Flour.

jueves, abril 07, 2005

Reporte de la quincena...

Aunque he perdido la periodicidad para enviar mis reportes, las ganas no las he perdido. Estas semanas las notas importantes de mi vida son que ya me estoy despidiendo de Saint-Flour y sus moradores. Ayer, con ese motivo, tuve invitados a cenar (5 españoles y una francesa), bueno, en realidad a botanear, y decidî preparar lo ûnico que se me ocurre preparar: guacamole y tortillas de harina! (que ya habîa hecho hace dos semanas para una reuniôn similar). Bueno, pues como ya me siento señora de Villa de Seris en cuanto a mis honrosas capacidades para hacer tortillas (entiéndase sigo avergonzado porque no me salen bien) inicié el ya acostumbrado procedimiento de preparar la masa y, de nueva cuenta, no pude dar con las proporciones correctas y me pasô lo mismo que la vez anterior, a saber, que me quedaba seca y agregaba agua y después me quedaba aguada y agregaba harina. Repetî ese procedimiento aproximadamente unas ocho veces. Pero el reto principal era que esta vez fueran todas redondas y de un tamaño similar. Redondas sî me quedaron, bueno... para un ojo no muy exigente, pero me resultaron de todos los tamaños. Del sabor, todavîa no quedo satisfecho, pero creo que he mejorado. El guacamole sî me quedô mejor que la vez anterior, esta vez los aguacates no eran africanos, sino israelîes que se parecîan mâs al producto nacional y no estaban verdes, sino demasiado maduros, pero después de haber removido las desagradables partes negras todo lo demâs estaba decente. En la reuniôn hasta tuve regalos: un libro, una postal y una vaca (no vayan a pensar que viva) del Cantal, que es el departamento (distrito) en el que estâ Saint-Flour y cuyo animal caracterîstico es la vaca, debe ser porque las hay en proporciôn de tres vacas por habitante, jaja. Nos divertimos mucho hablando sobre la manera que tienen los españoles de designar a ciertas cosas y en México resultan totalmente obsenas. Pero como el contenido de este correo tiene un côdigo de censura bastante alto, no puedo reproducir ningûn ejemplo, excepto que al pobre 'trapeador' le dicen "fregona", jajaja... ¿cômo "fregona"? a esos españoles habrîa que devolverles una Conquista, aunque sea lingüîstica.

Esta semana inicé también las clases de despedida con mis alumnos y me han proporcionado un agradable sentimiento como de desocuparme de un pendiente que no molesta demasiado, pero que igual estâ ahî para recordarte que mi vida no es perfecta, jajaja. Ha habido algunos alumnos que hasta fingen que me quieren y me dicen que me extrañarân, pero es difîcil distinguir la sutil lînea que separa la hipocresîa de la sinceridad cuando se trata de sentimientos de adolescentes, modificados a cada momento por desbalances hormonales que los convierten en candidatos a monstruos de circo.

Por lo demâs estoy muy contento. El clima no es tan maravilloso como hace unas semanas, pero definitivamente es mâs soportable que el crudo invierno, excepto que anuncian nieve otra vez para mañana. Yo no lo puedo creer, pero hasta ahora los pronôsticos meteorolôgicos han sido muy veraces cuando anuncian malas noticias. Por otra parte, no estarâ mal ver un poco mâs de nieve antes de llegar a los inicios del verano hermosillense, pero podrîa prescindir de ella porque eso de andar vestido todo el tiempo como el monito de Michellin para soportar el frîo digamos que ya me cansô, para decirlo de manera polîticamente correcta.

Bueno, me despido mandândoles un abrazo y esperando que se reporten por el medio de comunicaciôn que les parezca mâs conveniente (hermosillenses: no aplican los anuncios en Hermosillo Flash, porque ûltimamente no paso mucho por el cruce de Rodrîguez y Encinas, jajaja).

viernes, abril 01, 2005

La diferencia entre vulgar y Bvlgari...

Estimadîsimo blog, a ti no te puedo ocultar nada. Ni los momentos de peor vergüenza te pueden ser ajenos. Eres mi indiscreto confidente. Y hace tiempo quiero contarte una de las aventuras que vivî por incursionar momentâneamente y sin la menor preparaciôn en un mundo al cual no pertenezco.

Todo pasô en Zurich. Estaba yo solo paseando por la ciudad aprovechando algunas horas de espera para tomar el tren que me llevarîa de regreso a Parîs. En la oficina de informaciôn turîstica me dijeron que para el tiempo del que disponîa me recomendaban hacer un circuito que empezaba con la parte antigua de la ciudad, continuaba con sus dos principales iglesias y terminaba con la calle de compras, windows shopping para ser exacto que se llama BahnhofStrasse ,que viene a ser, segûn su nombre lo indica, la calle de la estaciôn de trenes. Es decir, que no habîa pierde, por ahî llegaba yo a tomar mi trenecito a Parîs, que por cierto fue magnîfico porque lo tomé en un andén que estâ prâcticamente en la calle, de hecho, es la banqueta, ni siquiera tienes que entrar a la estaciôn, tû vas caminando por la calle y te subes al tren sin mayores complicaciônes, con la vista de uno de los museos mâs importantes de Zurich y de impresionante arquitectura. Pero ésa es otra historia.

El problema empezô cuando olvidé el significado de windows shopping y dejé los escaparates para internarme en una. Para darte una idea estaban las tiendas de Hermès, Armani, Louis Vuitton, Gucci, Cartier, Mont Blanc, en fin, todas de precios prohibitivos. Y, para mi mala suerte, también estaba ahî la tienda de Bvlgari, mi marca de relojes favorita. Fue cuando vi algunos de los relojes que me dije a mî mismo: "oye, mimismo, pues entra a ver qué hay adentro" (con un acento entre tepiteño y de la ladrillera). Y asî lo hice. Bueno, asî intenté hacerlo. Pero la puerta estaba cerrada. Mi incultura y falta de sofisticaciôn me hicieron pensar que estarîa cerrado porque la dependiente se hubiera ido a comer la torta del medio dîa, para volver mâs tarde con un profundo aliento a cebolla y a cochinita pibil. Entonces, desistî, de cualquier manera no iba a comprar nada y sôlo iba a henchir (o inchar) mis ilusiones en falso. Pero justo cuando estaba continuando mi camino y ya iba a cruzar la calle, sale un tipo de traje entero con apariencia de guardaespaldas de Madonna mascullândome algo incomprensible en alemân, que gracias a sus señas entendî que era que entrara, que la tienda estaba abierta. No era la hora de la torta sino que estaba entrando en una tienda que abre su puerta desde dentro por razones de seguridad. Desde que me di cuenta de ese hecho me dije: "pero, ¿qué estoy haciendo?", o sea, ¿qué caso tiene?

Cuando estuve dentro confirmé que lo que estaba pensando, no era la tîpica tienda a la que estoy acostumbrado en la que ves el producto y si no te gusta te das la vuelta y sales por donde entraste sin tener que pronunciar palabra alguna. No, en esta tienda tenîas a una finîsima chica que con los mejores modales te mostraba sobre un terciopelo los nunca igualados relojes Bvlgari, de precios que oscilaban entre 70 y 100 mil pesos, los normales, los mâs econômicos. Cuando me abordô sentî que me quedaba sin palabras y estuve a punto de decir la verdad: "muchas gracias, pero salgo de esta tienda porque ni en el mejor de mis sueños me podrîa comprar su producto mâs barato". Pero mi orgullo me venciô y mascullé algo como: vi un reloj que me interesô en el escaparate y comencé a describir un reloj que ni siquiera existîa con ambiguos adjetivos como redondo, dorado y no recuerdo cuâles otros. Inmediatamente, la vendedora materializô el inexistente reloj y me dijo, debe ser éste, lo tenemos también con extensible de caucho para que sea mâs ligero, o este que es en oro, porque el de la ventana es de platino... (yo sôlo hice mutis)

Obviamente, ya que estaba dentro de esta incômoda situaciôn tuve que fingir que habîa al menos la mînima posibilidad de que yo correspondîa con el nicho de mercado al que esos relojes estân dirigidos. Asî, fingî modales burgueses y arañé de mi cerebro el francés mâs rebuscado del que fui capaz. Mis movimientos se hicieron mâs lentos y controlados y puse una cara entre interesante y desinteresado, como que nada me impresionaba, a pesar de que estaba babeando interiormente por los relojes que me estaban enseñando. Después de algunos minutos de incomodidad interior en la que por dentro me preguntaba cuâl serîa la manera menos vergonzoza de salir de ahî para que la chica dejara de esforzarse en realizar una venta imposible, pero sin que se hiciera evidente el sinsentido de mi visita en su tienda, le dije: "je vous remercie, mademoiselle, bonne journée". Di media vuelta, todavîa con mis improvisados movimientos lentos y controlados de esnob, me despedî del guardaespaldas de Madonna y salî a la calle. Y me sentî mâs libre que nunca, ya podîa comportarme como el huasabeño que soy, comer en McDonald's o, peor aûn, en el primer kebab (que no hay ningûn otro tipo de restaurante en Europa mâs amigable con el bolsillo...)

Pero, el hombre es el ûnico animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y, entonces, en el escaparate siguiente veo un reloj Omega que me encantô. Debo aclarar que yo sôlo estaba paseando, ver relojes sôlo era una mera curiosidad de turista perdido en las calles de Suiza. Bueno, pues vi este reloj Omega y antes de intentar nada me asomé a la puerta para cerciorarme de no cometer el mismo error de entrar a una tienda como la anterior. La puerta decîa automatic door, asî que yo pensé que eso era suficiente. Cuando me acerco a la puerta, efectivamente, se abre de manera automâtica, pero no accionada por ningûn mecanismo, sino por un colega del guardaespaldas de Madonna del que acababa de despedirme hacîa 30 segundos, con la esperanza de no volver a verlo ni a él ni a sus ecuaces en mucho tiempo. Sî, estaba otra vez en el mismo tipo de tienda!!! No sabîa si reîr o llorar. Mi performance de la tienda anterior me habîa dejado muy fatigado como para repetirlo. Pero tampoco me alcanzô el valor para tomar la decisiôn de decir gracias y esfumarme. Y en esta ocasiôn sentî que me atacô como planta carnîvora una señora bastante entrada en años cuya ûnica fuente de color era el rojo de sus minûsculos labios, que estirados forzando una sonrisa la hacîan verse algo patética. Me saluda en alemân. Le contesto en francés. Cambia de frecuencia y ahora me pregunta en francés que si en qué puede ayudarme. Yo vuelvo a inventar otro reloj visto en el escaparate y ella, como la otra, cual poderosîsima maga convierte en realidad algo que realmente no existîa. Y me invita a pasar a un cômodo sillôn y saca también su estuche de terciopelo y comienza a mostrarme algunos modelos, todos Omega, de precios similares a los Bvlgari. Pero una vez sentado en el sillôn me doy cuenta de lo tonto que fui en caer otra vez en la misma incômoda situaciôn y me dan unas incontrolables ganas de reîrme, que no pude disimular tan bien como para que la señora no se diera cuenta.

La situaciôn se agravô cuando debajo de la manga de mi abrigo saliô una bolsita para las monedas que se amarra a la muñeca que me habîan regalado un dîa antes en una librerîa y que mâs por necedad que por necesidad decidî ponerme para guardar los pocos francos suizos que me habîan quedado del viaje. Bueno, pues la dichosa bolsita era de un color amarillo-pollo-lastîmame-los-ojos-y-descubre-cuân-naco-eres que la pobre dama que me atendîa no podîa quitarle la vista, desfigurando la cara en un gesto de decepciôn por ver a un potencial cliente reducido a un potencial turista que, por error o por ignorancia, habîa ido a dar a su tienda. Mi risa cada vez se hacîa mâs incontrolable pero por tenerla contenida creo que daba la impresiôn de que me estaba burlando. Entonces, con un aire de resignaciôn la vendedora me dice: "tenemos relojes para todos los presupuestos". Fue entonces cuando no pude contenerme y tuve que salir casi corriendo, no sin antes agradecer a la ilusa señora de los labios delgados y decirle que probablemente en otra ocasiôn, en una versiôn un poco menos obvia que la tradicional "a la vuelta, doñita".

El resto del dîa me dediqué a reîrme de las recreaciones que hacîa de mî mismo en las situaciones en las que ese dîa habîa estado, con mis cabellos mal cortados, mis pantalones de mezclilla y un abrigo que tapaba el resto de mi indumentaria caminando sobre millones de francos suizos guardados en las famosas bôvedas bancarias que, supuestamente, estân cavadas a todo lo largo de la BahnhofStrasse, debajo de las tiendas mâs lujosas del mundo y contemplando con sentimientos ambiguos el lado mâs bonito del capitalismo y de la injusta distribuciôn del ingreso en el mundo.